El secreto de los muertos

tres muertes y una más

—Por supuesto— me dijo Roxana luego de unos segundos de silencio.

—¿Por qué dice que vivía sola si al principio me dijo que su trabajo de institutriz era con cama adentro? — era inconcluyente esa afirmación y varias veces la realizó.

—veo que es muy observadora— dijo con una pequeña sonrisa— ¿Quiere más té? — me consultó.

Yo miré mi taza con sorpresa al ver que me había tomado todo el té sin darme cuenta y asentí.

Ella me sirvió un nuevo té.

—ruego me disculpe, a veces mi cabeza falla con los recuerdos han pasado muchos años ya— se disculpó y me ofreció la taza llena de té nuevamente.

—¿cuántos años tiene? No creo que hayan pasado tantos años— le interpele recibiendo la taza de té, en definitiva, Roxana no parecía tan grande, al contrario, tenía una cara de una niña de no más de 20 años.

—¿cree que es respetuoso preguntar algo así a una señorita que no conoce? Señorita Margaret— me increpó con una sonrisa pícara en sus labios y observo como yo bebía té.

—disculpe si la ofendí— me excuse y deje la taza en la mesita un momento— ¿Como sabe mi nombre? — le pregunté, no recordaba habérselo dicho nunca.

—cuando estas en la otra vida tienes ventajas que no tienen los simples mortales— afirmo dejándome pálida un momento— está bien, he aquí la verdadera historia— me dijo con su mirada fija en mí.

Corría el año 1945, yo una joven soltera de clase baja de 17 años conocí a un hombre de 30 años llamado Mr. Mico Yen en la antigua estación de ferrocarril de la Inglaterra del siglo XX.

Tuve un romance condenado e inapropiado con él y todo acabo cuando su familia en un intento desesperado para alejar a su hijo de mi lado lo quiso casar con una mujer de su misma clase social.

Al darme cuenta que me había mentido le fui a enfrentar en su noche de bodas, Miriam nos descubrió y la asfixié hasta matarla.

Mr. Mico enfureció conmigo y amenazó con denunciarme, no tenía muchas opciones señorita Margaret debí hacer lo que tenía que hacer.

Rompí un florero y le clave un fragmento de vidrio en su corazón.

Luego de cometer el crimen me fui sin que nadie me descubriera.

Viví tres años con el remordimiento de lo que había hecho, hasta que en la fecha de mi cumpleaños número 20 me ahorqué en mi propia habitación en la ciudad londinense.

Dicho esto, se sacó la capucha blanca y noté la marca de la soga que aún se notaba en su piel pálida y muerta.

Me levanté asustada y comencé a caminar hacia atrás.

—¿acaso... Acaso... Usted está... ¿Está muerta? — le consulte tartamudeado.

—Si, ya son 76 años de esa horrible tragedia que acabó con mi cordura, pero descuide usted no sentirá nada— sentencio mirándome con una sonrisa macabra.

Mire la taza vacía de té en la mesita.

—¿estaba envenenada? — le dije temblorosa.

—mientras más nerviosa de ponga, más sangre su corazón expulsará y más rápido el veneno se expandirá por su cuerpo— me respondió.

Yo agarré mis cosas y me fui corriendo de allí.

Frene a unos metros, e intente calmarme, debía evitar que la sangre corriera más rápido.

Tenía que llegar al centro de salud, seguramente ellos sabrían que hacer para salvarme.

Todo volaba en mi imaginación.

Mr. Mico y su trágica muerte, asesinado por su propia amante.

Mi corazón latía de forma desenfrenada...

Miriam la inocente mujer que se cruzó en el camino de una psicópata que término asesinándola.

Sentía la sangre correr por mis venas.

Roxana una mujer que era capaz de cualquier cosa por quedarse con el hombre que le aseguraría la vida de lujos que tanto añoraba...

Sentía como se me dormían los brazos lentamente desde la punta de los dedos.

... Y que al verse engañada y utilizada decidió asesinar a todos sin piedad...

Sentía como mis piernas ya no respondían... Las sentía pesadas y acalambradas...

Como luego de ver lo que había hecho cargo con la culpa por tres largos años hasta que su propia locura y remordimiento la llevaron a acabar con su propia vida...

Vi el cartel de la sala de emergencias y avancé, el dolor me era insoportable. Sentía como miles de agujas al rojo vivo me penetraban cada órgano de mi cuerpo...

Lo último que recordé fueron las palabras de Mr. Joaquín Leonor...

“Los secretos de los muertos, secretos deben quedar”

Caí a una cuadra de la sala de emergencias...

Mi cuerpo estático y sin vida fue descubierto a la mañana siguiente por un civil que pasaba por la zona...

Hasta el día de hoy, nadie sabe lo que realmente me sucedió aquel aterrador día donde mi inocente curiosidad me llevó a la muerte...

 

                                                                   Fin




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