Caminé de regreso a mi casa, aún no creía lo que había pasado. Lía siempre había creído en esas cosas y habíamos crecido con las historias de Beatriz, y ahora son reales. Las leyendas siempre contienen algo de verdad. Lo sabía, pero no podía ser así.
Voy dando pasos grandes para llegar rápido a mi casa, doblo la calle y en la otra cera está Evan, gira a todas partes y se adentra al bosque.
¿Acaso está loco?
Creó que es por todos conocido en este pueblo que al bosque Burg no se entra, ni de chiste. Está demente, aparte ya es de noche. Y yo debo de estar más loca, pero tengo curiosidad de qué hace ahí. Cruzo la cera para adentrarme al bosque, cuándo algo me interrumpe.
— ¡Oriana! — gritan con desesperación —. Or.
Giró para ver de quién se trata, lo qué me faltaba, mi mamá. Adiós curiosidad. Hola intriga.
— Hola mamá.
— ¿En dónde estabas? Creí que estarías en casa.
— No, todo el día estuve en casa de Beatriz, la abuela de Lía.
— Oh, mira, pobre Argos ha de estar desesperado.
— Eso lo apuesto.
— Vas a tener qué calmarlo tú — anuncia mamá con voz amenazadora —.
— Lo haré. Mamá ... ¿Tú crees en las cosas qué dicen en el pueblo?
— ¿Qué dicen en el pueblo hija?
— Sobre las leyendas. Ya sabes que Beatriz es muy creyente de esas cosas.
Siento un mareo, cómo el de hace rato y por poco casi caigo, pero alguien me detiene y es claro qué no es mi mamá, a ella la tengo enfrente.
Me levanto y espero que la visión borrosa desaparezca.
— Gracias — agradezco a quién me sostuvo de mi caída, aunque aún no sé quién es.
— De nada, para eso estamos los chicos no torpes y educados — se burla.
— Ah ... Eres tú.
— ¿Esperabas a alguien más? Apuesto qué no — guiña un ojo —.
— Muchas gracias, no sé quién seas, pero me alegra que haya chicos cómo tú -— agradece mi mamá.
— Adelántate mamá — pronunció esperando que me haga caso —. Te alcanzó en un segundo.
Cuando ya no logró ver a mi mamá, giró hacia Evan.
— ¿Estás siguiéndome acaso?
— No... ¿Por qué un chico tan fabuloso y ocupado cómo yo, estaría siguiéndote?
— ¿Lo haces o no? — cuestiono.
Se acerca a mí, demasiado, y me susurra: — Te cuido las espaldas.
Mientras camina en dirección contraria.
— ... ¿Qué rayos significa eso?
Caminó a mi casa, lo más rápido que puedo, siento mi cuerpo muy cansado y me duele la cabeza.
Mamá tiene la puerta abierta y Argos está acostado en la alfombra de la sala.
— Ya llegué mamá.
— ¿Quién es ese chico tan apuesto?
— ¿Cuál? — pregunto desconcertada.
— El héroe que te agarro en el aire — responde con tono meloso.
— Es Evan Kraeplin y no es apuesto, es un idiota y mal educado.
— A mí me pareció encantador.
— Mamá tú ves a todos así.
— No, recuerdo a una chica que usaba lentes verdes, ella no me agradaba.
Me rio ante su comentario.
— Mamá, Emma te cae mal porqué un día empujó a una anciana sin querer.
— Fue a propósito.
Sale una sonora carcajada de mí boca.
— Subiré a mí cuarto, no me siento muy bien.
— Dúchate y duérmete, te sentirás mejor en la mañana — pronuncia dejándome un beso en la mejilla.
Asiento y subo a mí cuarto, me acuesto en mi cama, voy a descansar y después iré a ducharme.
* * *
Estoy en un campo, hay mucha vegetación; la cebada se está quemando quiero correr, pero mis pies no me responden. No puedo moverme. Me concentro en mover mi pie derecho, cierro los ojos y siento que lo que me estaba sujetando se suelta. Abro los ojos y la cebada ya no está, tampoco el campo.
Estoy en un cuarto oscuro, y de este sale una pequeña luz naranja con azul, huele a humo, comienzo a toser desesperadamente, el humo entra por mis fosas nasales, la luz ahora es enorme, alguien se acerca a mí y me saca de dónde estoy. Salimos, estamos en el mismo campo, la cebada brilla bajo la luz de la luna, hay un pequeño lago, me acerco a él para limpiar mi cara y el chico que me saco desaparece, comienzo a ahogarme,
de pronto siento una gran fuerza que me hace ir hacia abajo, no puedo respirar, el agua inunda mis pulmones.
— ¡Oriana! Despierta.
Abro los ojos y estoy recostada en mi cama, sólo fue un sueño, y para mí sorpresa Evan está frente a mí, me sobresalto al verlo.