El Secuestro de Ivette

Capítulo 32

Pasaron muchos días, lentamente se convirtieron en meses, dos para ser exactos. 

Ivette no hablo con nadie sobre lo sucedido esa noche en la azotea, Dominic por su parte entendía que lo mejor era dejar aquel momento guardado en su mente, estaba seguro de que no se repetiría dos veces en la misma vida.

No tuvo mucho tiempo en pensar en ellos, tres días mas tarde tuvo que volver a usar la silla de rueda, se había presionado mucho, su espalda aun seguía débil y sus rodillas ya no pudieron aguantar toda la fuerza de mantenerlo de pie. Fue un duro golpe para todos, James lo acompaño a la mayoría de las terapias y Dominic se lo agradeció. Pasar de una tragedia a otra se estaba convirtiendo en costumbre. 

—¿Crees en las vidas pasadas? —Dominic espero hasta estar bien sentado en la silla y que le abriera la puerta del consultorio.

—No —James sostuvo las puertas abiertas hasta que Dominic salió y el pudo salir detrás —, no creo en nada de eso. 

—¿Por qué? 

—No lo sé —James se sentó en la parte de atrás del coche con Dominic —, nadie me enseño a hacerlo.

Miro a través de los vidrios del coche y admiro los niños jugando en la calle, observo la tranquilad que reflejaban las calles abarrotadas de personas que no se escondían, que no lloraban, que no morían.

—Nunca hablas de tu familia. —Dominic quería saber mas de ese chico, creía que mandándolo a investigar conseguiría algo, pero no fue así. No había nada en su pasado, no había una acta de nacimiento, una persona que lo conociera de pequeño. Un testigo de que al menos hubiera una mujer que lo haya traído al mundo. No había nada que investigar.

—No tengo familia —Dejo de mirar por el cristal cuando entraron al túnel —. Hasta que tuve cinco años no me sabia mi nombre, un niño mayor que yo me lo puso. Dijo que así se llamaba él y que yo seria James Junior, me lo dejo escrito en una carta que encontré cuatro años después, también aprendí a leer por él. Creo que solo lo tuve de familia, los demás niños o niñas no duraban tanto tiempo como yo.

—¿Y que paso con el otro James? 

—No lo sé, paso lo mismo de siempre, desperté y ya no estaba. Estaba prohibido preguntar por lo que no estaban.
 

****

Recogió las cuerdas, un tramo a cada mano, las agitó con fuerza, meneo cada músculo de sus brazos y los hombros; posicionó bien sus pies sobre el suelo. Mientras más rápido agitaba los brazos, más imágenes flasheaban su mente, las sobre poblaban, surgían imágenes aleatorias de lo hubo en el pasado, de lo que estaba pasando y de lo que pasaría en un futuro muy próximo. Muchas de esas imágenes eran crueles, sangrientas y simplemente horrorosas; en el fondo de todas aquellas habían unas cuentas imágenes bonitas y enternecedoras.

Pasaba muchas horas ejercitando su cuerpo para agotar su mente y a la hora dormir no soñar con nadie ni con nada. Dejó caer las cuerdas y fue a la máquina de correr, espero hasta estar en un ritmo constante y seguirlo por cuarentena y cinco minutos. Le dolía el pecho y las piernas le temblaban pero no lloraba, no sentía y menos pensaba. Su vista no estaba fuera de sus metas.

Se sentía como un caballo en medio de la carrera, los lados tenían obstáculos y no podía mirar más allá de lo que tenía al frente, de lo que se había planeado y de lo que derrumbaría cuando aquello acabará.

Caminó por el pasillo hasta llegar a su habitación, se encerró en el baño. Espero unos minutos hasta que la tina estuvo llena hasta casi el tope, el agua estaba muy fría y todo su cuerpo lo resintió. Aguanto diez minutos, se envolvió a un toalla y luego se  envolvió en una bata antes de acostarse.  Su cuerpo se estaba transformando en una espacie de bunker, en el se encerraba el estrés, el odio, el rencor, la ambicioso y sobre todo la venganza.

 

—¿Cuánto tiempo vas a durar de ese modo? —Edna estaba frente a ella, parada en jarra con la mirada puesta en ella.

—Edna —Ivette no se movió, se mantuvo en ese limbo de sueño —, estas aquí -Se permitió ser cursi y sentir lo que su pecho le obligaba —. Has tardado tanto tiempo.

—No he tardado —Se movió a lado de la cama y se sentó —, siempre he estado aquí, pero tu te dejaste hundir en el dolor y no podías verme.

—He sido mu débil —Empuño mas sus manos contra la bata.

—Has sido muy humana Ivette —Edna recorrió el pelo de ella con sus manos —. Tienes todo el derecho de llorar, de gritar, de tirar objetos a las paredes. Te aseguro que te has ganado ese derecho...

—Pero el dolor no se va... —murmuraba, Ivette estaba exhausta. Todo su energía había menguado.

—Que te hayas ganado el derecho de hacerlo y lo hagas no siempre resuelve este tipo de situaciones —Edna bajo la voz, se subió a la cama y abrazo a Ivette por la espalda —. Los últimos años han sido horribles, lo sé, los he sufrido contigo, cada lagrima que no dejaste derramar, cada noche que te desvelaste pensando en mí, las noches que maldijiste por no tener quien te abrazara.

»Lo sé Ivette, es duro vivir una realidad tan sanguinaria como esta —Acaricio su pelo —, muy duro y aun así no dejas de querer, de cuidar a quien lo necesita.

—Soy un monstruo, he hecho tanto daño, he arrebatado muchas vidas creyéndome Dios para quitar lo que no doy —En medio de su alucinación Ivette se sentía mal por todas aquellas personas a las que había matado, estaba segura de que cada una de ellas se lo merecían, pero eso no amortiguaba el dolor.

—¿Y quien paga por tu dolor?, ¿por tus lagrimas?, ¿por tu rencor?

»Ahora mismo eres una victima vestida de agresora, pero victima. Aun sobrevives y sientes mas de lo que cualquiera en tu lugar, lo haría —Relajo el tono y la acerco más a ella, al menos así lo sintió Ivette.— Eres muy fuerte, eres valiente y tienes un corazón gigantesco, solo tienes que asegurarte que no lo habite malos sentimientos.



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En el texto hay: secuestro, escapes, amor pasion

Editado: 16.04.2024

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