El segundo esposo

Capítulo 3

El Mesón Leroy era un completo éxito, casi todas las mesas estaban ocupadas. En especial las que estaban junto a la terraza con vista hacia la Fuente Carmina, y su plaza, el principal atractivo del recién inaugurado establecimiento.

Las animadas conversaciones de los comensales se mezclaban con el ruido de cubiertos y sillas moviéndose. Aun así, no resultaba un estruendo ensordecedor; al contrario, daba un toque de alegría al ambiente.

El dueño y visionario tras el novedoso concepto, Liam Leroy, paseaba a sus amigos por entre las mesas, mostrándoles con orgullo el éxito de su primera iniciativa como hombre de negocios.

—Es… diferente —comentó Freddy Logan mirando en todas direcciones.

—La clientela es variada —añadió Fabián Grimaldi centrando su atención en un grupo de señoras a las que no se les podía catalogar de elegantes.

—Esa es la intención —confirmó Liam—. Hasta ahora en la ciudad solo había tabernas dudosas y salones de té excesivamente elegantes, pero no contábamos con una opción que fuera menos rígida, pero que siguiera siendo respetable.

—Respetable… —farfulló Fabián entre dientes sin dejar de ver al grupo de señoras.

—La gente que viene aquí es respetable, aunque no todos pertenezcan a las altas esferas —puntualizó Liam, enarcando una ceja.

—¿Qué piensa tu abuela del negocio? —sintió curiosidad Freddy.

—Ya la conocen, ella cree decididamente en la separación de estratos sociales, no piensa poner un pie aquí si existe el riesgo de que haya gente que no considere a su altura —dijo poniendo los ojos en blanco—. Aunque le agrada que tenga iniciativas para diversificar nuestra fortuna y que no sea otro rico heredero dormido en sus laureles… sin ofender.

Freddy y Fabián intercambiaron una mirada de sorpresa.

—¿Ofendernos? ¿Por qué nos ofenderías? Yo ayudo en la finca de mi familia y estoy por ser nombrado oficiante de casamientos de mi demarcación. En tanto que Fabián… ¡Bueno! ¿Qué podemos decir del Héroe de los niños?

El aludido alzó los ojos al techo, pero el atisbo de una sonrisa apareció en sus labios. Hacía meses, al tratar de poner en evidencia a un terrateniente corrupto, Fabián había dado con un espantoso descubrimiento: El hombre mantenía cautivos a los hijos de sus trabajadores para obligarlos a cumplir sus imposibles demandas. El hallazgo había sido una coincidencia, no obstante, había significado la liberación de decenas de pequeños. La sórdida historia se había vuelto un escándalo en el reino y desde entonces la gente apodaba a Fabián El héroe de los niños.

Como para enfatizar el punto de Freddy, un hombre de barba cerrada y nariz aguileña les cortó el paso para estrecharle la mano a Fabián energéticamente.

—Gracias por su valentía. El reino necesita más hombres con su arrojo —declaró con la voz cargada de emoción.

—Muy amable, se lo agradezco —replicó Fabián por reflejo.

El hombre siguió su camino haciendo una inclinación de cabeza hacia los otros dos caballeros antes de retirarse.

—Bien, me equivoqué —admitió Liam e hizo una seña para que tomaran una de las mesas libres.

Una mesera se acercó presurosa para traerles bebidas y aperitivos.

—Felicidades, Liam. No entiendo del todo tu proyecto, pero admito que es un éxito —dijo Fabián alzando su copa en el aire y apurándola de un trago.

Liam sonrió, complacido por el reconocimiento de su amigo, luego le hizo otra seña a la mesera para que rellenara la copa de Fabián.

—Brindemos por todos —sugirió, sintiendo la necesidad de mostrarse modesto para compensar su insinuación previa—. Cada uno ha tenido logros a su manera. Eso sí, confieso que me cuesta trabajo verte como el héroe que todos dicen que eres; en especial conociéndote como te conozco. —El comentario hizo reír a los tres. Todos entendían a la perfección a qué se refería sin necesidad de entrar en detalles—. Pero más trabajo me costará creer el día en que vea a Freddy oficiar una boda. Eso todavía parece una mala broma.

Fabián rio a carcajada limpia; en cambio Freddy frunció los labios.

—No le veo la gracia —farfulló, pasando su dedo índice por el borde de su copa.

—Debes admitir que no eres lo primero que se viene a la mente cuando uno piensa en la solemnidad de un casamiento. Tú siempre tan distraído y dado a los errores. Ni siquiera comprendo qué te hizo buscar el nombramiento —comentó Fabián antes de darle un buen trago a su bebida.

—¿Por qué no hacerlo? Mi demarcación no tiene un oficiante, para las bodas es necesario mandarlo traer del centro de la ciudad y solo hay dos opciones: un viejo cansado y un hombre de proceder dudoso. Gracias a mí, las parejas tendrán una alternativa fresca —se explicó Freddy.

—Nunca te tomé por un entusiasta del matrimonio —añadió Liam.

—Del matrimonio no, pero me encantan las bodas y ahora seré invitado a muchísimas —dijo Freddy con sonrisa de pilluelo.

Fabián separó los labios para soltar uno de sus típicos comentarios cargados de humor y ácido. No obstante, antes de poder pronunciar la primera palabra, la mesera se acercó y le puso una segunda copa delante.




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