—¿Qué es lo que buscan? ¿Qué es lo que quieren? ¡Debes tener alguna idea! ¡Dímelo!— demandó Juliana a su padre.
—Buscan el Sello de Poder, por supuesto.
—¿Qué se supone que es ese sello?
—Una joya, un medallón mítico que vino de otro mundo.
Juliana entrelazó los dedos de las manos y apretó los dientes.
—¿Qué tenemos que ver nosotros con ese medallón?— preguntó.
—¡Vamos, Juliana! ¿Crees que no recuerdo cómo leer tu lenguaje corporal? Es obvio que este conocimiento no te es ajeno. Tú y Luigi lo han estado buscando y debieron dar con algo importante, porque tienen al Círculo muy preocupado.
—¿Para qué quieren el sello?
—Es un sello de poder, creo que es más que obvio para qué lo quieren.
—¿Alguna idea de dónde puede estar?— inquirió Juliana.
—Por supuesto, aquí lo tengo, en el bolsillo de mi pantalón— le dijo él, sarcástico.
Juliana ignoró la burla de su padre.
—Dime todo lo que sabes, dime cómo nació la Hermandad del Sello, dime para qué creen que sirve el sello, dime dónde y cómo lo están buscando, dime lo que planean hacer con él cuando lo encuentren.
Su padre lanzó una estruendosa carcajada.
—¿Crees que tengo acceso a esa clase de información? Todo lo que me preguntas forma parte de los altos secretos que solo maneja el Círculo.
—Al menos dime lo que sabes, sea poco o mucho, tal vez ayude.
—¿Tal vez ayude a qué? ¿A meterte en más problemas de los que ya tienes? ¿No entiendes nada de lo que te he dicho? Esta gente es fanática, es peligrosa. Debes dejarte ya de tonterías, abandonar tu investigación y desaparecer del mapa junto con tu familia.
—No puedo dejar la investigación, es demasiado importante.
—¿Más importante que tu vida?
—Es posible— respondió ella—. Si es verdad lo que dijiste, si de verdad viniste a ayudarme, dime lo que sabes.
Su padre suspiró, meneando la cabeza:
—La mayoría es pura fantasía y el resto solo especulación. Se supone que el sello vino de otro mundo, traído por dioses llamados los Antiguos. El sello fue usado para marcar al Elegido. Este supuesto Elegido, a quién la Hermandad llama el Marcado, fue puesto bajo la custodia de una hermandad desconocida, secreta y aislada, junto con el sello. No sé cómo exactamente, pero un grupo de personas en las altas esferas descubrió esta leyenda y formó la Hermandad del Sello, cuya misión es encontrar el dichoso sello y también al Marcado.
Juliana palideció ante la explicación de su padre. Si lo que le estaba diciendo era verdad, el sello había estado bajo sus narices todo el tiempo: era obvio que se encontraba en el complejo de los hermanos del Divino Orden.
—¿Para qué quieren al Marcado?— inquirió.
—El Sello y el Marcado forman parte de una especie de ritual mágico llamado Ritual Maestro Final de Liberación.
—¿Liberación? ¿Liberación de qué?
—No tengo idea. Algún otro dios mítico, no lo sé. No creerás todas estas idioteces, ¿o sí?
—Si tú no crees en estas “idioteces” como las llamas, ¿por qué estás en esta Hermandad, entonces?— quiso saber ella.
—Ellos vinieron a mí con una invitación que no pude rechazar. Todo lo que me prometieron, me lo han dado: riqueza, poder, posición. No me importa si creen en hadas, duendes o extraterrestres, mientras me permitan mantener lo que me han ayudado a alcanzar.
—¿Qué tuviste que darles a cambio?
—Juliana…— meneó la cabeza él, negándose a contestar.
—¿Qué tuviste que hacer para ellos?— insistió ella.
—Cosas que no confesaré ante ti ni ante nadie— dijo él con el rostro serio.
—Riqueza, poder y posición… y solo tuviste que venderles tu alma, ¡una verdadera ganga!— le dijo ella, sardónica.
Él no contestó.
—Quiero saber una cosa más— anunció ella—. Esa orden de captura de la que hablas, que pende sobre la cabeza de mi familia… Fue a ti a quien eligieron para que la ejecutara, ¿no es así? Por eso estás aquí.
—Sí— admitió él.
—¿Sabían ellos que tú eras mi padre?
—Sí— volvió a afirmar él—. Es una prueba de lealtad.
—¿Y ahora qué? ¿Vas a entregarme a ellos? ¿Vas a matarme?
—No, he decidido fallar la prueba.
—¿Por qué?
—Tal vez la prueba que me interesa pasar es la que demuestra que mi alma no les pertenece del todo, que todavía me queda una minúscula parte de decencia y que la fidelidad a mi familia es más fuerte que lo que le debo a la Hermandad.
—Muy conmovedor, pero espero que entiendas que no puedo creer nada de eso.
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Editado: 12.10.2019