Llewelyn abrió la puerta de su habitación al escuchar que alguien golpeaba y dejó pasar a Lyanna.
—Lo encontré— fue todo lo que ella dijo, sacando un objeto envuelto en un pañuelo de seda blanco y apoyándolo sobre la mesa.
—¿Tan rápido?— entrecerró los ojos él, incrédulo.
Ella solo sonrió.
—Vamos, ábrelo, compruébalo por ti mismo— lo invitó ella, pero Llewelyn no se atrevió a tocarlo.
Ella suspiró y desenvolvió el anillo, exponiéndolo a la vista de él. Automáticamente, Llewelyn dio un paso hacia atrás:
—¿Estás segura de que es el verdadero? ¿De que no es una réplica?
—Es el verdadero, Llew— le aseguró ella—. Ahora cumple con tu parte y habla con Humberto para que me permita cruzar.
—¿Está activo?— preguntó él, temeroso, ignorando el pedido de ella.
—No— negó ella—. Puedes tocarlo, no hay problema— lo animó.
—Prefiero no hacerlo.
—¿Qué quieres hacer con él?
—Tengo que volver a esconderlo, pero es difícil pensar en un lugar donde eventualmente alguien no lo vuelva a encontrar.
—Hay un lugar dónde nadie del Círculo podrá tener acceso al anillo.
—¿Dónde?— se interesó Llewelyn.
—En el mundo de Augusto— replicó ella—. Yo podría llevarlo allá cuando cruce.
—No lo sé, Ly…— dudó él.
—Piénsalo, es el lugar perfecto. Wonur no tendrá acceso a él.
—Tal vez tengas razón— admitió él—. Sí, creo que es una buena idea.
—Además…— comenzó ella, pero se detuvo en seco, cerrando los ojos.
—¿Ly? ¿Estás bien?— inquirió Llewelyn, preocupado.
Ella fue hasta la cama y se sentó.
—¿Qué pasa, Ly?— insistió su hermano.
—Es mamá— dijo ella, perpleja—. Está abriendo un canal.
—¿Mamá está en el Círculo?
—Eso parece— dijo ella con una mano en alto para silenciar a Llewelyn y poder comunicarse con su madre.
Llewelyn guardó silencio. La comunicación duró unos quince minutos. Cuando terminó, Lyanna abrió los ojos con una amplia sonrisa.
—¿Y bien?— preguntó Llewelyn con cierta ansiedad.
—Cuando se expresa un deseo, el universo responde acomodando los eventos para que se realice, siempre y cuando las partes estén dispuestas a co-crear ese evento— respondió ella.
—¿A qué te refieres exactamente, Ly? ¡Háblame claro!
—Mamá y Augusto están con Humberto en su cabaña de la cúpula. Papá está en problemas en el otro mundo. Quieren que cruce con ellos y los ayude a rescatarlo. ¿No es fantástico?— aplaudió ella, entusiasmada.
—Supongo que esa es una de las formas de verlo— murmuró Llewelyn, preocupado. Intuía que las cosas debían ser muy graves para que su madre hubiera accedido a involucrar a Lyanna. Sospechaba que su hermana constituía algo así como la última opción, y que por lo tanto, todas las demás opciones menos peligrosas habían sido inútiles para ayudar a su padre.
—¿Vendrás conmigo para despedirme, Llew?— preguntó ella, excitada, mientras volvía a envolver el anillo y lo guardaba en un bolsillo.
—Claro, Ly, por supuesto. ¿Quieres que te ayude a preparar tu mochila?
—No creo que sea necesario, Llew, puedo materializar cualquier cosa que necesite.
—Tienes razón, lo había olvidado.
—¿Vamos entonces? Mamá parecía apurada— dijo ella, extendiendo su mano.
—Por supuesto— respondió él, tomando la mano de su hermana.
Los dos desaparecieron de la habitación, para reaparecer al instante a metros de la cabaña de Humberto. Dana, Augusto y Humberto los vieron materializarse ante sus ojos.
Lyanna corrió hacia Augusto y lo abrazó con fuerza. Él le devolvió el abrazo con cariño.
—¿Estás bien?— le preguntó ella—. No traes mi regalo…— dijo, entre preocupada y dolida.
—Estoy bien, Ly. Tuve que darle tu cabello a tu padre para que se pudiera servir de su poder en el otro mundo y lograra rescatar a mi madre de un hombre muy malo— explicó Augusto.
—Hiciste bien, entonces— aprobó ella.
—Aun así, las cosas no salieron bien.
—¿Qué pasó?— quiso saber Llewelyn— ¿Quién es ese hombre del que hablas?
—Su nombre es Frederick Drummond, es el jefe de un culto secreto llamado la Hermandad del Sello— respondió Augusto—. Parece que tiene alguna clase de habilidad que pudo bloquear la de tu padre. Le cortó la mano a mi madre para forzarlo a entregarle el cabello de Lyanna, volviéndolo vulnerable. Él y sus secuaces se lo llevaron y lo tienen cautivo. Creemos que van a sacrificarlo en un ritual de algún tipo.
—¿Y tu madre?
—Ella está bien, está con nosotros.
—¿Culto, dices? ¿Mi padre es otra vez prisionero de un grupo religioso?
—Algo así.
—¿Por qué siempre está atrayendo a esa clase de maniáticos?
—Supongo que la oscuridad busca a la luz para destruirla— se encogió de hombros Augusto—. En este caso se trata del Sello, el medallón de la profecía de Marga. Tu padre está ligado a él por su Marca.
—Ya veo. Las piezas empiezan a encajar— murmuró Llewelyn.
—Ninguno de nosotros tiene el poder para rescatar a Lug, pues nuestras habilidades no sirven en el otro mundo. Es por eso que pensé en Lyanna. Creo que ella es la única que puede ayudar a Lug en este momento— explicó Augusto.
—¿Y ponerse en peligro ella misma?— desaprobó Llewelyn, y luego a su madre: —¿Tú estás de acuerdo con esto?
—Llew, la situación es muy grave. Sin Lyanna, no podremos encontrar a tu padre a tiempo para salvarlo de una muerte horrible— le respondió Dana.
—Además— intervino Augusto—, si lo piensas, Lyanna está destinada a intervenir en esto, es por eso por lo que aparece en las profecías de Marga.
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Editado: 12.10.2019