—¿Y ahora qué?— preguntó Liam.
—Mientras estabas tratando de darle a papá un aspecto más decente, me comuniqué con mamá. Están aquí, en Praga. Les dije que íbamos a su encuentro.
—Bueno, parece que toda la familia vino a rescatarte— le dijo Liam a Lug.
—No toda la familia— aclaró Lyanna—. Mi hermano se quedó del otro lado, tomando el lugar de mi padre en su ausencia.
—¿Ah, sí? ¿Y cuántos años tiene tu hermano? ¿Doce?— preguntó Liam, sarcástico.
—Veinticinco— respondió Lyanna.
—Ya veo. ¿Y cómo te comunicaste con tu madre? No hay señal en este bosque.
—Solo abrí un canal. Aunque está bloqueada en este mundo, ella es la Mensajera, la comunicación es su especialidad, y por lo tanto puede sostener un canal si yo lo abro— explicó ella con total naturalidad.
—¿Un canal? ¿Quieres decir un canal telepático?
—Claro.
—Por supuesto, la niña mata-monstruos no necesita teléfono móvil— murmuró Liam para sí.
—¿Dónde está Dana exactamente?— preguntó Lug.
—En un lugar llamado Corinthia Towers.
—¡Guau! Y yo que pensé que mi tío era ostentoso por hospedarse en el President Prague— dijo Liam.
—¿Sabes dónde está?— le preguntó Lug a Liam.
—Claro, es fácil de encontrar. ¿Te dijo tu madre en qué habitación estaba?— le preguntó a Lyanna.
—422.
—¿Quién más está con ella?— le preguntó Lug.
—Luigi, Juliana, Augusto y Bruno.
—¡Bruno!— exclamó Lug, hacía mucho tiempo que no sabía de él. Bruno había preferido mantenerse alejado, purgando su culpa por haber ayudado a Hermes. A Lug le daba gusto que Bruno hubiera aceptado volver a formar parte de su grupo de amigos.
—Sí, con todo lo que pasó, Juliana y Luigi solo confían en los viejos amigos, los que te ayudaron en tu segundo exilio— explicó Lyanna.
—¿Quién es ese Bruno?— preguntó Liam.
—Un detective privado, uno muy bueno— sonrió Lug.
—Tienes amigos interesantes— opinó Liam.
—No tienes idea— le respondió Lug.
—Bueno— dijo Liam, mirando en derredor—, creo que ya estamos listos para irnos de este lugar infernal. Los llevaré al Corinthia en uno de los coches— propuso.
—Todavía queda algo por resolver— dijo Lyanna—. Tenemos que decidir qué hacer con el Sello.
Los tres caminaron hasta donde el Sello yacía aun en el suelo, todavía fulgurando con una luz verdosa.
—¿Qué piensan?— preguntó Lug.
—Creo que deberíamos destruirlo— propuso Liam.
—Tal vez no, podría ser útil— opinó Lyanna.
—¿Útil para qué?— inquirió Lug.
—Para sintonizar con otras de estas entidades, negociar con ellas o tal vez atraerlas para forzarlas a dejar en paz a la humanidad.
—Meldek era un ser desesperado, por eso accedió a tu plan, Ly. Otros no serán tan fáciles de manipular. Además, si el Sello vuelve a caer en manos de humanos que no entienden de estas cosas, podría ser catastrófico. No creo que sea seguro que el Sello permanezca en este mundo— declaró Lug.
—Pensaré en otra forma de librar a este planeta de estos seres, entonces— propuso Lyanna.
—Buena idea— concedió Lug.
—Si no quieres dejar el Sello aquí, tal vez podríamos llevarlo al Círculo con nosotros. Me interesa estudiarlo— sugirió Lyanna.
—No— meneó la cabeza Lug—, no quiero llevar un elemento al Círculo capaz de liberar a Wonur otra vez, eso es muy imprudente.
—¿Por qué todos ustedes tienen siempre tanto miedo con respecto a estos tipos de objetos?
—No hemos tenido experiencias muy positivas con ellos, Ly.
—Entiendo eso, pero el verdadero poder no está en el objeto en sí, sino en quien le da ese poder al objeto.
—Aun así, los objetos imbuidos con poderes tan específicos como este Sello son peligrosos.
Mientras Lyanna y Lug discutían sobre el Sello, Liam se escabulló hasta el lugar donde estaban estacionados los automóviles sin que ellos se dieran cuenta. Después de un rato departiendo sobre las consideraciones a tener en cuenta con respecto al Sello, fue Lug el que se dio cuenta de la ausencia de Liam:
—¿Dónde está Liam?— preguntó, mirando en derredor.
—Aquí— dijo Liam que llegaba al lugar con una llave para cambiar ruedas de coche en la mano.
—Liam, ¿qué haces con eso?— arrugó el entrecejo Lug.
—¡Esto!— exclamó Liam, golpeando el Sello con todas sus fuerzas.
El Sello se partió en dos.
—¡Liam! ¡No! ¡Espera!— le gritó Lyanna.
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Editado: 12.10.2019