El Sello: La Rebelión De Los Caídos

Capítulo 8: La Despedida

Año 2582 N.E.

Han pasado cinco años desde que los hermanos llegaron a entrenar con el maestro Sagga. Durante este tiempo, su progreso fue evidente. Alcorth se convirtió en un maestro de las armas blancas de más de cuarenta centímetros, destacando por su habilidad para utilizar cualquier arma de este tipo. Había perfeccionado incluso una técnica única: el uso de la espada mastodonte como un escudo, una destreza complicada que implicaba sostener la espada de manera que no se lastimaran los dedos con el filo.

Por otro lado, Mizarth se transformó en un guerrero sombra, experto en no ser detectado. Su traje especial contribuía a esta habilidad al refractar la luz, redirigir su respiración y ocultar su rastro térmico. Además, había dominado las técnicas ANIMAURI y OBSIDEO IMPETUS. Junto con Sagga, perfeccionó una técnica que combinaba ambas, debilitando al oponente hasta el punto de causar lesiones permanentes.

En una tarde en la parte trasera de la casa, los hermanos practicaban intensamente, siguiendo las instrucciones del maestro. Hacía dos semanas, Sagga les había indicado que practicaran entre ellos.

Vamos, hermanito, sé que puedes hacer más que eso - provocó Alcorth, desafiando a su hermano.

¿Podrás resistir? - respondió Mizarth con una sonrisa desafiante.

Mizarth atacó a Alcorth a gran velocidad, utilizando los tambo de manera poco convencional. Alcorth defendió con sus espadas, pero Mizarth mostró su agilidad al esquivar los ataques. La pelea se intensificó, con Alcorth utilizando su espada montante y Mizarth desplegando sus tambo de manera estratégica.

Estos muchachos son expertos en sus técnicas. Solo queda la prueba final - comentó Sagga mientras observaba la pelea.
De repente, Sagga se unió al combate, atacando a ambos hermanos al mismo tiempo. Alcorth y Mizarth intentaron contraatacar, pero Sagga paró sus ataques casi sin esfuerzo. La pelea continuó con una serie de movimientos ágiles y estratégicos.

Esto es traición - dijo Alcorth con una sonrisa, atacando a su maestro.
Los hermanos se esforzaron por coordinar sus ataques contra Sagga. Alcorth lanzó un poderoso golpe con su montante, pero Sagga lo paró con habilidad. Mientras tanto, Mizarth aprovechó la confusión para realizar un ataque sorpresa, clavando sus dagas en los puntos vulnerables de Sagga.

No cometeremos el mismo error de confiarnos - advirtió Mizarth.
Después de derribar a su maestro, los hermanos se pusieron en posición defensiva, listos para cualquier contraataque. Sagga se puso de pie con una sonrisa, mostrando su aprobación.

Han logrado derribarme y coordinar sus ataques para vencerme. Me alegra ver que no me dieron oportunidad de recuperarme. Estoy satisfecho - dijo Sagga.
Minutos más tarde, estaban de vuelta en la casa, celebrando el final de su entrenamiento. Incluso Sagga se mostraba complacido.

Maestro, mañana iremos al pueblo. Necesitamos celebrar adecuadamente, y además, hay algunos amigos allí - sugirió Alcorth, levantando las cejas repetidamente.

Estoy de acuerdo con mi hermano, maestro. Merecemos celebrar - añadió Mizarth.

Está bien, mañana iremos al pueblo para una celebración adecuada. Se lo merecen - concluyó Sagga con una sonrisa.

 

***

Al otro día los hermanos y su maestro iban al pueblo a reunirse con sus amigos y Mirve, una mujer que había conocido Alcorth que siempre le gusto desde que llego el pueblo pero nunca se ha atrevido a decírselo, Mizarth y Sagga les gustaba molestarlo con ella.

- Aja mastodonte ¿al fin te vas a declarar? - pregunto Sagga mirando con el rabito del ojo a Alcorth.

Alcorth se puso rojo y bajo el rostro - no se de que habla -

- Si claro como no, no sabes de que habla el maestro - dijo Mizarth riéndose de su hermano.

- Claro, que vas a saber tu, casi ni puedes ir al pueblo porque novios, esposos, y hermanos de todo el pueblo te esperan para golpearte - espeto Alcorth con su frente arrugada.

- Un momento no te permito que me calumnies - Alcorth y Sagga lo miraron con los ojos abiertos - nunca me he metido con mujeres casadas - contesto Mizarth con las manos atrás de su cabeza y sonriendo

El tiempo se les fue volando mientras se metían entre ellos, y sin darse cuenta llegaron al pueblo.

Al llegar al pueblo se percataron que habían vehículos oficiales de las fuerzas armadas de Desaltaqs, le restaron importancia porque ya habían visto varios los últimos meses, siguieron al establecimiento para beber un par de rondas con sus amigos.

Llevaban varios minutos, casi una hora cuando entro una mujer de un metro setenta, era trigueña, esbelta con risos de color castaño, ojos grandes negros, sus cejas eran arqueadas, su labio superior era fino mientras que el inferior era carnoso, inmediatamente Mizarth y Sagga miraron a Alcorth mientras este ultimo le pasaba una servilleta por la boca a Alcorth, ambos se empezaron a carcajearse de la cara de Alcorth.

- ¿Sera que maduran? - dijo Alcorth mientras se quitaba la mano de Sagga del rostro.

- Hola chicos, maestro - dijo Mirve inclinando la cabeza para saludar a Sagga.

- Hola princesa ¿Cómo estas? - dijo Alcorth con una evidente alegría el rostro.

- hola cuñadita - dijo Mizarth sonreído.

- que yo sepa nadie se me ha declarado - dijo Mirve sonriendo y picándole el ojo a Alcorth.

Alcorth se puso rojo como un tomate y bajo la cara.

- Sera que lo haga yo entonces - dijo Mizarth con picardía y mirando a Alcorth.

- Ella merece un hombre que no se promiscuo como tu - dijo Alcorth con el ceño fruncido y los puños cerrados.

- tranquilo gordo se que algún día te animaras - dijo ella picándole el ojo.

- Casi se le explota la cara de lo rojo que se puso - dijo en vos alta Sagga y riendose a carcajadas.




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