El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 6 — Espejos y Secretos

Los del cuarto curso esperan en el aula de Duelos —dijo el profesor Hook desde su escritorio, cargaba una pila de pergaminos en sus manos—, debemos darnos prisa.

—Mi hermana debe estar asustada —dijo Richard Bolzen.

—Créame, Bolzen… Su hermana pequeña es mucho más valiente que usted. —Levantó la mirada y resopló—: Te tardaste demasiado, Bellmont.

—Es que se encontraba en el séptimo piso… —apresuré apoyando las manos por encima del pesado pupitre.

—Lo sé…

—¿Lo sabe? ¡Pudo haberlo mencionado!

El profesor sonrió levemente y en pie enrolló los pergaminos uno a uno; con un movimiento de varita. Juntó los rollos bajo el brazo y dijo:

—Lo siento mucho, Bellmont.

No lo siente, ¡ni un poco!

—Profesor, ¿podemos apresurarnos? La ansiedad me domina —declaró Danielle Pussett inclinada sobre un libro. Lo rasgaba con las uñas.

—¡De acuerdo! Ya saben qué hacer. Los veré allí —dijo Hook convirtiéndose en humo. Desapareció.

Todos en el aula colocamos las manos en el estante con colmillos bajo la tapa del pupitre. El mío gruñó; olfateó con fuerza y desesperación, y clavó sus delgados dientes en mis manos, y estremeciéndose comenzaron a tragarnos como si fuéramos dulces con forma de gusanos. ¡Aquí viene! ¡Es la mejor parte!

—Odio esto —confesó un muchacho de Hufflepuff antes de ser tragado. Parecía querer vomitar.

 

Al cabo de unos segundos aparecíamos en el aula de Duelos. La enorme habitación no poseía ventanas y la luz que despedían las antorchas flotantes se perdía en la inmensa oscuridad. Una base rectangular de un escalón de alto sobresalía en medio del aula. En aquel álgido lugar no había sillas ni pupitres: rodeábamos en pie la plataforma de duelos. Esta era revestida por un piso flexible de madera, mientras que al suelo común lo cubría una alfombra color petróleo brillante.

—Rachel Bolzen de Ravenclaw y Richard Bolzen de Gryffindor serán los primeros —dijo la voz del profesor Hook desde alguna parte. Su cuerpo no se percibía, por el contrario, su voz se oía excesivamente cerca.

Los dos hermanos subieron a la plataforma y dos pergaminos descendieron del techo no visible.

—¿Preparada? —preguntó Richard en un extremo, acercó la varita al pergamino flotante frente a él, y susurró con tranquilidad.

¡Hermosa sonrisa, pequeña Rachel Bolzen! ¿Qué planeas hacer? Alcé levemente los puños.

Los pergaminos brillaron y se desenrollaron, y una figura en cada uno se forjó; una maceta cayó al suelo delante de Rachel: un árbol pequeño estiró las ramificaciones. Frente a Richard una armadura vacía se ensamblaba, y desenfundó una espada como si esperara a la batalla.

—¡Comiencen! —gritó el profesor.

Rachel alargó su varita, musitó por lo bajo y el árbol torcido se desplazó de un empujón. La cabeza de Richard y el yelmo de la armadura bajaron simultáneamente.

—¿Acaso es un sauce? —preguntó Richard elevando una ceja, y la armadura fantasmal apoyó su espada sobre una de las ramas retorcidas y llena de bultos.

—No es cualquier sauce —dijo la muchacha mostrando los dientes y con una mano lanzó su largo flequillo rubio hacia atrás, y gritó—: ¡Acábalos!

—¿Eh? —Richard observó un conjunto de ramas que se estiraban hacia arriba; enroscándose con velocidad—. ¡Parece un brazo! —exclamó.

La espada se elevó y al caer: el sauce la despejó a un lado con su grueso puño izquierdo, y luego soltó un derechazo al casco. Este se disparó y golpeó justo en el rostro de Richard; sentándolo en el suelo de madera. ¡Las tablas amortiguaron la caída! El árbol oscilando comenzó a brincar hacia él. La armadura vibró y la maceta la aplastó, y en el momento que dio el último brinco la maceta de terracota se rompió llegando a sus pies. Rachel estiró un dedo y dijo:

—Es…, suficiente… —El sauce enroscó ambos brazos y su tronco se torció a un costado. Se tranquilizó.

—Bien hecho, Rachel —dijo el profesor Hook en tono serio—. Richard, tú quédate…

—Creí que iba a golpearme —dijo Richard agitado e interrumpiendo al profesor, y rápidamente se pudo de pie.

—¡No! Aún está activo, Bolzen…

Ambos puños del árbol formaron un garrote y este asestó un golpe en la mandíbula del joven Richard, y a la velocidad del relámpago fue lanzado fuera de la plataforma de duelos.

—Richard, ¿estás bien? —preguntó un muchacho junto a él.

—Lo estará —dijo Hook.

Rachel bajó de la plataforma con una sonrisa: era como si disfrutara que su invocación no haya cumplido la orden… ¿De verdad quería que se detenga? ¡Ella me agrada!

—¡Excelente sauce boxeador, Rachel! —gritaron en la oscura aula.

—Los próximos serán Arwen Bellmont de Slytherin y Zack Slich de Ravenclaw. —El profesor Hook aclaró la voz en las sombras y ordenó—: Suban a la plataforma.

Zack Slich… No lo conozco. Los pergaminos descendieron; él apoyó su varita, y haciendo un ademán de cortesía dijo:




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