El Sendero de las Artimañas

CAPÍTULO 14 — Humo de pipa y confesiones

Me sorprende que ese pequeño escudo sea tan fuerte —dijo, limpiándose el sudor de la cara con una toalla.

Sallow sonreía, yo frotaba mi cadera, y un murmullo venía fuera del baño de chicas del primer piso.

—Y aún no has visto nada…

—¿Tienes pensado alguna táctica para tu duelo?

Si rendirse puede llamarse «táctica», ¡tengo una!

—No por ahora.

Me duele todo el cuerpo… Sallow, eres muy agresiva para los entrenamientos. Me hubiera gustado practicar con Hunt.

—Mañana puedo ayudarte a pensar en una —dijo.

—¿Mañana también quieres entrenar?

—¡Claro, Bellmont! ¡No seas tan perezosa!

La puerta se abanicó con suavidad y una carcajada entró, y el rostro de Sallow cambió en segundos: de blanco con mejillas rosadas; al pálido del susto. La muchacha sonriente del quinto curso saludó con la mano. Se detuvo bajo el umbral de la puerta, y alguien tironeaba su cabello de corte recto.

—¡Vamos, Robin! Avanza de una vez, tengo que entrar —chilló una voz tras de ella, apretando las piernas—. ¡Ya no aguanto!

—Hola, Bellmont —dijo colocando un pie dentro del baño—. Hola, Sallow.

Sallow se lanzó unos centímetros hacia atrás, trago saliva y tartamudeó:

—Hola…

—Robin Slam, ¿verdad? —dije lavándome las manos.

—Así es, vamos a casi las mismas asignaturas.

—¡Genial! —agarré a Sallow de la mano y suspiré—: Estoy cansada y me debes una taza de té, Sallow… ¿Nos vamos?

—¿Eh? ¡Sí! —apresuró.

—Adiós, Slam —solté sonriente, cruzándola de lado.

—Adiós, Bellmont.

—¿Te hablas con ella? —susurraron dentro del baño.

—No —respondió Robin Slam, con desdén, y la puerta se cerró.

—¡Tienes las manos mojadas! —resopló Sallow soltándome la mano.

¿Acaso Sallow se incomoda si me ven junto a ella? ¡No puedo tener tan mala reputación!

 

Esa tarde, un humo gris y ligero llenaba cada espacio de la habitación del desterrado. Vamos…, muéstrate. Succioné de la boquilla; mantuve el aire en la boca y soplé de izquierda a derecha, y encendiendo una vela: miré con el ceño fruncido… ¡No logro ver nada! Mi cuerpo se encontraba sentado en el suelo. La puerta se abrió. Bear sostenía una hoja amarillenta de pergamino. Se tapó la nariz y gritó:

—¿Qué demonios haces? ¡¿Acaso estás fumando?!

—Por supuesto que no —dije, con calma y alzando la larga pipa. El humo formaba hilos irregulares que flotaban y se desarmaban. Inflé mi boca una vez más y solté.

—No puedes hacer esto en el colegio, Arwen —susurró, cerrando la puerta—. ¿Necesitas ayuda? Tenemos que pensar en algo. —Sacudió un suéter de cuello vuelto que encontró en el suelo. El humo seguía estancado en el aire—: No se mueve… ¡Esto es malo!

—El humo solo se queda en mi boca, Bear… No seas tan dramática.

La fragancia a mezcla de romero; hojas y raíces de malvavisco, y salvia blanca: incrementaba. Ella se inclinó con rostro pensativo, observó el aire gris y olfateando preguntó:

—¿Intentas tener una visión? —Continuó olfateando—. Mi madre utilizaba una técnica similar…

—Así es, precisamente del futuro —dije con una sonrisa. Mi cabello caía sombrío sobre mi rostro.

¡SNIFF!

—Un cuerno… —soltó Bear de repente.

¡¿Eh?!

—¿Qué dijiste?

—Un niño muerto, ¿tal vez? —divagó, y tosió—. ¡Qué incomodo!

—¿Cómo era el niño? ¿Su cabello era rubio? —exclamé, elevando las cejas—. ¿Realmente puedes ver algo?

—¿Qué? ¿Tú no?

—No logro ver nada… ¡Nunca puedo ver nada! —dije moviendo la cabeza, mi cabello envuelto en humo se agitó; y el humo se esparció, y luego volvió.

—¿Y para qué lo haces? —Bear rasgó con los dedos la humareda, buscó mi rostro y sujetó mi barbilla—. No sé lo que veo, Bellmont…, pero dejaras toda mi cama con un olor asqueroso…

—¡Dime lo que ves!

—¡Aaaj! —Enderezó el cuerpo; puso una mano en la cadera y alargando un dedo señaló—: Aquí hay un niño de pelo color café…, creo. —Llevó el dedo a otro fragmento de humo revuelto—. Está muerto, y a su lado… Un animal horrible, le falta un cuerno. —Apoyó la mano en su boca, y estiró el mentón—. Espera, parece más bien una persona con cuernos, ¿tal vez? ¡Qué tontería!

Imposible, ¿por qué mostraría eso? Volví a escupir humo… ¡Quiero ver el futuro!

—¿Qué más? —pregunté, girándome hacia ella.

—¡Ya basta! ¡Pareces mi madre! Es solo humo, tonta…

—Por favor —dije, sujetándole una pierna. ¡Ella tiene un don para ver!

—¡Bien, bien! —Bear sentó los muslos a mi lado, se tomó un tiempo y gruñó—: ¡No veo nada! —Alargó la nariz hacia delante, sonrió y añadió—: ¡Espera! Somos nosotras…, ¿quién es ese? ¿y por qué trae una espada?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.