El señor amargado ¿puede ser mi papá?

CAPITULO 1

CAPÍTULO 1.

Charlotte.

No sé si he tomado la decisión correcta o solo es un intento desesperado de encontrar estabilidad, pero mientras conduzco entre edificios bajos y calles anchas, me prometo a mí misma que no voy a mirar atrás.

Esta vez no, esta vez solo quiero avanzar, aunque no sepa muy bien hacia dónde.

—¿Falta mucho, mami?

Escucho la vocecilla de Nora desde el asiento trasero. Está medio dormida, con su peluche aplastado contra la mejilla y los rizos pegados a la cara por la siesta.

—Ya casi estamos, mi amor, estamos muy cerquita.

Ashburd es una ciudad pequeña, aunque más grande de lo que me imaginaba.

En este barrio, hay árboles por todas partes, gente caminando con calma, escaparates de panaderías, un parque con columpios que me recuerda a mi niñez y que me hace sonreír sin querer.

Doblo la última esquina guiada por el GPS y ahí está; la calle de Desiré.

Y justo a doscientos metros, frente a una casa blanca, en la entrada, con su bonito y pelirrojo cabello recogido leyendo un libro que tiene en la mano, está ella, Desi. La única persona que me ha aguantado en mis peores momentos sin decir una sola vez “te lo advertí”.

Mi amiga incondicional desde que tengo memoria.

—¡Por fin! ¡Pensé que te habías perdido!

Me bajo del coche y ella me abraza tan fuerte que me cuesta respirar, pero no me suelto. Porque este abrazo me ancla. Me recuerda que estoy viva, que estoy aquí, que he hecho lo correcto. Aunque me tiemblen las piernas y me muerda la lengua para no llorar.

—Estás más flaca —me dice, mirándome de arriba abajo, con ese gesto entre reproche y ternura que solo ella puede hacer sin que me ofenda—. Y traes los ojos como si no durmieras desde hace años.

—No es mentira. He comido poco y dormido peor —respondo intentando sonreír, y sé que no cuela, pero no me insiste.

Nora baja del coche arrastrando su mochilita y con su conejito bajo el brazo. Se queda quieta, mirando todo con desconfianza, pegada a mí como una ventosa.

—¿Tú eres Nora? —le pregunta Desi, agachándose a su altura—. ¡No puede ser! ¿Cómo has crecido tanto?

—Claro que es Nora, es que ya tiene cuatro años —intervengo para animarla a que hable.

—He crecido, pero soy Nora.

—Pues yo soy la tía Desi, por si no lo recuerdas, y tengo un bote gigante de galletas, una habitación llena de cuentos y una cocina que necesita una chef ayudante urgente. ¿Tú crees que podrías echarme una mano?

Nora asiente muy seria, sin soltar el peluche, y me hace gracia porque parece una mini adulta cuando se pone así.

La casa de Desi es justo como la recordaba. Cálida, luminosa, con libros por todas partes y tazas que no combinan entre sí, pero te hacen sentir en casa. Me dejo caer en el sofá mientras ellas desaparecen hacia el pasillo, y me permito suspirar hondo. Es un suspiro que duele, que parece que arrastra todo lo que he cargado hasta ahora.

Desiré vuelve a los cinco minutos con dos tazas de café y se sienta frente a mí.

—¿Quieres contarme por qué solo he tenido dos días para organizar tu llegada? Y que conste que no es reclamo, es preocupación.

—No sé por dónde empezar.

—Por el principio. Por donde creas que te duele menos.

—Después de denunciar a Steve por no pasarme nada para la manutención de Nora, cuando llego el día del juicio, el muy… bueno, él lo negó todo delante del juez. Dijo que si no me daba nada, era porque no es el padre, que no quería saber nada de la niña. Luego su abogado le dijo al mío que si seguía insistiendo iba a hacerme la vida imposible, que iba a eternizar el proceso por años.

—Maldito desgraciado…

—Y yo me asusté, Desi. No por mí, por Nora. No quería que ella creciera en mitad de una guerra viéndome luchar contra alguien que no la quiere. Así que acepté el trato que me ofreció. Dije que no, que él no es el padre y que retiraba la demanda. Que no tenía que dar más explicaciones sobre mi hija. Solo le pedí que firmase lo que mi abogado le diera para renunciar a ella para siempre y ya, presenté mi dimisión en la clínica, hable en el colegio de Nora, te llamé y aquí estoy.

Desi no dice nada, solo me escucha. Y eso es justo lo que necesito.

—Quiero empezar de cero, solo eso. Encontrar un trabajo, cuidar de Nora, y dormir una noche entera sin pensar en cómo voy a enfrentar los gastos o en cómo me voy a organizar para poder cuidarla y trabajar a la vez. No es mucho, ¿no?

Ella niega con la cabeza y me toma de la mano.

—Eso no es nada, lo vas a tener. Yo escribo en mi despacho, pero tomo descansos como en cualquier trabajo y te ayudaré con ese angelito.

Sonrío sin poder evitarlo, y justo en ese momento aparece Nora en pijama, con el pelo revuelto y una galleta en la boca.

—Mami, la tía Desi tiene cuentos con dibujos —dice con la boca llena—. Y un plato que gira solo.

—¿Un microondas, mi amor?

Asiente entusiasmada y las dos nos echamos a reír. Ahora siento que quizás… sí, quizás debí pedirle ayuda antes, porque parece que todo esto va a salir bien.

—¿Y el trabajo? —pregunta Desi cuando Nora vuelve a desaparecer.

—Mañana tengo una entrevista en la Clínica Vitali Ashburd Center.

—Son buena gente, conozco a los dueños Margaret y Christopher. Además de que tienen un patrimonio importante. Tienen un hijo pediatra que trabaja en la clínica que tiene pinta de actor de serie turca y otro que vive en España creo.

—¿No me digas? —respondo ironizando sin mucha gracia.

—Dicen que el pediatra es arrogante e insoportable. Se llama Arthur Parker. Yo no lo conozco, pero lo he visto y es muy serio.

—Perfecto. Mientras me pague, puede serlo.

Y las dos nos reímos otra vez, aunque yo ya empiezo a sospechar que ese pediatra con pinta de actor va a ser un problema.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.