El Séptimo Piso

La Puerta de Obsidiana

            Todo comenzó hace una semana, justo en la noche del Día de Brujas; de Halloween… ―comenzó explicando en trance, dormido, y con rápidos movimientos bucales a la vez que respiraba con facilidad.

           

            Estaba volviendo de mi trabajo, uno donde me acababan de despedir, junto a unos amigos que me apoyaban para seguir adelante, diciéndome que no importaba, que me podrían conseguir otro incluso aún mejor. No me importaba, ya que podía, como decían ellos, encontrar algún otro lugar donde me sintiese más a gusto. Por eso los invité a tomar un par de cervezas con ellos y volver a mi apartamento para prepararme para la noche. Tras unas cuantas, y algunas copas más fuertes, acabé por no darle más tiempo al vicio y volver cuanto antes.

            Vivía a unas cuantas calles, no muy lejos de donde estábamos tomando. Alquilaba desde hacía algunos días un pequeño apartamento con una sola habitación en el sexto piso de un destartalado hotel que llevaba años en venta y que, según el dueño, era el más barato de la zona. Pues tras investigar un poco antes de trasladarme comprendí que efectivamente lo era. ¿Cómo no iba a serlo? No tenía mucho; nada realmente. Ni ascensores, ni un servicio de limpieza continuo ni buena iluminación. El cableado eléctrico era un asco, pues las luces fallaban a cada minuto, y no tenían buena recepción dentro del edificio, como si de un túnel perpetuo se tratara.

            Al entrar por la puerta principal perdí la señal de mi celular y ningún otro mensaje llegó a mi correo. No es como si me llegasen muchos, pero era un silencio incómodo cada vez que entraba al hotel. Atravesé la recepción, donde ese día no había nadie por ser festivo, revisé mi buzón en una de las paredes laterales, que apenas y eran cajas metálicas incrustadas de la mejor manera en la gran estructura, y no encontré más que publicidad y el periódico barato matutino.

            Dejé atrás el buzón y subí por las escaleras hasta llegar a mi apartamento. Cuando estaba por sacar mi llave, escuché gritos que venían del piso de arriba. Gritos de auxilio que pronunciaban mi nombre tras pedir ayuda. Me llamaban… así fue como corrí por la escalera en forma de medio caracol hasta alcanzar el último escalón, y vi la gran puerta del apartamento de donde provenían los gritos; Una gran puerta negra con el tamaño para dos personas enmarcada con un rojo oscuro, como si de sangre reseca se tratase. Parecía llevar años allí cerrada. Estaba cubierta de polvo y telarañas que brillaban por la luz del foco que apenas y servía para iluminarlas, pues no alcanzaba a cubrir la puerta en sí.

            Me acerqué para escuchar mejor, muy valientemente, y puse mi oreja sobre su quemada madera. Escuché de nuevo mi nombre y, al tocar su desgastado pomo, se abrió tragándome sin previo aviso, atrayéndome a su absoluta oscuridad e iniciando las pesadillas...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.