—Ryan… —saludó un chico que se acercaba a Ryan, quien aún sostenía en sus brazos a Agnis. Este al darse cuenta se soltó de los brazos de Ryan sin perder sus mejillas sonrojadas.
—¿Listo para el juego natural? —preguntó aquel chico sin fijarse en Agnis—. Oh, hola soy Jonathan —dijo aquel chico cuando notó a Agnis. Jonathan estiró su mano como signo de saludo. Agnis apretó su mano—. ¿También vas a jugar? —interrogó el chico.
Agnis volteó a ver a Ryan.
—Es un juego que se basa sobre la tradición de los seres naturales —explicó Ryan sintiéndose intelectual. Agnis, desconcertado, volcó su mirada hacia Jonathan.
—Es un juego que consta de dos jugadores y consiste en prácticamente superar una situación adversa —contestó Jonathan ante la mirada de súplica de Agnis.
—¿Y cómo se supera? —preguntó Agnis con un poco de intriga.
—Fácil: trabajando como fisicalistas y mentalistas.
—¿Ah? —expresó Agnis sin entender. Jonathan se burló un poco de la incomprensión de Agnis.
—Mira —explicó por segunda vez Ryan—, trata sobre pelear con un ser nocturno, pero con la condición de que pelees como lo haría un dúo de seres naturales.
—Sííí… —dijo Jonathan con un tono relajado y seguro—. La unión entre un mentalista y fisicalista es la más pura, aunque no sea tan puritana como la de una élite —se jactó Jonathan, como si perteneciera a una élite y de buen renombre.
—¿Cuál es la diferencia? —Agnis dio un paso de interés hacia adelante.
—La unión de un dúo de seres naturales no es de naturaleza mágica, sino natural… —explicó Ryan—. En cambio —Intervino Jonathan—, la naturaleza de unión de una élite es de carácter mágica.
Aun cuando Agnis había asistido ya a varias sesiones de las regulaciones mágicas, era verdad que jamás le enseñaban cosas de este estilo, sino que simplemente le inculcaban sobre el sistema de magia, principios de la magia, repercusiones de la magia en los seres mágicos y sobre las características de los seres mágicos; sin mencionar las sesiones prácticas de un combate arduo.
—Quiero jugar —expresó Agnis a Ryan como si fuese un niño mimado. Además, tenía curiosidad de aprender un poco más de los seres mágicos.
—¿Tienes un compañero? —inquirió Jonathan.
—Él viene conmigo —dijo Ryan pasándole el brazo por encima de Agnis.
Primero, Jonathan quedó mirando a Ryan con una cara de no-puedo-creer-que-me-hagas-esto-tío. Segundo, detalló con un análisis minucioso a Agnis. Luego, se enteró que Agnis era el chico de Ryan, así que transigió el comportamiento descortés de Ryan.
—Dale, pero me debes una —acusó Jonathan—. Solo porque es tu chico —declaró Jonathan mientras se iba a buscar un compañero.
Agnis se sonrojó e intentó decir algo al respecto, pues obviamente todo se trataba de un equívoco; sin embargo, Jonathan ya se había ido, así que Agnis lo dejó pasar. Ryan, mientras tanto, se reía de la situación, esa risa incómoda de no querer decir palabra alguna, quizá porque temía que Agnis se enojara. Ryan dejó de reírse al ver el vistazo fusilador de Agnis. Luego Ryan (con una maniobra apaciguadora) condujo a Agnis a una habitación inmensa con abundantes gelatinas verdosas.
—¿Cómo se supone que se juega? —indagó Agnis al sentir repugnancia.
—Fácil… —dijo Ryan. Luego cogió de entre las mesas un brebaje morado—. Debes tomar esto —Señalando— y debemos —agregó— sumergirnos en eso —Señaló las gelatinas verdosas.
—¿Qué es esto? —preguntó Agnis quitándole el brebaje de las manos a Ryan. Acercó sus ojos para ver a través de él: era tan viscoso como aquellas gelatinas.
—Esto permite asimilar una conexión natural —afirmó Ryan—, esa conexión —explicó con más detalle— de los fisicalistas y mentalistas.
—¿Y esas cosas verdes? —le preguntó Agnis a Ryan.
—Esas cosas nos permiten viajar a situaciones adversas.
—Que son… —Agnis forzó completar a Ryan.
—Ya te había dicho —recalcó—: pelea con seres nocturnos.
Agnis empezó a reírse por ser tan olvidadizo.
—¿Esto es permanente? —dijo Agnis con una voz demasiado tierna. Ryan se abrumó de tanta ternura.
—No, solo durante el juego —declaró—, haz la última pregunta —amenazó Ryan cansado de tanto interrogatorio.
—¿Esto es suficiente para los dos? —dijo Agnis mientras volvía a examinar el contenido del brebaje encantado.
—Lo siento… —se disculpó Ryan—. ¿Por qué…? —intentó decir Agnis, pero Ryan le arrebató el brebaje, lo depositó en su boca y jaló a Agnis dentro de la gelatina verdosa.
Dentro de la viscosidad de la gelatina verdosa, Agnis no podía respirar, empezó a desesperarse e intentó salirse con un pataleo; pero Ryan se aproximó con facilidad sobre él, avecinó sus labios contra los de Agnis, lo besó y le traspasó el brebaje encantado a través de un apasionante beso. Al principio Agnis se impresionó. Luego, se relajó y se dejó llevar por el momento. La gelatina verdosa había capturado el momento apasionado del beso sincero de dos chicos, uno ser esencial y el otro ser sobrenatural.
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Editado: 28.06.2021