—¿Ethan? —me llamó Agnis con una voz esperanzada, pero ¿aún seguía siendo Ethan?
Dejé entrever mi dedo índice y desaté un lazo renegrido que se ató en su cuello. Agnis chasqueó su mano e hizo desaparecer mi magia como si no significara nada.
—Ethan, no quiero hacerte daño —me amenazó Agnis, ¿acaso podía hacerme más daño del que ya me había hecho?
—«Conjuración nigromante: cadenas esclavizantes» —conjuré. Mi oscuridad se transformó en muchas cadenas que lo atraparon. Viendo cómo intentaba liberarse, lo inmovilicé solo con una mano.
—Ethan, soy Agnis —me dijo Agnis mientras me daba cuenta que Agnis no sentía lo mismo.
—«Conjuración nigromante: malversación del ánima» —conjuré tratando de hacer que Agnis me entendiera o que, al menos, fuera como yo.
De repente, Agnis desapareció y reapareció en mi hombro.
—Deja salir tus sentimientos —me retó Agnis mientras me daba un cálido abrazo en mi cuello. ¿Acaso no era suficiente para él lo que estaba sintiendo? Entonces, ¿por qué hablaba de mis sentimientos con tanta facilidad?
Molesto, golpeé a Agnis como si estuviera zumbando en mis oídos.
—Déjame ver tus sentimientos —me gritó Agnis. ¿Qué era lo que Agnis creía que estaba viendo?, me hubiera gustado que me contase lo que estaba viendo, porque ni siquiera yo mismo podía imaginarme.
Me enfurecí de sus incoherencias: ¿acaso no veía que me había convertido en el mismo mal?
—«Conjuración nigromante: destello del padecer» —conjuré para absorber todo lo que pudiera sentir a mi alrededor.
—No me dejas de otra —dijo Agnis: ¿acaso había de otra?—: «Conjuración: despertar del sueño» —conjuró Agnis tratando de remover mis sentimientos más de lo que estaban.
Por un momento me agracié de su débil ataque mágico, pero su magia removiéndose en mi interior me hizo advenir todo recuerdo acre. Su magia era tan dulce, delicada y agraciada que empecé a retorcerme en mis recuerdos. «Es justo por esto que estoy sufriendo», me dije queriendo soslayar mi propia realidad.
Me estaba convirtiendo otra vez en el príncipe de la oscuridad, pero esta vez sin Natus Vincere no podía ser apaciguado o, incluso, detenido. No quería lastimar a Agnis, realmente el chico no tenía la culpa, pero ¿yo sí? Ahora era el Dracoliche que siempre he sido. Estaba sumido en la oscuridad de mi corazón.
De improviso, Agnis abrazó mi cara y pude sentir una relativa calma. Sin embargo, no quería apaciguarme, sino aventajarse en la batalla. El sabor de esta magia era distinto a la de Agnis, pues podía percibir que tenía un aroma demasiado categórico, simple, insulsa. Empecé a perder mi vitalidad: irónico, ¿no? El príncipe de la oscuridad había decaído.
Las tinieblas regresaron a mí cuando Agnis se quitó. Los sentimientos se apoderaron de mí y yo, plácido del gusto, me dejé llevar. Me eché hacia atrás para tomar impulso, inhalé la vitalidad de la atmósfera y exhalé mi aliento de fuego oscuro hacia Agnis. Este intentó cubrirse, pero no fue lo suficiente ágil como para resistir mi ataque.
Agnis estaba tendido sobre el suelo, al parecer, desfallecido. Mis propios sentimientos coaccionaron a las sombras de mi Dracoliche para que me devolvieran mi cuerpo de ser esencial. Había regresado a la normalidad, comandado por mis sentimientos hacia Agnis. Me encaminé hacia él. Lo recogí en mis brazos y no escuchaba su vitalidad, quizá porque yo ya estaba muerto ¿Agnis estaba muerto? Escuché las voces de Sebastián, Emma y Katie. Corría hacia ellos con Agnis en mis brazos.
—¿Está muerto? —le pregunté a Katie con una lágrima fenecida entre mis ojos.
Katie se acercó a su boca y como si se tratase de un ser natural dijo:
—Está respirando.
Pude ver que los chicos estaban contentos de que hubiese vuelto a la normalidad: ¿realmente se puede decir que regresé a la normalidad? Me alegré que Agnis aún siguiera con vida, no… que Agnis aún siguiera en mi vida.
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Editado: 28.06.2021