Es en el mundo natural donde Agnis se desempeña como un artista, al menos, errante.
Agnis sabía, con seguridad, que del mundo natural provienen exactamente dos tipos de seres. Por un lado, están los seres naturales que utilizan la razón mental, llamados mentalistas, que son capaces de hablar por telepatía, leer la mente e, inclusive, alterar o controlar la realidad mental. Por otro lado, están los que utilizan la razón física, llamados fisicalistas, que son capaces de alterar sus habilidades físicas (como la fuerza, velocidad…) o de controlar el ambiente en el que se desenvuelven. Además, existe una unión fuerte entre mentalistas y fisicalistas, conocida como el entrelazo natural.
Mientras caminaba sin rumbo, Agnis pensaba que no hacía parte del mundo natural, no en ese aspecto. Mientras tanto, sacó una de sus colecciones artísticas para detallarlas un poco, pues realmente admiraba su propio arte. De improviso, chocó con una chica de la misma altura que él, quizá unos milímetros más alta. Las cartas pictóricas se deslizaron de los dedos de Agnis, cayendo al suelo. Tanto Agnis como la chica se agacharon a recogerlas.
—Disculpa… Disculpa… Disculpa… —decía reiteradamente la chica con cabello rizado corto.
Agnis simplemente recogía las cartas sin echarle un vistazo a la chica. Una de las cartas llamó la atención de la chica: era la silueta herbácea de una delicada hada con unas manos voluptuosas sobre su mentón. La chica quedó fascinada con la carta.
—Es divina… —dijo la chica con un tono de admiración melodramático.
Agnis empezó a sentir una presión rara.
—¿Puedo quedármela? —preguntó la chica sin una pizca de prudencia.
Agnis asintió un poco avergonzado. Luego salió corriendo en cualquier dirección y se escondió detrás de la pared de un inmenso edificio. Su corazón se sentía inquieto, como si apenas estuviera entablando una amistad. La chica quedó extrañada, pero encantada con la carta del artista errante. Luego luego siguió su rumbo.
Agnis se asomó para ver si la chica seguía en su lugar, pero se dio cuenta que se había marchado. Otra amistad posible arruinada.
—Hoy será tu día —arremedó Agnis a Spot mientras seguía caminando—. Solo espera y verás —decía todo enojado con Spot.
Sin darse cuenta, Agnis se había metido por un turbio callejón. Dos hombres decrépitos lo emboscaron. Agnis dio un paso intimidado hacia atrás.
—¿Qué hace un pequeño chico como tú por estos lares? —dijo uno de los hombres.
Agnis se aferró a su maleta con todo dar, pues no estaba dispuesto a que le robaran el esfuerzo, el tiempo y la dedicación que le había costado hacer sus obras pictóricas
—Todo menos la maleta —dijo Agnis amedrantado.
—Ja, estúpido —insultó el otro hombre—. No es eso lo que queremos, chiquito —dijo el hombre mientras mostraba su cinturón.
Agnis se asustó realmente. Dio rápidamente vuelta para correr, pero uno de los hombres, quizá fisicalista, se le adelantó y lo abofeteó. Era la primera vez que le zampaban un buen golpe a Agnis, pues Spot nunca lo hubiera permitido. Agnis se llevó su mano al cachete y lo sintió completamente caliente. Agnis estaba a punto de chillar, pero probablemente no lo haría, porque Spot se molestaría. El hombre mandó otra vez la mano para golpearlo. Agnis cerró los ojos.
Agnis escuchó que algo o alguien se avecinó y les propició una excelente paliza.
—Puedes abrir los ojos…
Agnis entreabrió los ojos y logró visualizar, delante de él, a una muchacha con un cabello largo ondulado de color rojo oscuro. Agnis logró ver la expresión de Spot en esa muchacha, como si protegiera a los más débiles. La muchacha dilató sus fosas nasales para detallar el olor corporal de Agnis. En maniobras aceleradas, la muchacha se movía imparablemente alrededor de Agnis tratando de reconocer el aroma peculiar de Agnis.
—¿Pasa algo? —preguntó Agnis ante la rara actitud de esa muchacha.
—Tu aroma… —decía la muchacha mientras seguía oliendo a Agnis— es peculiarmente familiar.
La muchacha agudizó sus sentidos para detallar este aroma que extrañamente reconocía en Agnis. Más tarde, localizó el aroma: era el aroma de la chica con la que Agnis había chocado al principio.
—Ten mucho más cuidado por estos lugares —dijo la muchacha mientras en una velocidad vampírica desaparecía.
—Gracias… —dijo Agnis sin que la muchacha alcanzara a oír.
Cuando Emma desapareció, Agnis salió apresurado del callejón.
A la par que avanzaba, Agnis podía entrever que la ciudad de Pavistón había sido militarizada por el mundo mágico, tal cual como Spot le había advertido. Esta vez, Agnis debía hacer caso a las advertencias de Spot, de lo contrario podía meterse en apuros.
Ahí estaba el parque principal de la ciudad de Pavistón: uno de los parques más concurridos de la ciudad de Pavistón, debido a que es el parque con las mejores atracciones mágicas. Agnis iba ahí a vender sus obras pictóricas, porque era donde más gente concurrida encontraba a menudo.
Había decidido a quién venderle su arte, pues ya había fichado a un chico de pelo casi mono, que estaba sentado sobre uno de las bancas del parque principal.
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Editado: 23.12.2022