Agnis se había adentrado a las profundidades gelatinosas de la regulación mágica de la conjuración. Caminaba por un pasadizo difuso, como si la visión le indicara cuál era la ruta a seguir. Agnis resultó entrando a un enorme salón de clases donde inmediatamente pudo visualizar a muchos seres mágicos.
Cuando Agnis trató de tomar uno de los puestos de ese salón de clase, un grupo de seres mágicos empezaron a sabotearlo. Agnis comenzó a ofuscarse, hasta que uno de ellos le hizo una zancadilla y del golpe en el suelo reaccionó.
Otro ser mágico se le acercó y lo ayudó a levantarse.
—Los demonios pueden llegar a ser muy juguetones —decía el ser mágico que ayudaba a Agnis a levantarse.
Agnis se incorporó. De repente, un ser mágico salió disparado para su puesto gritando:
—Ethan…
«¿Ethan?», pensó Agnis sin entender, pero cuando logró cogerlas se asustó tanto que se sentó en el primer puesto que encontró.
En ese salón de clase en el que Agnis se encontraba entró el mismísimo Ethan, ese Ethan que lograba sonrojarlo de alguna manera, ese Ethan que le alcanzaba a mover la tierra, ese Ethan que le causaba una sumisión inexplicable.
Ethan entró al salón de clase sin fijarse en Agnis.
—Soy Ethan —se presentó. Con una sonrisa perversa le hizo saber a Agnis que siempre estaría pendiente de él. Agnis se perturbó—, soy un hijo de la muerte de los seres supranaturales —decía con un orgullo entre sus ojos— y, de ahora en adelante, seré su regulador mágico de la conjuración —puntualizó Ethan a la vez que se quitaba su extensa guerrera, dejando al descubierto toda su delineada parte ventral.
Ethan se sentó sobre su escritorio. Agnis sintió un poco de rubor al ver los pectorales de Ethan. Agnis agachó la cabeza para que la mirada de Ethan no lo intimidara más, intentando estabilizar su respiración.
—La ciudad conjurada es la ciudad mágica que representa al mundo supranatural… —prosiguió Ethan mientras experimentaba curiosamente un deseo de que Agnis lo notara. Luego le quitó la mirada—, principalmente porque la conjuración proviene de los seres supranaturales…
—Tú —Señaló Ethan a Agnis—, ¿cuáles son los seres supranaturales?
Primero Agnis trató de aclararse: Ethan lo estaba intimidando muchísimo. Después tanteó recordar lo poco que Katie le había enseñado.
—La raza de los ángeles —le contestó Agnis quizá con uno que otro tartamudeo. Ethan enarcó una ceja—, la de los demonios y la de los hijos de la muerte —Agnis acabó con un suspiro ahogado.
—¿Cómo los diferencias? —le atisbó Ethan como si quisiese emboscarlo.
Menos mal Agnis lo sabía.
—Por el color de sus alas —desembuchó Agnis en voz baja.
Ethan acabó en carcajadas al igual que todos los demás. Agnis se sonrojó y odió a Katie por un momento. Ethan se levantó, se aproximó a Agnis y lo acechó con la mirada.
—¿En serio crees en esos cuentos? —le objetó Ethan duramente. Ethan se las olía que era influencia de Katie—¿Y si fueses ciego? —le preguntó Ethan tratando de seguirle el juego tonto, como solía hacerlo con Katie.
Agnis se encogió de hombros. Ethan esbozó una sonrisa de satisfacción.
—¿Alguien más sabe?
Un ser mágico tomó la palabra, quizá uno de la raza de los demonios, posiblemente ese mismo que hizo caer a Agnis como si fuese una diversión demoníaca.
—Es el mandato del ser supranatural lo que los diferencia…
—¿Mandato? —preguntó Agnis en voz alta.
Ethan simplemente se le burlaba de la ignorancia.
—Estúpido —lo llamó ese demonio que lo hizo caer.
Como si se tratase de una bestia, Ethan lo fulminó con aversión. El pobre demonio hizo un sonido gutural. Agnis podía percibir un hedor dominante que se desprendía de Ethan. Más tarde Ethan guardó la calma, recuperando esa sonrisa picaresca suya.
—Los mandatos son la magia interna que los descendientes heredan de las deidades supremas —Ethan paralizó su explicación, como si no quisiese hablar de esto frente a Agnis—. Existen tres tipos de mandatos: el mandato del beneficio que es el que hace a un ángel, el mandato del maleficio que es el que hace a un demonio y el mandato de la purga que es el que hace a un hijo de la muerte…
La regulación mágica era tan aburrida para Ethan, solamente cuando era regulador mágico en espacios monótonos de enseñanza en los que no había ningún tipo de diversión, bueno, esa extraña diversión de Ethan.
—Seguidme —les gritó a todos mientras salía del salón de clase.
Todos siguieron a Ethan por un pasillo enigmático de la regulación mágica de la conjuración. Dado que Ethan había olvidado su guerrera, Agnis se aventuró a recogerla y a llevársela. Agnis iba con pasos quedos detrás de la multitud de seres mágicos. Tras todos cruzar por la puerta por la que Ethan había entrado, todos y cada uno de ellos aparecieron en una especie de plataforma mueblada de árboles enmarañados.
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Editado: 23.12.2022