El Ser Mitológico (segunda edición)

3

Agnis se introdujo en un vasto salón de clase rudimentario en el que se encontraba una diversidad enorme de seres sobrenaturales: desde hombres lobos pasando por hadas, elfos hasta llegar a especies que no lograba reconocer. Esos seres sobrenaturales eran tan revoltosos que Agnis quiso revolcarse al son de ellos, un son diferente al de los seres supranaturales, pues Agnis sentía que había barreras especistas entre los seres supranaturales.           

Agnis, impacientado, estaba esperando a su regulador mágico del encantamiento al igual que los demás seres sobrenaturales. De repente, a ese salón de clases rudimentario entró un chico elegantemente apuesto, suficientemente alto y ajustadamente fornido. Agnis apostaba que la sonrisa de ese chico era semejante a la de un demonio, esa sonrisa perversamente atractiva. Sin embargo, más tarde se convenció de lo contrario.            

Todos en el lugar tomaron su puesto con prisa.           

—Para los que no me conocen —El chico se fijó en Agnis, como si no hubiera más seres mágicos ahí—, que es probable que no me conozcan —enfatizó el chico con una sonrisa que cautivó a más de uno—, mi nombre es Ryan —se presentó ya enfocándose a los demás—, soy un ser sobrenatural diurno.           

De manera repentina, en ese salón de clase rudimentario comenzó a cambiarse todas las piezas hasta convertirse en una plataforma con mucha selva por delante. Cerca del regulador mágico había una jaula herméticamente de vidrio que contenía a un nocturno: una medusa diabólica.           

—La ciudad encantada es la ciudad que nos representa a nosotros —comenzó a explicar Ryan echándole de vez en cuando un vistazo a Agnis—, los seres sobrenaturales —enfatizó—. Encontrarán, espero que no —les advertía Ryan—, dos tipos prominentes de seres sobrenaturales: los diurnos —Ryan se señaló a sí mismo— y los nocturnos —Señaló a esa medusa bestial.           

—¿Alguien puede decirme cuál es la diferencia?            

—Los diurnos podemos transformarnos en nuestros nocturnos, pero los nocturnos no tienen una forma humana —respondió una de las hadas con un matiz plano.           

—Exacto —dijo Ryan mientras le picaba un ojo a Agnis. Este se achicó. Nadie más lo notó—. Cada uno de nosotros, los diurnos —recalcó—, puede convertirse en su transformación nocturna, adquiriendo demasiado poder oscuro —Ryan le señalaba a la medusa enjaulada—, pero si permanecemos por mucho tiempo en nuestra transformación nocturna es posible que no podamos volver a nuestra forma antropomórfica, despojándonos así de toda humanidad posible —les avisó Ryan.           

Sólo Agnis tragó saliva.           

—¿Qué pasa con los seres diurnos que se convirtieron en nocturnos, pero no pudieron regresar a su forma diurna? —preguntó Agnis.           

Ryan quedó viendo a Agnis: percibía un aroma dulce en Agnis que hacía querer tirarse encima de él.           

—Se pierden en sus nocturnos sin poder regresar a su forma diurna —enfatizó Ryan tratando de disimular las ganas que le tenía a Agnis—. Se convierten en bestias sobrenaturales, igual que cualquier otro nocturno de nacimiento —Ryan señaló a la medusa— que merodea en la dimensión sobrenatural.           

Ryan no quiso ahondar más en el tema e hizo desaparecer la medusa enjaulada con sólo tocar el vidrio.

—El encantamiento es la magia que se expresa mediante los objetos o cosas —afirmó Ryan—. Encantar más de lo que pueden produce suficiente desgaste sobrenatural como para que mueran incinerados o en algún otro tipo de descomposición —les amonestó.          

Agnis sentía una presión inusitada cada vez que Ryan lo miraba.            

—Encantar es conceptualizar cómo vamos a integrar la magia para después señalizarle el camino para que fluya a través del objeto o cosa. ¡Ojo! —vociferó Ryan—, si utilizan la magia interna del objeto, entonces este se descompondrá. Deben siempre utilizar su propia magia a través de los objetos.            

—¡Cada uno! —vociferó Ryan sacando de la tranquilidad a sus estudiantes—. Tomen cualquier objeto.           

Cada uno de los estudiantes cogió el primero objeto que se les ocurrió. Agnis recogió una rama del suelo.

—El objetivo es encantar sin que se desgaste el objeto o cosa.            

Agnis se ensimismó en la rama que había escogido. Estaba condensando sus pensamientos en lo que Ethan le había enseñado. Estaba consolidando sus sentimientos como si Ethan todavía estuviera detrás de él. Aunque estaba curioseado por Ryan, se encontraba realmente fascinado con Ethan.          

—«Encantamiento: rosa» —encantó Agnis para que esa rama se volviera una gratificante rosa de color rojo intenso.

Puede ser que como consecuencia del encantamiento de Agnis se haya liberado un aroma mágico lo suficientemente empalagoso como para poder desquiciar a sus compañeros de clase, como si les estuviera retando a sacar el nocturno que llevaban dentro. Sus compañeros con un comportamiento bestial estaban a punto de arremeter contra Agnis.

Agnis ensimismado no se daba cuenta del meollo en el que estaba.           

—Debes detenerte —le pidió Ryan manteniendo la calma.

Agnis pudo ver con los ojos entrecerrados que Ryan estaba agitadamente sonrojado. Por encima de los gruesos hombros de Ryan vio a una horda de depredadores hambrientos. El llamado sobrenatural de Ryan retenía a los hambrientos depredadores fuera de Agnis.




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