El Ser Mitológico (segunda edición)

5

Una vez más Agnis fue transportado casi que inmediatamente a las afueras de un salón de clase. Antes de que entrara, Agnis ojeó al interior del salón dándose cuenta de que había llegado tarde a la regulación mágica.

Agnis se introdujo al salón de clase con un paso dubitable.

—Llegas tarde… —le rechistó la reguladora mágica, aunque con un tono muy allegado.

—Lo sé —se disculpó Agnis sin poder ocultar su tono melancólico.

Los compañeros de regulación de Agnis suspiraron, como si lograsen entrañarse en los sentimientos de Agnis. Este permanecía de pie enfrente de cada uno de ellos, sintiéndose como en casa, pues observaba que la mayoría de ellos eran seres naturales, rostros que veía cotidianamente en el mundo natural.

Agnis se encogió levemente de hombros.

—Dale, toma asiento —le dijo Rose casi que oliendo la melancolía de Agnis.

Agnis tomó cualquier asiento que pudo de manera torpe. «¿Por qué dejé que ese chico se me acercara?», se reprochaba Agnis una y otra vez. Unos sentimientos, que reconocía que no eran suyos, lo estaban invadiendo.

—Como les venía explicando —retomó la reguladora mágica—, los seres que habitan el mundo natural se les conoce como los seres naturales. Ellos se dividen en mentalistas y en fisicalistas.

Rose, la reguladora mágica, se levantó e intentó dar un paseo por todo el salón, para tratar de tranquilizar el ambiente que Agnis les estaba imponiendo con sus sentimientos de culpabilidad.

—Por un lado, los mentalistas tienen habilidades mágicas como el control mental —Colocó sus manos sobre su cabeza—, intromisión mental —hizo un gesto con un ojo que se refería a chismosear—, entre otras habilidades mentales. Se les conoce a ellos como los seres humanos que hacen uso de la razón mental.

Agnis estaba realmente ofuscado pensando en Ryan.

—Por otro lado, los fisicalistas tienen habilidades mágicas como controlar o modificar su fuerza —Hizo un ademán de un ser fortísimo—, su velocidad —Hizo un gesto de un ser agilísimo—, agudizar sus sentidos o controlar el mismo entorno físico —explicaba Rose mientras con sus manos trataba de abarcar todo el escenario—. Se les conoce como los seres humanos de la razón física.

Rose con su discurso llamó la atención de Agnis. «Eso explica las habilidades motrices espectaculares de Sebastián», se dijo a sí mismo Agnis. Luego trató de apaciguar sus pensamientos. Más tarde intentaría resolver todo lo demás. Sin embargo, no podía sacar de la cabeza a Ethan, era como si conociera lo que él estaba sintiendo: aversión.

Agnis logró sacar esos pensamientos y sentimientos invasivos de sí mismo.

—Los seres naturales únicamente pueden hechizar. La hechicería es la magia que se expresa a través de lo gráfico, de lo simbólico o de los signos. Quiero pensar —confesó Rose con mucho sentimiento de por medio— que la hechicería es la magia de la expresión artística…

Los seres naturales del lugar dieron un resoplido largo, como si se sintieran impotentes de no poder abarcar los otros tipos de magia. Agnis completamente entrometido en el tema, había decidido dedicarse a la hechicería, al arte o a todo lo que fuese expresión de sus sentimientos o pensamientos.

Rose se percató de la desilusión.

—La magia es como un sistema que nos permite hacer magia —les contó Rose—. Dentro de ella, se puede encontrar uno de los principios más importantes: Principio de Interdefinición mágica —expuso Rose con un tono elegante en su voz—. En pocas palabras, este principio afirma que los tres tipos distintos de magia son exactamente la misma magia —Los estudiantes hicieron un sonido de asombro—, sólo que se expresan de una manera distinta según la especie del ser mágico. ¿No es fascinante?

Los estudiantes asintieron, incluso Agnis.

—¿Qué pasaría si no lo tuviéramos? —le preguntó Agnis.

—Se teoriza que en un principio lejano la magia se realizaba sin un sistema mágico, pero esto catastróficamente aprisionaba a cada ser en su naturaleza primitiva —Se detuvo un poco para repensar lo siguiente que iba a decir—. El sistema mágico nos libera de nuestra naturaleza bestial. Fue Natus Vincere —dijo su nombre en voz baja— quien lo transmitió a los seres mágicos.

Agnis hizo un sonido de admiración.

—No debes admirarlo —le rechistó Rose con un tono seco—. Natus Vincere —lo nombró otra vez en voz baja—es el verdugo de los seres mágicos.

Agnis hizo un sonido gutural.

—¿Verdugo?

—Sí —confirmó Rose—, es el ser mágico que con magia caótica juró destruir el mundo mágico.

Todos los chicos se inquietaron.

—Bueno, chicos, no más habladurías por hoy. Nos encontraremos en la siguiente sesión.

Como si fuese rutina de todos los días, Agnis salió de la regulación mágica de la hechicería a través del mismo pasillo misterioso. Con cada paso que daba empezaba a sentirse inseguro de sí mismo, sabiendo que debía regresar para afrontar la cruda realidad que le habían impuesto. Deseaba profundamente no toparse en la vida con Ethan.




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