El ser que habita en mi

¿Será Gabriel mi estrella fugaz?

Un nuevo día de mi deprimente vida da comienzo. Segundos antes justo de entrar a mi clase, una oleada de pensamientos invade mi mente. No me molesto en levantar la vista, o dirigir mi mirada hacia el grupo de chicas de las cuales salen eses pensamientos. No me hace falta ver al chico nuevo, para saber que está buenísimo. A través de los pensamientos de mis compañeros puedo saber que su nombre es Gabriel, que sus ojos son azules de un color muy claro y que su cabello es de un color rubio-dorado. En lo que a mí me respecta, seguir en la ignorancia es como una bendición, al fin y al cabo será otra persona que me mantenga alejada o relegada a la categoría de la marginada. 

Sin embargo, los pensamientos más pasionales de Adrienna Bella, la chica más popular del centro gracias a sus ojos verdes grandes y cabello castaño largo ondulado, que considera que " Gabriel está de toma pan y moja y que debe de ser su nueva conquista", hacen que levante mi vista. En el mismo instante en que nuestras miradas se cruzan, noto como una especie de corriente eléctrica atraviesa mi interior. Aparto la mirada rápidamente, porque sé que mis posibilidades con él son totalmente nulas. Esto se debe a que cuando Adrienna Bella se fija en un chico las demás no tienen posibilidades, y si las tienen es mejor que se aparten de su camino. El lema de Adrienna era literalmente "Obtengo todo lo que me gusta, quiero o deseo"

Sigo caminando hacia mi clase, intentando alejarme de aquel mar de hormonas. Entro en mi sala y me siento en mi mesa, la cual se sitúa justo al fondo de la clase. El resto de compañeros va llegando poco a poco y sentándose en sus respectivas mesas. Segundos después de que entrasen todos, el señor Stefano, mi profesor de literatura, llega seguido de Gabriel.

-Buenos días alumnos, este es Gabriel D'angelo. Es de Capri y a partir de ahora vivirá aquí en Roma. Bien, Gabriel, puedes sentarte en la mesa del final del aula, la que se encuentra al lado de Lucinda-Genial, el chico nuevo se dirige justo a donde yo estoy. Esto despierta aún más el odio de mis compañeros hacia mí. Puedo ver como sus auras se tornan de un rojo vibrante y oigo sus pensamientos de odio en mi cabeza. Pensamientos que van del "Pobre Gabriel, se tiene que sentar justo con la rara" a "Esperemos que la marginada no le asuste".

-Hola.-Gabriel se ha sentado en el sitio que había justo junto al mío.-Me imagino que eres Lucinda.-Asiento con la cabeza, intentando no establecer un contacto visual-Veo que no eres muy habladora.

-No es que no sea habladora, pero la gente suele evitarme por mi aspecto.

-No entiendo el porqué.

-Por favor, si esto se trata de una broma dirigida a mí te pido que le pongas fin cuanto antes.

-No entiendo por qué debería hacerte una broma. Me encuentro muy perdido en esta conversación.

-Te lo voy a contar de una forma muy breve pero clara y concisa. Yo soy esa chica a la que todos llaman la marginada, la rara, la intocable; la chica que es ignorada por todos a no ser para ser objeto de burlas por mi aspecto. Pero ¿Sabes qué? en el fondo los entiendo. Mi aspecto es muy diferente al suyo. Soy diferente en todos los sentidos.

-Yo no creo que seas diferente, sino única y especial. Hagamos un trato. Si me enseñas la ciudad yo te prometo enseñarte la belleza de la vida y sus colores. Te demostraré que no todo es gris y de paso te ganas un amigo.-Aquellas palabras eran melodía para mis oídos, ¿Pero cómo fiarme de alguien desconocido?-Puedes fiarte de mí. Además ¿Qué es lo que puedes perder?-Tiene razón. No puedo perder ya más de lo que he perdido a lo largo de los años. Decido arriesgarme y confiar en aquel joven de ojos azules como el cielo de Roma.

-Está bien. Pero existe un problema, nunca he llegado a explorar la ciudad de Roma. Siempre he tenido miedo a lo que diría la gente cuando me viese.

-Pues entonces explorémosla juntos y descubramos nuevos lugares. En relación a la gente, no te preocupes por ellos. Estoy seguro de que si te conociesen de verdad verían a la verdadera chica que hay en tu interior.

Con aquellas palabras, empiezo a considerar que Gabriel es mi estrella fugaz. Deseo que así lo fuese. Ansio que me enseñe los verdaderos colores de la vida y que me aleje de mi deprimente vida gris y negra. Finaliza la conversación con una sonrisa, y ¡Que sonrisa! Era de esas que consiguen iluminar hasta el peor de tus días.

Acabo compartiendo con el los libros de texto, dado que no tiene los suyos aún, bajo la mirada de mis compañeras que desprenden un aura más roja que nunca. Por primera vez, en mis 17 años de vida no me importaban los pensamientos o colores de los demás y todo se debía a Gabriel. El aura de este es de un color rosa y azul, lo cual me muestra que es sensible y leal así como sincero.

Nos pasamos el descanso conociéndonos poco a poco. Cada vez que le oigo hablar de todos los lugares en los que ha estado, es como si yo misma hubiese viajado a estos. 

.¿Cómo es que nunca has estado es una playa?

-Ya te lo comenté antes, nunca he salido de Roma. Es más ni siquiera conozco Roma. Mi vida siempre ha transcurrido entre la escuela, el orfanato y la torre.

-¿La torre? ¿Es un local de moda o algo?-Me reí ante su comentario. Ya no recordaba cuál había sido la última vez que me había reído.-Me gusta tu risa-Me comenta apartándome un mechón que cae sobre mi cara, colocándolo delicadamente detrás de mi oreja. En el momento en que su palma toca mi mejilla, vuelvo a notar la misma energía que había experimentado al verlo por primera vez. Aparto mi rostro de su palma, notando de repente en esa zona en donde me ha tocado frío.




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