Habían pasado ya 15 días desde mi pequeño interrogatorio y la esperanza de que mi situación mejorase se iba desvaneciendo con cada minuto que pasaba. Mi única gran alegría era Gabriel, que siempre me regalaba un pequeño lirio azul que guardaba en secreto en mi torre. Eran mi mayor tesoro junto con el medallón de mis padres.
Octubre había comenzado y dejaba entrever que el otoño había llegado. Las hojas de los árboles se empezaban a teñir y el aire ya no era tan cálido como el del verano. Parecía que el tiempo reflejaba perfectamente mi estado de ánimo. Un estado apagado, triste y desesperanzador.
-Jamás nadie conseguirá adoptarte si trabajas de esa manera-Me dice mi cuidadora, al tiempo que pasa por mi lado pisando el suelo recién lavado y manchándolo de nuevo con sus zapatos llenos de barro, al tiempo que yo intentaba darme prisa en acabar las tareas que me había impuesto para ir al instituto y llegar más o menos a la hora de entrada.-Espero que el suelo este reluciente en cuanto baje de nuevo o si no te pondré más tareas.-Este era mi castigo por haber dejado sin querer uno de los lirios de Gabriel sobre mi cama haciendo que esta lo descubriese. Me pongo a limpiar de nuevo el suelo, sacando las manchas de barro al tiempo que observo mis manos llenas de pequeñas ampollas y heridas ya cicatrizadas o sin cicatrizar todavía. Ya sé que no voy a llegar a tiempo al centro, es más quizás ya no asista por el hecho de que me voy a tener que enfrentar a más tareas. Estoy sumergiendo la esponja en la mezcla de jabón y agua cuando oigo el timbre sonar. Me seco las manos en el viejo mandilón que estoy usando y me dispongo a abrir la puerta intentando no pisar la zona mojada.
-Ya voy, unos segundos por favor-Respondo dirigiéndome a la puerta y abriéndola. Al abrirla se presenta una mujer de grandes ojos castaños y pelo castaño corto y ondulado sobre los hombros. Lleva puestas unas gafas de color negra de pasta y un conjunto de falda de tubo con chaqueta americana de color gris a juego con una blusa blanca con una cinta de color negro en el cuello y unos zapatos de tacón también negros.
-Muy buenos días jovencita, mi nombre es Rosalie y me gustaría mucho hablar con la dueña del orfanato.-Estoy a punto de dar una respuesta cuando mi cuidadora nos interrumpe.
-Niña ¿Qué haces ahí parada en la puerta? No te comenté que tenías que limpiar el suelo.
-Lo lamento pero es que han llamado al timbre.
-No quiero escusas. El timbre es mi responsabilidad no la tuya. Ahora vuelve a lo que estabas.-Me despido de Rosalie que queda en manos de mi cuidadora, para sumergirme de nuevo en las baldosas del suelo.
Tardo 1 hora y 17 minutos en acabar de limpiar el suelo de nuevo, y durante ese tiempo tanto mi cuidadora como Rosalie no han dado señales de vida. Subo a mi habitación para ponerme el uniforme del centro, dado que si me doy prisa aún puedo llegar a las tres últimas horas y ver así a Gabriel. Siento como mis tripas rugen, pidiendo algo de comida, dado que todavía no he almorzado. Bajo hasta la cocina con la esperanza de que haya quedado algo para desayunar, pero lo único que quedan son los platos y tazas sucios. Encima de la mesa veo una nota dirigida a mí. Abro esta y leo el resto de tareas encomendadas en orden numérica.
1. Lavar los platos y tazones sucios.
2. Hacer la colada y ponerla a secar.
3. Limpiar el polvo al pasamano y a las estanterías.
4. Cambiar las bombillas del despacho-.
5. Cortar y traer leña.
Aquellas tareas suponían el hecho de que permanecería encerrada todo el día. Opto por empezar a lavar la vajilla dado que es lo que menos tiempo me llevará, para a continuación realizar la tarea 5.
Son las 11:30, cuando salgo por la puerta del orfanato a cortar la leña que está almacenada en una pequeña caseta situada justo al lado de este. Agarro la pequeña hacha con cuidado y la dejo caer sobre el leño, partiéndolo en dos. Repito esta acción varias veces, hasta que mis brazos empiezan a temblar como fruto del cansancio y las ampollas de mis manos revientan como fruto del esfuerzo. Recojo toda la leña cortada y la coloco en una cesta de mimbre que transporto hasta la cocina del orfanato. Abro el grifo de la cocina para poder lavar las manos con agua caliente y quitarme la suciedad de estas, al mismo tiempo que de mis tripas vuelve a salir un rugido.
-Veo que todavía no has desayunado ¿O me equivoco?-Cierro el grifo y me doy la vuelta para encontrarme cara a cara con Rosalie que me ofrece una chocolatina energética.
-Es usted muy amable, pero no puedo aceptarla.
-Claro que puedes aceptarla. Es más como tu nueva cuidadora te pido que lo hagas.
-No la entiendo señorita.
-Lucinda, para serte sincera soy una asistente social que recibió tu caso para estudiarlo con calma. Después de oír las palabras de la enfermera de tú centro junto con la de mi compañero de trabajo y ver cómo te ha tratado tú cuidadora a día de hoy hemos decidido que estés bajo nuestra tutela hasta que encontremos a alguien que te trate como te mereces.-Aquellas palabras suenan como una hermosa melodía en mis oídos, dado que con esta noticia mi vida puede mejorar.-Es mejor que subas y recojas todas tus pertenencias, esta noche vendremos a buscarte.
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Editado: 03.06.2019