El ser que habita en mi

CAPÍTULO 11: EO CÍRCULO DE LA LUZ

Gabriel:

Me encuentro reunido con el círculo de la luz en un sótano de una casa abandonada. Todos los miembros que estamos destinados en la sede de Roma nos encontramos reunidos alrededor de una gran mesa redonda. En total somos unos 10.

- Los acontecimientos recientes no dejan duda de que la han descubierto. La joven a la que conocemos con el nombre de Lucinda corre un gran peligro. Es primordial mantenerla a salvo y vigilada. Nuestros enemigos han resurgido de nuevo buscando venganza. Hemos sufrido un ataque hace tan solo unos días, del cual hemos tenido lamentablemente algunas bajas y algunos salisteis heridos-Dice Madre, que dirige un mirada en mi dirección.-Debemos estar preparados para lo peor, una nueva guerra puede que se avecine y Lucinda es crucial en esta.

-Debemos decirle la verdad ya a la joven. Ya ha sufrido bastante, mentirle no va a solucionar nada. Solo la ponemos en mayor peligro ocultándole todo-Dice Jonathan, un joven que aparenta unos 20-25 años de cabello castaño y ojos verdes de cuerpo fuerte y musculado fruto de un duro entrenamiento.

-Decirle la verdad sería peor. No sabemos cómo puede reaccionar. Puede que reaccione mal y no crea todo esto y haga que se aleje de nosotros dándole mayor paso a nuestros enemigos-Menciona Elisabeth, una mujer de unos 30 años de cabello pelirrojo ondulado de ojos verdes-azulados.

-¿Y qué es mejor? ¿Debemos quedarnos callados y seguir vigilándola haciendo como si nada? Esa pobre chica ya debe tener un gran número de dudas en su cabeza, para ahora añadir una más.-La que acaba de hablar es Miriam, una chica de 18 años de cabello rubio ondulado y ojos azules.

Se está abriendo una gran discusión sobre lo que hacer con respecto a Lucinda, mi lirio azul. Los sí y los no se oyen por todo el sótano rebotando entre las paredes viejas.

-Gabriel ¿tú qué opinas?-Aquella pregunta iba dirigida a mí de parte de Dante, un joven de unos 35 años de cabello caoba claro rizado y ojos verdes oscuros.

-Opto por decirle la verdad. Lucinda ya ha sufrido bastante a lo largo de estos años. Durante los años que la hemos observado hemos podido comprobar todo el dolor que siente por no comprender el porqué de sus poderes, por ser diferente. Quiero que se le diga la verdad para que pueda comprender todo.-Mis palabras se oyen de forma clara y firme con el objetivo de que mi deseo se cumpla.

-En relación a la joven Lucinda permanecerá bajo vigilancia como hasta ahora. El hecho de que hoy haya sufrido un encuentro con nuestros enemigos no significa que la hayan descubierto. Lucinda no les ha demostrado sus poderes por lo que cabe la esperanza de que no la hayan descubierto. La mantendremos vigilada en todo momento-Dice Padre.

-¿Cómo puedes decir que no la han descubierto? Han ido tras de ella y sino fuera porque estaba cerca de allí no me puedo imaginar lo que podría haber pasado-Digo en voz alta, levantándome de mi silla que cae al suelo en un gran estruendo, con mi vista fijada en Padre.

-Es mi palabra Gabriel. He comprobado por tu reacción que tú acercamiento con Lucinda es más fuerte de lo que creía; eso te está debilitando. En el pasado nunca habías sufrido una herida como la del otro día. El miedo de que descubriesen los datos que tenemos sobre Lucinda te bloqueó y eso permitió que salieses herido. Por todo eso te relevo de tu cargo de vigilancia y te destino a la sede de Viena de Austria.

-No puedes separarme de ella, por favor no puedo pasar por eso de nuevo.

-Lo lamento Gabriel, la decisión está tomada. Mañana por la mañana partirás a Viena. Mi objetivo es la total protección de los míos y es por ello que debo separarte de Lucinda para mantenerte a salvo.-Aquellas palabras son como clavos ardientes en mis entrañas. No puedo separarme de Lucinda, no quiero hacerlo; pero la palabra de Padre no se puede cambiar.

La sesión se levanta justo después. Me dirijo a mi casa en donde se encuentran mis padres falsos. A todos los miembros jóvenes de la sede del círculo para mantener la mayor normalidad posible se nos asigna al poco de nacer una familia, a la cual se le insertan unos recuerdos falsos consistentes en la creencia de que somos sus hijos. Me encuentro con sus maletas ya preparadas, muestra de que el encargado de insertar los recuerdos ya ha hecho su labor. Subo a mi habitación en donde empiezo a recoger todo lo necesario, no dejando ninguna huella que pueda hacer ver que alguna vez estuve aquí. Observo una foto mía y de Lucinda subidos en nuestra barca. Se ve hermosa, con una gran sonrisa atravesando su cara y con su pelo alborotado por el viento. Parece verdaderamente un ángel. Decido sacarla del marco y escribir una nota por detrás de esta. Al terminar de escribirla me dirijo al edificio de la seguridad social en donde me encuentro con un guardia de seguridad al cual le entrego la foto con la nota. Le pido que se la entregue a Lucinda. Aguardo un rato, oculto entre las sombras proporcionadas por la luz de las farolas, para comprobar que la recibe. Lo último que veo es a Lucinda en la puerta de entrada con lágrimas en los ojos, buscándome desesperadamente con la mirada. Lágrimas producidas por mi culpa, lágrimas que le había prometido que no se producirían de nuevo. Siento mis mejillas mojadas y al llevar una mano a estas compruebo que estoy llorando. La última vez que lo había hecho era cuando la había perdido, a mi lirio azul.




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