"La noche se cernía sobre Paraguay, envolviendo todo en un manto de oscuridad y misterio. En una pequeña casa a las afueras de la ciudad, una botella de caña, un tarro de miel y un paquete de tabaco estaban dispuestos cuidadosamente en el suelo. Eran ofrendas para el Pombéro, un ser temido y respetado, que se dice habita en los rincones más oscuros del país.
'No olvides', me había advertido mi abuela, 'debes dejar las ofrendas ordenadas y luego alejarte del lugar. El Pombéro no tolera la presencia de los humanos cuando viene a recoger sus regalos...
"Con las palabras de mi abuela resonando en mi cabeza, me alejé de las ofrendas, dejándolas en la oscuridad. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el dulce aroma de la miel y el olor fuerte del tabaco. En la distancia, podía escuchar el suave murmullo de la caña, como si estuviera susurrando secretos al viento.
La noche avanzaba y yo me encontraba en la seguridad de mi casa, pero no podía evitar sentir una extraña inquietud. Cada crujido de la casa, cada susurro del viento parecía pronunciar un nombre: Pombéro.
A la mañana siguiente, las ofrendas habían desaparecido. Solo quedaban las huellas de un visitante nocturno, una prueba silenciosa de que el Pombéro había aceptado nuestras ofrendas. Pero con cada noche que pasaba, la sensación de inquietud crecía. ¿Qué pasaría si el Pombéro quería algo más que nuestras ofrendas? ¿Y si quería algo más... de nosotros?"