El Silencio de las Auroras

Capítulo 2: La Danza de las Auroras

Anya se despertó con el sonido de las aves cantando y el aroma a pino que entraba por la ventana. La luz del sol de la mañana, pálida y tenue, se filtraba entre los árboles, creando un ambiente mágico en la cabaña. Era un día nuevo, un día que prometía ser tan especial como la noche anterior.
Kaelen la esperaba en la cocina, preparando el desayuno. El fuego crepitaba en la chimenea, y el aroma a café recién hecho llenaba el aire. Anya se sentó a la mesa, admirando la belleza del paisaje invernal que se extendía a través de la ventana. Los árboles cubiertos de nieve parecían guardianes silenciosos de un secreto ancestral.
-Buenos días, Anya, dijo Kaelen con una sonrisa. “Espero que hayas dormido bien”.
-Sí, muy bien”, respondió Anya, estirándose con satisfacción. “Gracias por la deliciosa taza de té de anoche”.
-De nada”, dijo Kaelen. “Me alegra que te haya gustado”.
Mientras desayunaban, Kaelen le contó sobre las tradiciones del pueblo, sobre la profunda conexión que tenían con la naturaleza y las auroras boreales. Anya lo escuchaba atentamente, fascinada por la riqueza de la cultura local.
-Según nuestras leyendas”, dijo Kaelen, “las auroras son el aliento del espíritu del norte. Cada color, cada movimiento, tiene un significado especial. Y aquellos que pueden comprender su lenguaje, pueden conectar con la sabiduría ancestral de estas tierras”.
-“¿Y tú puedes comprenderlas?” preguntó Anya, intrigada.
-“Lo intento”, respondió Kaelen, con una sonrisa melancólica. “-Mi abuelo me enseñó a leer las auroras, a entender su lenguaje. Él decía que eran un puente entre el mundo humano y el mundo de los espíritus”.
-¿Y tú crees en eso? preguntó Anya, sin poder evitar una nota de incredulidad en su voz.
-Creo en lo que mis ojos han visto, respondió Kaelen. -Y en lo que mi corazón ha sentido.
Anya se quedó pensativa. Era fascinante la forma en que Kaelen hablaba de las auroras, con una mezcla de respeto y reverencia. Sentía que él no solo conocía las leyendas, sino que las había experimentado en carne propia.
-¿Te gustaría que hoy te enseñara un poco más sobre las auroras? preguntó Kaelen, leyendo su mente.
-Me encantaría, respondió Anya, sintiendo un cosquilleo de emoción recorrer su cuerpo.
Kaelen le entregó un abrigo grueso y una bufanda de lana, y juntos salieron al exterior. El aire gélido les dio la bienvenida, pero Anya no sintió frío. La belleza del paisaje, con sus montañas cubiertas de nieve y sus lagos helados, la llenaba de una energía inexplicable.
Kaelen la llevó a un lugar apartado, donde la vista de las auroras era aún más impresionante. Se acomodaron en unas rocas, con la mirada fija en el cielo.
-Mira, dijo Kaelen, señalando un grupo de luces que se movían con gracia en el cielo. Esas son las ‘Danza de las Hadas’. Se dice que representan la alegría y la esperanza.
-¡Son hermosas! exclamó Anya, maravillada.
-Sí, dijo Kaelen, con un tono casi poético. Es como si el cielo estuviera bailando con nosotros
Y mientras las auroras danzaban con su belleza inexplicable, Anya se sintió más cerca de Kaelen que nunca. La pasión con la que hablaba de las auroras, la sabiduría que emanaba de él, la cautivó por completo.
“¿Crees que las auroras tienen un mensaje para nosotros?” preguntó Anya, con un tono casi hipnótico.
“Quizá”, respondió Kaelen, con una mirada profunda. “Pero nosotros debemos aprender a escuchar su lenguaje para entenderlo”.
Anya sintió que la magia del norte la envolvía, y que el misterio de las auroras la atraía con una fuerza irresistible. Se dio cuenta de que su viaje no solo era un viaje de inspiración artística, sino también un viaje al corazón de la magia y a la posibilidad de un amor que no había imaginado antes.




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