El silencio se apoderó del lago helado, un silencio tan profundo que podía escucharse el latido de su propio corazón. Anya miraba a Kaelen, con los ojos llenos de confusión y miedo. La belleza de las auroras boreales, que hasta hace unos momentos la había cautivado, ahora se había transformado en un presagio de lo desconocido.
- "¿Qué se necesita sacrificar?" preguntó Anya, con voz casi imperceptible.
Kaelen se quedó en silencio durante un instante, como si estuviera recopilando fuerzas para decir lo que debía decir. Luego, tomó la mano de Anya y la apretó con fuerza.
- "El espíritu del norte, Anya, necesita un sacrificio para mantener su poder. Necesita un alma que se una a él, que se convierta en parte de la aurora boreal."
Anya sintió que el aire se le iba de los pulmones. Su mente se negaba a aceptar lo que estaba escuchando. ¿Kaelen estaba hablando de... de morir?
- "¿A qué te refieres?" preguntó Anya, con un tono de desesperación.
Kaelen la miró a los ojos, con una expresión de profunda tristeza.
- "Significa que yo debo volver a mi forma original, Anya. Debo regresar al espíritu del norte, uniéndome a las auroras."
Anya sintió que una lágrima le recorría la mejilla, helada por el frío de la noche. La idea de perder a Kaelen, de verlo desaparecer para siempre, la llenaba de un dolor insoportable.
- "Pero... pero tú me dijiste que eres un espíritu que vive entre los humanos", dijo Anya, con un hilo de voz. "¿Por qué no puedes quedarte aquí?"
- "A veces, Anya, el destino nos obliga a tomar decisiones difíciles. Decisiones que nos pueden hacer sufrir, pero que son necesarias para el bien mayor."
- "¿Y qué pasa con nuestro amor? ¿Qué pasa con lo que estamos sintiendo?" preguntó Anya, con un nudo en la garganta.
Kaelen se acercó a ella, con una mirada llena de ternura.
- "Anya, mi amor por ti es tan fuerte como la aurora boreal. Pero el espíritu del norte me necesita. Las auroras se están debilitando, y mi presencia aquí es la única manera de devolverles su poder."
Anya sintió que su corazón se rompía. Las palabras de Kaelen eran tan hermosas como las auroras, pero eran también tan dolorosas como la noche más oscura.
- "Pero... pero podemos encontrar otra manera", dijo Anya, con un tono suplicante.
- "No hay otra manera, Anya. Este es nuestro destino. El mío, y el tuyo. Eres libre de elegir tu camino, pero yo he elegido el mío."
Anya se quedó mirando a Kaelen, con un dolor que la hacía sentir como si le hubieran arrancado un pedazo del alma. Era consciente de que Kaelen tenía razón. Su destino estaba ligado al de las auroras, y ella no podía cambiarlo.
- "¿Qué quieres que haga?" preguntó Anya, con una voz llena de angustia.
Kaelen la tomó de la mano, con una mirada que expresaba una profunda tristeza.
- "Elige, Anya. Elige tu camino. Elige si quieres seguir buscando la inspiración artística en este mundo, o si quieres unirte a mí en la danza eterna de las auroras".
Anya se sintió atrapada en un torbellino de emociones. El dolor de perder a Kaelen se mezclaba con la fascinación por las auroras, la fascinación por su mundo mágico, un mundo que había llegado a amar tanto como a él.
- "¿Qué elegiría él?" se preguntó Anya, mirando a Kaelen con un corazón que se desgarraba.
En ese momento, un rayo de luz verde brillante iluminó el cielo, como si las auroras le respondieran a su pregunta. La luz se extendió por el lago, bañando a Anya y a Kaelen en un resplandor mágico.
- "Él elegiría las auroras", dijo Anya, con un hilo de voz. "Pero... pero yo..."
Anya no pudo terminar la frase. Las palabras se le atascaron en la garganta, y las lágrimas le nublaron la vista. Su corazón se llenó de un dolor tan intenso que sintió que se le iba a romper en mil pedazos. Pero en el fondo de su alma, sentía que estaba tomando la decisión correcta.
- "Yo elegiré las auroras", dijo Anya, con una voz que apenas podía oír. "Y te acompañaré