El Silencio de las Auroras

Capítulo 15: El Regreso a Casa

Anya se encontraba sentada frente a su caballete, su estudio bañado en la luz dorada del atardecer. Un lienzo blanco la esperaba, listo para ser llenado de colores, de emociones, de la magia que había aprendido a despertar. Pero algo se sentía diferente.
- "¿Pasa algo, Anya?" preguntó Kaelen, con un tono de preocupación.

Anya se volvió hacia él, con una mirada que no reflejaba tristeza, sino una extraña mezcla de paz y nostalgia.
- "Siento que algo ha cambiado, Kaelen," dijo Anya, su voz apenas un susurro. "Siento que... que mi viaje está por terminar."
Kaelen se acercó a ella, su rostro lleno de preocupación. "Anya, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal?"
- "No, no es eso. Es como si... como si la magia de las auroras se hubiera desvanecido de mi interior. Como si hubiera regresado a Svalheim. Como si mi viaje hubiera llegado a su fin."
Kaelen la miró con intensa curiosidad. Su corazón latía con un temor que no podía explicar.
- "Anya, no lo entiendo. ¿Estás segura? Tu arte sigue brillando con la magia del norte. Tu alma sigue conectada con la luz de las auroras."
Anya sonrió con tristeza. "Tal vez sea solo un sentimiento, Kaelen. Tal vez solo sea un eco de lo que fui. O tal vez... tal vez sea el momento de regresar a casa."
Kaelen sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. ¿Casa? ¿A qué se refería Anya? ¿Acaso pensaba que su amor era un sueño, un viaje que terminaba en un despertar frío y vacío?
- "Anya, no te vayas", suplicó Kaelen, con una voz quebrada. "¿A dónde piensas ir?"
Anya se levantó y se acercó a la ventana. El sol se ponía sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos morados y naranjas. Era el mismo atardecer que había contemplado en Svalheim, el mismo atardecer que la había inspirado a emprender su viaje al mundo de la magia.
- "No te preocupes, Kaelen", dijo Anya, con un tono tranquilo y sereno. "No me voy a ningún lado. Solo estoy regresando a mí misma."
Anya cerró los ojos y respiró profundamente. Pudo sentir la energía de las auroras fluyendo a través de su cuerpo, con una intensidad que la llenaba de luz y paz.
- "Kaelen, te amo", susurró Anya, con una voz llena de amor y gratitud.
- "Y yo te amo a ti, Anya", respondió Kaelen, con un corazón roto pero lleno de esperanza.
En ese momento, Anya se desvaneció. No con un grito, ni con un llanto, sino con una suave y tranquila luz que la envolvió y la llevo lejos.
Kaelen la observó desaparecer, sin poder hacer nada, solo contemplando la magia que la había llevado y la había devuelto a un lugar desconocido.
El mundo se volvió silencioso, la luz se fue, y solo quedó el eco de las auroras en el corazón de Kaelen.




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