El silencio de Raimond.

Vanessa.

El ánimo de Vanessa decayó los primeros días posteriores al incidente, pero luego de pensárselo bien volvió a trabajar, ahora si como se debía, con la atención de Raimond puesta en ella.
Básicamente sus días trataban de conseguir una forma de llevar a cabo su proyecto, Raimond pudo marcarle las deficiencias, mismas en las cuales Vanessa trabajó de inmediato.
Raimond se mantenía ausente por momentos, se limitaba a hablar cuando Vanessa lo solicitaba, hacía comentarios ocasionales sobre el trabajo de Vanessa, y eso era todo, simple, pero aunque una actitud calmada se vea por el exterior, la mente puede estarse asesinando a si misma, mientras la mente hace eso, es imposible detenerla, no tenemos un botón resset, eso Raimond lo entendía perfectamente, así que simplemente estaba en paz con su tormento, mismo que algún día tendría que terminar, y cuando se fuera de su vida posiblemente estaría llevándose una parte de Raimond también.
Los desayunos eran silenciosos, Raimond ocupado cada mañana en cocinar, hacer algo de ejercicio, su aseo personal, cosas de ese estilo, Vanessa devorando libros enteros de información, haciendo anotaciones, rayones, escribiendo sin descanso en una portátil.
Vanessa no volvió a ver a las amigas de Raimond, pero sabía que llamaban continuamente para asegurarse de que él estuviera bien, tanto física como emocionalmente.
Cuando Vanessa finalmente terminó de corregir su investigación, había llegado el momento de ponerse manos a la obra, así que buscó a Raimond, trató de hablar con él, de convencerlo de que era hora.
En el patio tomando el Sol mientras bebía una limonada se sentía lejano, perdido.
—Rai, he terminado, necesito una revisión final.—Vanessa le interrumpió un momento, sacándolo por breves instantes de sus pensamientos.
—¿Estás segura?—Inquirió.
—Completamente, dejaré mi trabajo en tu escritorio.
—De acuerdo, te daré un informe detallado mañana si aún encuentro errores, de no ser así, podremos comenzar la parte divertida del trabajo.
—Me apetece ir a la ciudad un rato ¿Te parece si vuelvo antes del anochecer?
—Perfecto, llévate el auto si quieres.
—Te lo agradezco, pero prefiero caminar.

La ciudad se veía preciosa con sus colores primaverales, la gente caminaba por doquier, el ambiente era suave, terso, increíble, Vanessa estaba sonriente, satisfecha, radiante, las razones eran variadas, la mayor de ellas era el hecho de que finalmente había logrado terminar su investigación, con las bases elaboradas lo que llegara después sería lo de menos, ella lo sabía perfectamente, a poco tiempo de finalizar el concurso le agradaba haber hecho todo el papeleo, quedaba ahora solo la parte divertida, lo emocionante.
Comió una hamburguesa grande con doble queso, tan enorme que en su boca casi no lograba caber, y además el queso escurría por la comisura de sus labios, cualquiera que la viera de esa forma seguramente nunca se daría cuenta de que era una de las mentes más brillantes de aquella pequeña ciudad, apenas por debajo de Raimond.
Vanessa estaba repleta, y le apetecía correr de regreso a casa, la sensación de satisfacción la llenaba, la hacía invencible aunque fuese por solo unos instantes.
Volvió antes del anochecer, tal y como se lo había dicho a Raimond, él la esperaba con una sonrisa radiante de oreja a oreja, tenía su trabajo entre sus manos, la abrazó de inmediato.
—Creo que estás lista para conocer mi laboratorio.—Los ojos de Raimond brillaban.
—¿En verdad? ¿Te ha parecido que mi trabajo es lo suficientemente bueno?
—He ordenado ya las piezas que necesitas para fabricar tu dispositivo, tendremos la asesoría de un neurólogo si la necesitas, o de cualquier médico que podamos pagar para clases por internet, estoy dispuesto a comenzar tan pronto lleguen las cosas que he ordenado para ti.
—Raimond, quizás no pueda pagarlo.
—¿Para que crees que las universidades buscan a alguien que asesore a sus alumnos? ¿No es obvio? Además del conocimiento hay un interés económico y de prestigio, si te asesora un famoso científico o una famosa compañía de ciencia tu trabajo será más reelevante ¿No lo habías pensado?
—Te lo agradezco enormemente.—Vanessa le dedicó una sonrisa sincera.
—Es todo un placer.
—¿Cuándo vienen las piezas que pediste?
—El Martes.
—¿Y que haremos mientras tanto?
—Disfrutar, vivir, cuidarnos, cuando se es un científico que trabaja constantemente es siempre necesario cuidarte de vez en cuando, ya sabes, tomar un respiro aún cuando las ideas se están alborotanto enormemente en tu cabeza, siempre debes tomar un poco de tiempo para tí cuando terminas algo, comer bien, dormir bien, bañarte todos los días, recuperar tu fortaleza física para luego volver al desgaste, es necesario tomar unas pequeñas vacaciones de vez en cuando, hasta los mejores necesitan un respiro, eso nunca lo olvides Vanessa.
—Lo entiendo a la perfección.
—Sabes, Vanessa, nunca he dejado a nadie entrar a mi laboratorio, es mi santuario privado, nadie ha puesto un pie allí más que yo.
—Entenderé si prefieres que trabaje afuera, tú puedes suministrarme todo lo que necesite.
—No es eso lo que quise decir.—Raimond hizo una mueca.
—Escucha, Rai, no pretendo venir a cambiar tu forma de trabajar, o venir a invadir tu santuario privado, agradezco enormemente la ayuda, y con eso me es suficiente.
—Estás entendiendo todo mal.—Raimond pasó su mano por su cuello en señal de frustracción.
—Entonces explícame, porque no se que esperas que entienda.
—Te estoy dando la autorización para entrar.—El rostro de Raimond enrojeció.
Vanessa guardó silencio, y le devolvió una expresión confundida.
—¿Por qué?
Raimond se acercó con cuidado, dejando un suave beso en los labios de Vanessa, apenas un roce, casi de inmediato él sintió calor extenderse por su rostro, Vanessa lo había abofeteado.
—Lo siento, yo...—Raimond se sentía idiota.
—No.—Susurró Vanessa.
Y con una mirada mordáz salió de la habitación.



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En el texto hay: asesinos, caos, amor

Editado: 27.10.2020

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