El Silencio del Olvido

Capítulo IV | Lo que Fuimos

Julieta fue mi hermanastra, bueno, se volvió cuando mi padre se juntó con su amante. Desde ese día mi vida se hizo un infierno al convivir con mi verdugo sumado al hecho de que mi padre se olvidó de mí. Le daba más preferencia a ella y cuando quería hablar con él, Eugenia; la amante, me lo impedía con excusas tontas. No obstante, ese no era el detalle si no aquella peste sin expresión.

En mis épocas de desconocida yo iba a un colegio que, por suerte, mi padre aún me pagaba. No tenía amigos, me la pasaba tocando el violín mejor hasta que apareció aquella enigmática chica de largo cabello negro y collar de perlas quien siempre iba acompañada de tres idiotas, ofreciéndome su amistad.

Me acuerdo que un día esos tres idiotas tomaron mi instrumento, y se les hizo gracioso esconderlo. Hice un escándalo que inclusive amenacé gente para que apareciese, y apareció ya que Julieta lo había encontrado, y me lo devolvió. Eso fue el principio del fin.

Y es que ese violín tenía un significado especial para mí, mi padre me lo regaló una navidad antes de que se volviera distante. Intenté tener una vida "normal" pero era imposible, Julieta estaba ahí siempre: me espiaba y seguía a todos lados como una sombra que ahuyentaba a todo aquel que se me acercara. Éramos solo yo y ella en un mundo extraño en donde le perdoné muchas jugadas suyas en contra mía.

Sin embargo, la que nunca le perdoné y fue la gota que derramó el vaso: la escena traumática que me hizo vivir en aquel lugar. Cada vez que la recuerdo acompañada de las palabras de Julieta me cuestionaba si realmente ambas estábamos cuerdas o estábamos a punto de caer en la locura. Y si llegara Pablo, el dulce chico que quiso ser mi amigo de verdad, a sacarme de este hoyo que yo y Julieta habíamos provocado. Ella está loca y obsesionada de mí y yo... quizás... también...

En fin, sus locuras hicieron que yo la intentara matar muchas veces como esa ocasión que entré a su cuarto y alcé un cuchillo para apuñalarla, pero Eugenia me descubrió. Por esas situaciones me prohibieron estar cerca de ella, mi padre ya no me tenía confianza.

Y ahora yo volvía y la encontraba en el parque con sus títeres haciéndose la indiferente y recalcando en todo lo que hacía mal, aumentando el odio irracional que le tenía. Ella debía morir junto con los tres idiotas, debía pagar por lo que me hizo, todo era su culpa, ella, ella... ¡Ella...!

Volteé a ver la ventana, ya se había hecho de noche y estaba en la completa oscuridad.

— Julieta...

Fui por el violín y me tiré al suelo. Empecé a tocar "Claro de Luna" para que mi furia se fuera apagando momentáneamente, deseando que todo fuera como antes, pero sabía que eso no iba a suceder. Me iría hundiendo hasta que no haya retorno. Entonces dejé que la música me envolviera...

"...— Vanessa —le habla Julieta.

— ¿Qué quieres? —contesta levemente molesta.

— ¿Qué haces? Desahogándote acaso...

— Sí. La música del violín me relaja a mi modo.

— ¡Oh, por Dios! La rarita está tocando su cosa esa de nuevo —dice Liz.

— Instrumento —le informa—. A mí me gusta y porque esta es mi posesión más valiosa.

— ¿Posesión más valiosa? ¿Por qué? —pregunta Iza.

— Porque me lo regalo mi padre antes de que se olvidara de que existo.

— ¡Genial! Ya se puso melodramática. Mejor vámonos chicas—continua Liz para luego recibir una bofetada por parte de Julieta.

— Nada convincente sale de esa boca así que mejor no hables —le dice Julieta—. Vámonos. Ustedes dos saben cómo arruinarme la tarde. Adiós Vanessa.

— Sí —afirma Iza. Las dos se encaminan a la salida excepto Liz quien aún se queda observándola con una mano en donde la golpearon.

— Sabes ya se fue tu dueña. ¿Por qué no la sigues? —comenta Vanessa.

— No tengo porque seguirla —dice—. ¡Ay Vanessita! Tienes idea de que un día de estos Julieta te quitará todo, será superior a ti y tú solo serás una hormiga que aplastará —intenta mostrar superioridad.

— Más bien, tengo idea que tratas de imitar a Julieta pero no te sale bien. Deja de hacer el ridículo, te ves patética.

Irritada por el anterior comentario se acerca un poco más y con sus dedos roza el instrumento lo cual provoca que se ponga en guardia. Sigue hasta llegar a las cuerdas donde rompe una a propósito. Vanessa enojada le reclama:

— ¡Mira lo que hiciste! Pedazo de...

— Perdón se puede arreglar —dice con cinismo.

— T-Tú m-miserable... —balbucea cerrando los puños y advirtiendo con golpearla.

— Alto. No querrás que todos vean que solo eres una loca agresiva, ¿Eh?

Ella rechina los dientes y se calma abriendo las manos para no caer en provocaciones absurdas. Se queda apreciando su instrumento.

— Nos vemos, perdedora, ja, ja —dice yéndose a la salida como lo hicieron las otras dos.

—  Mi violín... maldita sea...".




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