A la mañana siguiente tras la inesperada visita de mi mamá, fui a la dirección que Liz me brindó, esta vez sin la capucha. Anteriormente volví a lavarme las manos y me vi en el espejo roto del baño, la imagen de Julieta se visualizó aquí acompañada de su voz: "Somos dos extrañas en un mundo de locura...".
— Dos extrañas... en un mundo de locura...
Las solitarias calles hacia la guarida de Julieta combinadas con el ambiente deprimente de la ciudad me dejaban un mal sabor de boca. Como si ya nada importase y solo te dejases llevar, que todo sea como tenga que ser. Entonces la guarida era una casona muy lujosa a simple vista, pintada de blanco con un portón negro. "Vaya, así que ahora viven aquí", dije para mis adentros. Me quedé contemplándola por un momento hasta que alguien me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué hace una vagabunda aquí? —comentó. Volteé a ver.
— Mira nada más, una integrante de los tres idiotas —fruncí el ceño—. Iza.
— Óyeme tú... ¡No puede ser! ¡Qué tenemos aquí! Vanessa —dijo con su forzada actitud arrogante.
— Oh, por favor. No empieces con tus cosas.
— No creí que siguieras con vida. Iba a llevarte unas margaritas a tu tumba, je, je.
— Solo me oculté por un tiempo... —me mordí la lengua.
— Y aún conservas tu mal carácter.
Intercambiamos miradas. Tenía intenciones de lanzarme sobre ella y matarla de una vez por todas pero no. Era de día, y un lugar a la vista de todos. Intenté no impacientarme.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó.
— Vine a hacerle una visita a Julieta.
— Temo informarte que no está en casa.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque me mandó un mensaje de que estará todo el día en la plaza con Pablo. Aquel guapísimo chico del colegio —lo que dijo me asqueo y quería bajarla de su nube de fantasía ya que Iza poseía la errónea idea de que Julieta era una chica ñoña como ella, pero la verdad es que era algo más que eso. Algo siniestro que nadie más había notado.
— Se nota que no conoces a Julieta tanto como yo. A todo esto, si ella no está, ¿Qué haces tú aquí?
— A cuidar la casa de mala hierba que se acerque si sabes a lo que me refiero —se cruzó de brazos. Entendí la indirecta—. Ahora desaparécete, quieres.
— Ven aquí y oblígame —la reté. Iza se aproximó para correrme aunque sabía que no iba a poder puesto que era más fuerte que ella. Iba a sacar la navaja por si "atacaba" pero:
— Hola Iza —dijo una voz masculina y rasposa. Volteamos a ver y era nada más ni nada menos que mi padre Hugo. Él se bajó de su auto y se nos acercó—. ¿Qué se te ofrece?
— Solo me di una vuelta por aquí —dijo ella.
— Sabes que Julieta no está.
— Lo sé.
Mi padre seguía sonriéndole a Iza. No obstante a mí me vio con disgusto. Tenía ganas de abrazarlo.
— P-Papá.
— Ummm... ¿Quién eres tú? ¿Eres una amiga de Iza o qué? —mi padre mentía. Siempre fue un mal mentiroso.
— Papá. Soy yo, tu hija Vanessa. ¿No me recuerdas? —dije haciendo un intento para que dejara de mentir.
— Yo...
— ¡Oh, por Dios! ¡Quién dejo que se acercara esta alimaña! —dijo Eugenia bajando del auto y azotando la puerta. Trotó hacia nosotros y tomó del brazo a mi padre—. ¡Vete o llamaré a la patrulla!
— Cállate, no estoy hablando contigo —le dije—. Papá, por favor, haz un intento. Recuérdame, soy tu hija legítima.
Me torturó con su fría indiferencia. Parecía ser que no iba a recibirme con los brazos abiertos. Por otro lado, Iza sacó de su bolso su celular y se lo dio a Eugenia. Esta empezó a marcar un número y me lo mostró.
— Escucha tienes tres segundos para largarte antes de que vengan por ti —dijo molesta.
— Hola mamá, hola Sr. Hugo —dijo otra voz.
Fácilmente supe de quien se trataba. Lentamente giré la cabeza y ahí estaban parados: Julieta y Pablo, este último con una expresión de preocupación en su cara. "Genial", pensé. Estaba rodeada. A mi derecha tenía a mi papá y a Eugenia, y a mi izquierda; a Iza, Pablo y Julieta. Estaba quieta ante lo que pudiera pasar.
— Vanessa, sabía que tarde o temprano volverías a mí. Eres algo indecisa y eso me molesta a veces, pero no puedo estar enojada contigo toda la vida—comentó Julieta con una sospechosa sonrisa.
— Hijita, ¿Qué has dicho? —a Eugenia le extrañó lo que Julieta acababa de decir.
— No puedes escapar del vínculo que hemos construido... —Pablo se puso aún más nervioso.
Este mismo palideció y empezó a tartamudear algo que no se entendía.
— V-Vanessa... h-huye... huye y n-no vuelvas... —algo así le alcancé a oír.
Mi cuerpo reaccionó y salí corriendo lo más lejos de allí. Oía que alguien me llamaba pero no hice caso. Desaparecí al dar la vuelta en la siguiente esquina.
Al volver a casa mamá me esperaba para recuperar los años perdidos lo cual ya no servía de nada.
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Editado: 10.11.2021