El Silencio del Olvido

Capítulo XI | Desaparecido

Al llegar la noche, regresé a casa después de haber pasado toda la tarde a lado de Pablo. Era lo que necesitaba, despejar mi mente por un rato. Caminé por la avenida que llevaba a mi casa, a mi lado pasaban tiendas ya cerradas, una de ellas llamó mi atención. Era de ropa, de esas que tienen los maniquíes en los aparadores luciendo esa bonita ropa de temporada.

Me detuve y me reflejé en el vidrio. "Esa ropa se vería bien en mí", pensé. Esto se me ocurrió ya que mi aspecto era algo desagradable: mi ropa tenía pequeñas manchitas cafés ocultas por la chamarra, mi pelo sucio y desaliñado, las uñas largas y olor a cigarro que emanaba de mí. Si no fuera porque a la gente le gusta como toco el violín ni se me acercarían. Lo bueno es que Pablo no reparó en eso pues a él no le importa mi aspecto.

Mientras divagaba, una gota me cayó en la cara. Volteé a ver el cielo nocturno y un aguacero empezó a caer.

— Oh... ¡Grandioso! Para acabar solo faltaba la lluvia —dije con un pisotón en el suelo. Mojándome seguí mi camino. La gente que aún andaba por ahí corría a refugiarse a los techos de casas o tiendas, otras abrían sus paraguas y los compartían con demás gente, yo solo los observaba. Continué caminando y algo pegado en un negocio me interesó. Me acerqué a este y leí ya que era la denuncia de una persona desaparecida. Decía:

"¿Lo has visto?

Renato Ruíz Fuentes

Desapareció el 18 de abril.

Si lo ha visto o sabe algo de su paradero favor de reportarse a este número: 56821343."

— Lo están buscando... vaya, qué lástima... —dije distante. Bajé la vista recordando la última vez que hablé con Renato de manera pacífica si se le podía llamar pacífica.

"...— Otro día, genial, por qué seguiré viniendo —dice para sí misma. Avanza con pasos lentos hacia el salón donde le corresponde. Al llegar ve que Renato está en la puerta impidiendo el paso. Ella se acerca y pone su mano en el picaporte, pero este la toma con fuerza evitando que lo gire.

— Déjame entrar —le dice indiferente.

— Perdón pero eso no se podrá.

— ¿Por qué?

— Porque yo lo digo. Eres mi perra y haces lo que yo te diga. Además, que no quiero que molestes a Julieta, le vas a pagar tus pulgas o quizás tu depresión de mierda —dice soltando su mano y empujándola lejos de él. Ella no le da importancia ya que Renato es otro incauto que cayó en las garras de Julieta.

— Patético.

Entonces vuelve a acercarse al salón y por una ventana alcanza a ver la escena que se producía ante sus ojos: una entretenida charla entre Pablo y Efrén mientras Julieta los escucha atenta.

— Conseguí que nos dieran un espacio en el restaurante de mis padres para tocar. Podrías invitar a Vanessa y así nos volvemos un trío, ¿Qué te parece?

— Me parece una grandiosa idea—dice Pablo emocionado—. Claro que ella va a aceptar.

— Genial —Efrén algo temeroso se dirige a Julieta—. P-Puedes ir s-si quieres... no, más bien, ¿A-Aceptarías mi i-invitación?

Ella se le queda viendo inexpresiva para luego desviar la mirada en Vanessa, haciendo que esta última se sobresalte un poco.

— Por supuesto, Efrén —responde Julieta amablemente.

— Ella trae algo entre manos que no me gusta —susurra Vanessa.

— Julieta es mejor que tú en todo. Deberías simplemente hacerte a un lado. Eres un estorbo —comenta Renato seguro de sí mismo.

— Silencio, bastardo —exige dándole un fuerte pisotón en el pie—. Tú no entiendes y nunca entenderás.

— ¡Auch! ¡Qué te pasa loca!

—Me pasa que tú y las otras dos sonsas piensan que la vida es como las películas pero no es así. Viven en un mundo de fantasía.

Sale corriendo de ahí, pero para su mala suerte se encuentra con Iza y Liz.

— ¿A dónde crees que vas? —le pregunta Iza.

No contesta.

— ¿Te perdiste pequeña muerta de hambre? —dice Liz.

— Es que no puede aceptar que su labor es servirnos —agrega Renato quien la alcanza. Vanessa ni se inmuta ante sus insultos.

— ¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato? —dice Iza. Está con una de sus manos la empuja provocando que se golpee contra la pared. Hace una mueca de dolor pero se controla.

— ¿Por qué no dices nada? —dice Renato.

Este le planta el mismo pisotón pero con mucha más fuerza. Ahoga un grito.

— Has sido una molestia para nosotros —dice Liz. Esta le da un golpe en el estómago que le saca todo el aire. Se lleva las manos al estómago abrazándolo y cae de rodillas.

— U-Ustedes... p-pagarán... t-todo lo... —tartamudea.

No termina la frase ya que Renato le da una fuerte patada en la cara rompiéndole la nariz que comienza a sangrar.




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