Hubo un tiempo en el que el padre del chico salía de casa cada semana, no sin antes despedirse con una suave sonrisa y con la frase “Sigue esforzándote”, pero hasta esos días no podía superar aquel evento. También le decía que iba a hacer algo con lo que recompensaría a su hijo por sus esfuerzos.
Todo ese tiempo le comentaba que, sin importar qué, debería seguir entrenando y no dejar. Que vería el fruto de sus esfuerzos pronto.
Pero, cuándo… ¿cuánto más tendría que esperar? Le parecía muy difícil que algún día consiguiera mejorar lo suficiente, se sentía muy lejano.
Editado: 07.09.2018