El susurro de estos cuentos.

Fisgona.

Cómo cada mañana me servía una taza de té caliente, para calmar mis nervios mientras los niños iban al campamento de verano y mi esposo, dormía hasta ser las doce del mediodía.

Doy vueltas alrededor de la casa, enciendo las luces y la radio en una de esas estaciones que colocan música romántica durante la temporada.

Limpio el piso.  Arreglo las cortinas, luego cocino y por último lavo lo que ensucié.

Detesto tener que lavar los platos luego de comer, así que para evitar eso y cederle el turno a mi marido lo hago al levantarme.

Enciendo la lavadora y meto la ropa blanca con detergente líquido, para que cuando los niños lleguen solo tengan que colocarse algo seco y con aroma a flores el aroma del suavizante.

La canción de Mana "El muelle de San Blás" empieza a sonar de fondo y me preparo para mi hobby favorito. Colocó el mueble frente a la ventana de cristal, cómo vivimos en un apartamento en el tercer piso todo es más divertido, puedo husmear sin que nadie se dé cuenta de ello.

Bebo lo que queda del líquido amarillo sabor a manzanilla.

Busco el libro de Edgar Allan Poe "El Cuervo", es como la sexta vez que lo leo sin mentira alguna. Estoy empezando a plantearme que debo salir o comprar en línea libros buenos, pero el recuerdo de que me gaste el sueldo en vestidos para Lucia y una chamarra para Alí me desanima porque por muy caprichosos y revoltosos que sean ese par, siempre serán mis consentidos.

Dejo de lado el libro, sobre la mesita que tiene como adorno el florero que me regaló mi suegra Bertha y me concentro más en lo que hacen los vecinos.

La señora Trudy de sesenta años que vive en los apartamentos del frente está dormida frente a la ventana sobre su mecedor con la boca abierta.

Los gemelos Olwes, universitarios residenciados en el apartamento que le sigue hacen ejercicio. Típico de ese par de Metrosexuales que aman su físico más que a las chicas de la vecindad.

Hanna, Lore, Odette y Sofia, las chicas que comparten la misma identidad sexual y disfrutan sus noviazgos hacen de las suyas en el departamento de abajo. El encargado no tarda en llegar y gritarles quien sabe que cosas porque bajan el volumen a la radio y comienzan a recoger sus pertenencias.

Los otros apartamentos tienen las cortinas puestas para el día de hoy.

Bah, que aburrido.

No podré saber lo que ocurrió con el matrimonio de los Crows que ayer, el señor Dereck consiguió a su esposa con el limpiador de ventanas. Y yo que moría por saber...

Una de las ventanas de los apartamentos de arriba es jalada con tanta fuerza que se rasga y cae sobre la persona que ocasionó los hoyos bajo los tendederos, cubriéndola.

Afinó la mirada y buscó al causante, entonces de entre ellas se levanta un hombre tambaleando y con una enorme herida en su cuello. Ahogo un grito mientras veo como se desangra golpeando el vidrio y cubriéndolo de ese líquido viscoso, trago grueso y tanteo con mis manos la mesita en busca de mi celular, recuerdo que lo he dejado cerca de la cocina y entonces corro en su dirección.

Marco al 911 pero nada. Nadie responde.

Al quinto timbre alguien contesta, las palabras no salen de mi boca, estoy aterrada.

Pero, la persona al otro lado no hace nada por ayudarme, en realidad no dice nada. Solo una respiración entre cortada que me recuerda a las películas de terror, doy media vuelta con el aparato en la mano y miro en dirección a la ventana esperando que el herido aún siga con vida y entonces...

La veo.

Violeta, la esposa de Dereck me exige silencio con su dedo índice sobre la boca. Pasa por encima del cuerpo inerte de su amante y hundiendo su dedo en la sangre con suficiencia se pone luego en pie, escribiendo en el vidrio "El silencio es oro".

Doy dos pasos atrás cuando me fijo en aquella figura imponente que mira directo a donde estoy, con una enorme sonrisa y un arma en la mano izquierda. Hace una seña para que haga silencio, coloca el arma en la cabeza de la chica y cuando ella espantada intenta voltear, su marido detona el gatillo.

La ventana se cubre de sangre, Dereck limpia el arma con un pañuelo y la coloca luego en las manos de la fallecida, de una forma tal que se vea como suicidio. Me saluda con la mano y cierra la cortina dejándome allí, presa del pánico y a pocos segundos de un desmayo.

 

Fin.



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En el texto hay: misterio, muerte, desconocido

Editado: 30.01.2019

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