Astrid no sabía muy bien que decir al ver a su amigo allí, se sentía realmente estúpida, en la carta afirmaba que volvería a verlo cuando estuviera lista; que se sentía muy molesta, pero ahora estaba allí delante del hombre que era su mejor amigo y pretendió comprar su amor, se recordó a que su misión era advertirle, eso era todo lo que pretendía hacer y era todo lo que haría.
Philip alzo la vista y la vio, entrecerró los ojos como si se tratara de un fantasma, pero no lo era, inmediatamente se acercó hacia ella para abrazarla como siempre hacían, pero Astrid lo rechazó con elegancia, alejándose de él, se sintió humillado, pero lo ignoró porque necesitaba escucharla, necesitaba saber de ella y ahora estaba allí, después de su búsqueda había llegado a él como un sueño.
—Has leído mi carta. — fue todo lo que ella pudo decir, sentía su garganta tan seca, se reincorporó y lo miró con seriedad
—Acababa de hacerlo, lo siento mucho, pero ha sido un mal en…
—No he venido a escuchar disculpas, vine a advertirte, el problema del bosque es más real y peligroso que lo que creemos.
—¿Cómo lo sabes? - Philip estaba anonadado, había estado fuera dos días y ahora era como si tuviera adelante a otra mujer, tan fría y directa, en tan poco tiempo era imposible que supiera todo el esotérico misterio del bosque.
—Una criatura del bosque es la causante de esto, por eso no debéis acercaros al bosque, no permitas que los familiares de las víctimas los busquen a los alrededores como han hecho. El bosque es más peligroso de lo que puedas imaginar, es como si fuera… otro mundo.
—Aun no me has respondido ¿cómo sabes todo esto? — le reprochó Philip, notó que Astrid le ocultaba algo, algo muy grande e importante, incluso la sintió diferente como si fuera alguien a quién debía temer, el nuevo poder que ella ejercía sobre él lo abrumaba y fascinaba al mismo tiempo. — Me estas ocultando algo y nunca hemos tenido secretos. — le reprendió disgustado.
—¡Enserio! mira quién habla —soltó ella entre sorprendida e irritada.
—El único secreto que te he guardado es que te amo, ya lo dije… te amo Astrid desde hace mucho tiempo, pero tú estás tan metida en tu mundo que nunca encontré un momento adecuado para decírtelo, siempre parecías mejor que todo lo que yo te pudiera ofrecer, te sentía superior a todo lo que conozco, pero te puedo jurar por nuestra amistad que no intente comprar tu mano, lo ha hecho mi padre, escuchó en el pueblo que te entregarían a Lord. Daemon, esa fue su forma de evitarlo, yo nunca te forzaría a nada y lo sabes ¿no?
Astrid no supo cómo reaccionar, veía tanta sinceridad en los ojos castaños de su amigo, que no dudó de sus palabras, pero oír ese “te amo” para ella era difícil porque no sabía qué hacer con él. Porque llegó miserablemente tarde, cuando ella ya no necesitaba oírlo, ya sabía quién era y para que estaba destinada y mientras menos personas involucrara mejor. Sin embargo, lo que más amaba en el pueblo era él,
—Te creo. — dijo ella por fin con un suspiro y de inmediato se dibujó una enorme sonrisa en el rostro de su amigo, con dientes tan radiantes como la luna.
El Sr. Hood no quería que terminara en brazos de ese hombre tan desagradable, sin duda Astrid prefería terminar con su mejor amigo que quedar con un tipo tan repugnante, pero eso era algo que ella elegiría.
Philip ignoró la distancia que Astrid estableció desde el primer momento de su visita, le quitó la capucha y la estrechó entre sus brazos, ella no pudo evitar responder a su abrazo, porque le apreciaba mucho y conocía esos brazos tan bien, que la sostuvieron y ayudaron tantas veces atrás, su amigo quería ver su rostro porque la luz de las velas era tan escasa y él anhelaba ver ese hermoso rostro que ella tenía, pero apenas terminado el abrazo su amiga se puso la capucha tan brutalmente como si quisiera esconder algo y Philip no lo pudo dejar pasar por alto.
—¿Qué sucede? — preguntó angustiado.
—Solo tengo frío, además mi visita es corta, lo que te debo decir es esto; debes cuidar este pueblo porque no hay nadie en quién yo confié más, no permitas que se acerquen al bosque, haz lo que esté en tus manos para protegerlos porque eso que nos ataca ya ha sucedido antes y algo quiere. —mientras decía las palabras Astrid no pudo evitar pensar “me quiere a mí” pero debía ser lo más lacónica posible.
—Pero esto no tiene sentido ¿a dónde vas?
—No puedo decírtelo. — respondió con seriedad
—Déjame ver tu rostro.—suplicó Philip, como no hubo una respuesta añadió.— Dices que te irás, no me dices a dónde, quizás esta sea la última vez que te vea… no sé qué demonios sucede y tú te niegas a mostrarme tu rostro.— Astrid quedó sorprendida por lo furioso que estaba Philip, él nunca le había hablado así, pero no podía enseñarle quién era ahora, no debía hacerlo; no quería incluirlo en un desastre que ni ella misma comprendía del todo, porque era lo suficientemente estúpida como para tener toda esa información en su cabeza pero no recordarla.
—Debo irme. — anunció Astrid y salió del establo con pasos apresurados.
Philip la siguió y antes de que se perdiera entre la inmensa blancura que abrumaba los alrededores, le sorprendió percibir que era más ágil y veloz, cosa que no entendía ya que su amiga, la Astrid que conocía desde hace tantos años, era en ciertas situaciones tan torpe y descoordinada, pero su nueva velocidad no le impidió alcanzarla, la tomó por el dorso del brazo y ella trató de impedírselo pero logró hacerla girar, le quitó la capucha para quedar estupefacto ante lo que vio.