Un día más.
Querida Adhara, lo lograré. Siento mi corazón palpitante, me maravilla saber que a pesar de todo lo que ha sucedido, todo lo que he visto e incluso todo lo que he comido, mi corazón sigue palpitando se aferra a la vida aún cuando esta sea desdeñosa. Han pasado 4 días, aún no es mi turno, te seré sincero porque siempre lo fui, tengo miedo, Adhara, todos los días siento que la muerte espera junto a mí, espera el momento en que pueda mirarme a los ojos, tomar mi mano y decirme que mi hora ha llegado. Temo por todos, temo que no pueda soportar más y desista, temo que si no soy lo suficientemente valiente ustedes paguen las consecuencias. Mantengo vívidos todos mis recuerdos y me aferro a ellos como si fueran mi escudo, pero entonces el miedo regresa, tengo miedo de olvidarme de todo, tengo miedo de olvidarlos a ustedes, a ti, te extraño y amo tanto, Adhara.
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De nuevo se encuentra de pie esperando su turno, los días transcurren de la misma forma llaman a varios, la mayoría es aprobado solo 10 han sido fraude y 12 muertos por debilidad o cobardía o alguna otra excusa para acabar con sus vidas. Rigel ha aprendido que los aprobados pueden salir de la Gran Casa cuando quieran, pueden recorrer toda la plaza sin salirse del área. Observa un grupo de novatos salir por las puertas de madera, dentro de ellos distingue al primer chico en ser aprobado, Setnel, lo ha visto deambular por la zona sin mucho interés, en ocasiones se adentra un poco al bosque y descansa bajo la sombra de los árboles y cuando el sol está por meterse vuelve a la Gran Casa.
Desvía su mirada al cielo cuando escucha la melodía dulce de un violín, sonríe en automático.
— ¿Te gustan los alales? — Rigel se sobresalta al escuchar una voz a su lado, su corazón se tranquiliza al saber que es Setnel.
— Le encantaban a alguien que conozco.
No sabe porque le dirige la palabra pero está agradecido por tener a alguien con quien conversar, alguien que no esté tan perturbado, alguien que no quiera matarlo. Observa su cabello ligeramente húmedo desprendiendo un aroma a manzanilla y agua de rosas, su camisa de lino demasiado blanca, sus pantalones negros y botas del mismo color, liberan un aroma a limpio y nuevo, supone que ser parte de la Guardia tiene sus beneficios.
Arruga la nariz al recordar que lleva 4 días con la misma ropa llena de sangre y tierra, su cabello opaco lleno de pequeñas ramas y hojas del bosque, sus ojos se posan en los marrones de Setnel y a través de ellos se puede ver a él mismo como un pordiosero.
— Sí, no hueles tan bien — Rallat arruga la nariz mientras ríe un poco, Rigel lo observa con suspicacia ¿Tendrá el talento de leer la mente? —. No leo la mente.
Lo había hecho por segunda vez.
— A mi parecer si puedes y lo hiciste dos veces.
Setnel sonríe ligeramente —. No hay que ser un lector de mentes para adivinar que apestas.
— Gracias, soldado — desvía su mirada y siente amarga su boca al decir aquella palabra, su corazón se encoge de solo pensar que pronto él será uno de ellos.
Es verdad que su talento no es leer mentes pero es un buen observador, notó de inmediato el pesar del chico frente a él.
— Que tonto — se apresura a decir y golpea levemente su frente —. No me he presentado, mi nombre es Setnel — sonríe con calidez, quiere transmitirle confianza.
Rigel sigue mirando hacia otro lado, su mente se encuentra inmersa entre el miedo y la repulsión —. Lo sé… — musitó.
— Ahora quién es el lector de mentes — entrecierra sus ojos mientras menea su cabeza hacia los lados de una forma graciosa, Rigel por fin lo mira, sus ojos buscan los suyos y esboza una sonrisa.
— No se olvida tan fácil al primero en ser aprobado.
Setnel se encoge de hombros divertido, había logrado subirle el ánimo y eso era suficiente para él.
— ¿Qué haces aquí? Me refiero aquí conmigo.
— Me he dado cuenta que de todos eres el que menos come, tienes que hacerlo aunque la comida sea desagradable — se acerca a su oído y le susurra —. Si te ven débil sabes lo que pasará.
Rigel se aleja asustado, Setnel tenía razón no había comido porque tan solo ver el platillo le daba asco se había mantenido a base de frutas y bayas. El miedo lo abrazó, cómo se había permitido un error tan grave como este.
Setnel observa el miedo en su mirada, sus ojos han perdido el brillo de hace un rato, mira a su alrededor asegurándose que nadie los veía se acercó a Rigel y metió en su bolsa derecha un par de sándwiches que se había preparado hace un rato, en realidad los había preparado para dárselos al joven enfrente de él pero no admitiría aquello. El pelinegro lo observó anonadado.
— Entre nosotros debemos ayudarnos, descuida me haré otros cuando regrese — sonríe de nuevo restándole importancia al asunto, agrega una advertencia —. No dejes que nadie los vea.
— ¿Por…? ¿Co- Cómo te lo pago? —tartamudea nervioso contemplando que nadie se de cuenta, en especial los uniformados.