— Principito, principito — canturreó una voz con mofa.
— Ahórrate tus comentarios — gruñó Anod.
— Relájate, amigo, ahora que no eres el futuro Rey no tienes porque estar rígido — soltó una carcajada.
Lo siguiente que Aster escuchó fue el choque de piel contra huesos, pisadas metálicas corriendo y jadeos.
— Me divierte tanto tu insolencia — Aster podía imaginar a la perfección a su hermano con el puño ensangrentado y una sonrisa afilada. Desde que había perdido el título tanto soldados como la nobleza se burlaban de él, sabían que no era importante para el Rey así que nadie lo defendería y al pueblo ni siquiera se interesaba en él o su matrimonio —. Llévenlo a la celda en un momento estaré ahí — aún así era dueño de una pequeña unidad que lo obedecía a diestra y siniestra.
— Idiota ¿Crees que aún tienes poder? No hay lugar en este Reino en el que tu nombre sea importante, no eres más que otro accesorio sin valor del castillo — musitó la voz.
No escucho réplica de su hermano mayor, sabía lo que implicaba la celda: tortura y muerte. Podría no ser transmisor de talento pero era famoso por los rostros desfigurados, partes del cuerpo quemadas, cortadas o alguna otra cosa que se le ocurriera en el momento. Escuchó pasos lentos y seguros, la puerta se abrió y delante de él se encontró a su hermano con aquella mirada soberbia. Cerró la puerta tras de él y dio un par de pasos con aquella elegancia que aún gritaba: Mírame, fui criado para ser el Rey. Aster siguió sus movimientos con curiosidad, nunca habían tenido la mejor relación y mucho menos después del nuevo nombramiento.
— Aster — pronunció su nombre con el mismo aborrecimiento que sus ojos rosas le proporcionaban.
— Anod — Contestó tan cortés como su profesor de etiqueta le había enseñado.
Cruzó sus largas piernas y su mirada se fijó más allá de la silueta de su hermano hacia los jardínes, su cuerpo se tensó, no soportaba la idea de estar rodeado de naturaleza.
— ¿No se supone que eres el próximo Rey? — ojos rosas y altivos sobre Aster, el futuro Rey caminó sin ánimos hasta su cama y se sentó en ella, recibía comentarios mordaces de parte de su hermano mayor tantas veces al día que perdía la cuenta. Ahora mismo después de un ataque de ansiedad no tenía fuerzas para fingir sonrisas corteses o ignorar el desprecio evidente.
— ¿Quieres que tu futuro Rey haga algo por ti? — lo observó con hastío, Anod apretó sus puños con tanta fuerza que estaba seguro que si no se relajaba se rompería uno que otro hueso.
Fuego ardiente, fuego que lo consumía al solo pensar en su hermano menor. Pero se había prometido que nadie en el reino vería cuánto le afectaba no ser más que el primer hijo sin título, sin un talento avanzado, sin nada más que reducido al “otro hijo''. Era incluso opacado por la sombra de su angelical hermano de 10 años.
Sonrió restándole importancia al comentario —. Quiero que hagas tu jodido trabajo ¿o es que no tienes la capacidad para controlar a un pequeño de 10 años? Serás un excelente Rey.
Aster formó una sola línea con sus labios y se encorvó derrotado, no quería esto, él no deseaba aquella carga, jamás pidió ser el Rey. “Acaso no ves que no pedí esto, ¿Anod? Ayúdame por favor…” pensó. Soltó un sollozo, su cuerpo le rogaba liberarlo de aquella constante opresión que sentía en el pecho, del constante rechazo por su familia, de los insultos de su padre, de la indiferencia de su madre, de la constante sensación de que la muerte lo acechaba, pero lo que más le dolía era el desprecio que su hermano mayor le otorgaba todos los días.
— ¿Por qué nunca me escoges, Anod? — su voz era apenas audible, el repudio creció en él ¿Se atrevía a llorar cuando lo tenía todo? ¿Acaso él era el hazmerreír de toda la nación? ¿Y se atrevía ahora mismo a llorar recordando su pasado?
Los ojos turquesa de su hermano menor esperaban una respuesta que quemaba por salir desde su pecho, una respuesta que no sabía descifrar. “te odio — gritaba una voz, su voz—, no me pidas algo que no puedo hacer — decía otra —, perdóname — lloriqueaba una más— “.
— ¿Por qué, Anod, por qué no me eliges? — insistió de nuevo su hermano, las lágrimas corrían como cascadas sobre sus mejillas. Anod se estremeció, solamente una vez habían tenido esta misma conversación.
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Había sido justo después de que su padre le haya revocado su título aquel día donde había sido humillado ante todo el pueblo. Durante el discurso habitual que se daba al pueblo en días especiales como el de aquella ocasión su padre había confesado que le decepcionaba demasiado que su hijo mayor y futuro Rey no fuera más que el portador de un talento insignificante y que su deber como actual gobernante era velar por la seguridad de su pueblo por lo cual alguien débil como su primogénito no era digno; el pueblo vitoreó ante la sabia decisión de su Rey.
Estuvo seguro que su corazón se rompió, con todas sus fuerzas trató de ocultar lo herido que estaba, su labio tembló ligeramente.
— Es por eso que hoy, en el vigésimo cumpleaños de mi primogénito no hay mayor regalo que el del honor. Por lo cual desde hoy queda revocado de su título y la familia Real se complace de anunciar al futuro Rey de Ipoek, mi amado y segundo hijo, ¡Aster! — Los aplausos estallaron como un panal de abejas en su oído, su padre hacía unos instantes le había prometido un regalo que lo haría sentir mejor después de descubrir el asunto de su talento. “Te va a encantar” le había dicho con una sonrisa en su rostro que jamás había visto.