Un día espléndido, tan bello, tan alegre, tan real. El sol se filtra por mí ventana, dando cálidos rayos que al chocar con el piso blanco reflejan en toda la habitación. Me había enamorado de esta habitación el mismo instante que la vi, un ventanal que ocupaba el largo y ancho de la pared, te invitaba a mirar por el y desde esa altura todo lo que había abajo era pequeño, incluido los problemas, mejor dicho en especial los problemas.
De mala gana me aleje de mí sitio favorito en toda la casa, me metí a bañar ya que este día por más bello que estuviera tenía que irme a la secundaria, si, mí maravilloso y hermoso verano se había acabado. Ahora me tocaba otro año, el último año de esa prisión, tantos años y no había encajado en ningún grupo, ni siquiera en los fenómenos.
Al mirar el espejo me devuelve la mirada cansada con la cual destacan mis ojos color violeta, una chica de 1,80 de altura, mí piel blanca últimamente estaba más y más clara, según mí madre mejoraría con el verano pero no, lo único que había cambiado en mí era que prácticamente me obligó a hacer una dieta súper estricta, nunca fui gorda o rellenita, pero mí madre se había puesto como meta personal destacar su oficio de prof. De Educación Física. Amaba a esa mujer por sobre todas las cosas. Y por primera vez agradecí que ella me hubiera obligado durante este verano.
Bajé a desayunar cargando conmigo una mochila que ya estaba preparada con todo lo que iba a necesitar, mí atuendo elegido para pasar desapercibida el mayor tiempo había sido un jeans Negro roto sobre la rodillas, una remera blanca manga corta y zapatillas del mismo color. Parecía que todo hasta ahora iba a encajar en mí plan ya preparado "NO SER VISTA POR NADIE", era muy buena pasando desapercibida, en estos años había desarrollado ese don, me había evitado problemas, habladurías, miradas. Amaba no destacar, ser Clara, Jacob y yo nomás.
_ Deja de Volar en las nubes Leyla -me regaña mi mamá de una forma tan dulce que no me puedo enojar, solo la miro y le sonrio- No se puedo creer como a pasado el tiempo, ya tu Último año de la secundaria y pensar que ayer te cambiaba los pañales.
_ Fueron hace unos años la verdad, pero agradezco que me lo recuerdes. -dije mientras le hacía una mueca con la cara mientras llevaba mí cuchara rebosante de yogurt y cereal a mí boca.
_ Come rápido que ya van a llegar tus amigos y no quiero que despierten a los vecinos, ya suficiente tuvimos el año pasado con sus quejas.
La verdad no había forma de escapar de esa, Clara mí amiga, era amante de ponerse a tocar el claxon como si fuera lo último que pudiera hacer en el mundo. Según ella era la forma de decirles a todos que había llegado al barrio, pero nadie lo tomaba con humor, mejor dicho odiaban que lo hiciera pero yo no le iba a decir nada, ella era feliz haciéndolo y yo feliz por ella.
Comimos sin más palabras en medio, eso era lo que amaba de mí madre, ella respetaba los silencios tantos como las palabras. No eran silencios incómodos sino todo lo contrario, eran tranquilos y te dejan pensar con claridad las cosas.
_ Mejor me voy antes que llegue Clara y haga su fiesta privada en la entrada de la casa. -aviso a mí madre mientras me termino de cepillar los dientes con estusiasmo, no quería restos de cereal o leche o café en ellos.
_ Cuídate Leví. - me abraza de forma tan dulce que me dejó envolver en su abrazó.
Me dicen de apodo Leví, una mezcla entre Leyla y violeta por mis ojos, solo algunas personas me llaman así y mí madre es la primera en haberlo.
Camino a la puerta de entrada siento un mareo, no muy intenso pero si me hizo frenar de golpe y apoyarme unos segundos en la pared. Ya repuesta respiro con fuerza y me encaminó a la entrada, justo a tiempo para ver a Clara dar vuelta la esquina casi sin mirar, definitivamente era una conductora con poca para no decir con nulo sentido de responsabilidad. Aparca su auto en la entrada mientras abre la puerta desde adentro para que vea cómo da pequeños golpeas al asiento del copiloto, desde que tenía ese auto hace ya un año ese era mí lugar siempre, más allá que ella es un año mayor y por no querer estudiar repitió 4 año lo que hizo que nos conociéramos.
_ Apúrate tortuga, que vamos a llegar tarde por tu culpa. -me dice mientras me siento y acomodo el cinturón de seguridad
_ Es medio difícil que lleguemos tarde a algún lado, por la forma en que conduces creo que llegamos con tiempo de sobra.
_ Siempre supe que amabas mí forma de conducir, lo sé estás frente a una profesional.
Ese comentario hizo que ambas comencemos a reírnos hasta que lágrimas corrían por nuestras mejillas, era sabido que yo no era su mayor fan, al contrario de Jacob.
Nuestro trayecto a la secundaria transcurre en charlas sin sentido, del día, moda, música, básicamente lo que cualquier adolescente habla comúnmente cuando no sabe que decir.
En el estacionamiento encontramos lugar casi al final, justo bajo unas sombras, Clara sale disparada, literalmente corriendo a la cafetería para conseguir su preciado tesoro líquido negro que todos comúnmente llamamos café pero ella le llama Néctar de la felicidad. Mirarla correr me hace sonreír de una forma tan especial, la iba a extrañar cuando se termine este año.
Llegando al salón de clases entro y encuentro a algunos de mis compañeros, todos hablando a la vez, sin prestar la mínima atención a quien acaba de entrar lo que agradezco con todo mí corazón, me hubiera sentido incómoda si hubiera sido lo contrario.
Mí asiento especial, al fondo en la esquina más alejada del salón, puedo mirar por la ventana con tranquilidad. Este año los pupitres son de dos como todos los años, lo que ya se que me va a tocar con Jacob, el es tan tímido como yo o peor incluso, es más se pone demasiado tenso cuando aparece Clara siempre, yo sé que ellos se gustan pero ninguno da el pasó con el otro por miedo a perder su amistad. El día que lo hagan voy a ser feliz por ellos.