Al siguiente día y ya algo entrada la mañana, un mensajero llegó hasta la casa donde el caballero y la Princesa habían pasado la noche.
-¡Princesa Raíza! Le traigo un mensaje urgente de sus hermanas, la esperan en el Templo de la Naturaleza. –la chica al escucharlo inmediatamente le contestó: -¡Voy enseguida!
Y se levantó de la cama dirigiéndose a un tipo de ropero que embonaba perfectamente con las cóncavas paredes de aquella media burbuja, Yurik que ya la miraba aún adormilado le preguntó:
-¿Qué pasa?
-Nada grave caballero, tengo que ir a los establos porque me llaman mis hermanas, por algo que ha sucedido.
Le dice la Princesa mientras apurada cambiaba sus ropas y arreglaba sus cabellos, y Yurik más interesado en saber que pasaba que en admirar la piel desnuda de su ángel compañera, pues había despertado completamente despojado de morbo esa mañana, preguntó inquisitivo.
-Pero; ¿Qué pasa y porque tanta prisa, de qué establos hablas y que pasó ahí que te tiene tan preocupada?
-Es otro de los propósitos de los Miridianos, voy a Estáblia, se encuentra al noreste de aquí yendo por el valle, tengo que ir ya y cuando regrese le platico.
Y al escucharla se colocó en la puerta de entrada, tratando de impedirle el paso con los brazos cruzados y le dijo:
-Momento chaparrita, no sé aquí en tu mundo pero lo que es en el mío, la pareja de un humano no sale sin el consentimiento de su compañero, y menos si alguno de los dos corre algún peligro o se encuentra en una situación tan preocupante como la tuya.
Y Raíza atónita, pues antes nadie que no fuera un miembro de su real familia le había hablado así, le dijo resuelta:
-¡Déjeme pasar y no sea terco que no correré peligro! Si gusta puede acompañarme.
-No pues así por las buenas sí.
Le contesta resignado dejándole la salida libre y la chica desde la puerta le dijo:
-Lo veo allá caballero, siga al noreste por el valle hasta donde vea unos campanarios, ahí estaré. –y se alejó deslizándose sin tocar el suelo.
-¡Diablos! Por poco y me pega; ¡Qué carácter de mujer!
Al noreste de la ciudad de Mirídia se encontraba un asentamiento muy peculiar; Estáblia, el cual no estaba protegido ni por murallas, ni por torres de vigilancia; Estáblia era un conjunto de granjas, establos y ranchos que los miridianos utilizaban para una labor muy especial, la preservación de las especies, al centro del condado predominaba un edificio que tenía el aspecto de una gran catedral, pero sin cruces, ni símbolo religioso alguno, con dos altos campanarios flanqueando la entrada, conocido como El Templo de la Naturaleza, un templo pero no para rezar ni rendirle culto a algún dios, dentro de él estaba construida una jaula con forma de cúpula, cuál si fuera una gran jaula de aves, en el techo, sobre la jaula, pendía de nada una gran esfera luminosa que parecía no ser sólida.
Las paredes y el techo habían sido adornadas exquisitamente con murales de escenarios naturales, donde varios ángeles con alas convivían con distintas especies de animales, desde los más comunes, como los leones y los caballos, hasta los más extraños, como anfibios y reptiles, en cada una de las granjas había uno o más corrales, con su respectivo establo y sus abrevaderos, diversas especies de animales herbívoros y carnívoros se criaban en Estáblia, se veía de todo, ovejas, cabras, tigres, panteras y hasta gallinas, los ángeles de Mirídia en su mayoría los del género femenino, cuando no estaban en guerra se dedicaban a criar especies, extrañamente ése lugar no era atacado ni por los dragones, ni por las legiones no naturales de Lúa Dark, aunque de vez en cuando si alguna criatura mitológica de extrema fiereza y escasa inteligencia, se acercaba a Estáblia buscando alimento, ésta era disuadida de su intento por Onél, cuya labor extra era la de vigilar los corrales, claro, siempre y cuando no tuviera que disuadir a algún visitante solitario que quisiera entrar al Valle de Mirídia, a Los Montes Lunares o al Templo del Tiempo, entre otros lugares cuyas entradas eran custodiadas celosamente por Onél, el guardián de las entradas, las especies iban apareciendo de una en una en la jaula cupular, en el centro del Templo de la Naturaleza y los ángeles cada que sonaban las campanas, sabían que era la señal de que la Estrella de la Naturaleza, había traído de alguna parte del mundo de los humanos, una especie en peligro de extinción, la cual ellos tenían que rescatar, reproducir y proliferar para preservar la especie, ya cuando los rebaños o parejas de animales llegaban a cierto tamaño o condiciones físicas y de edad, según las especificaciones de Estáblia, eran liberados en el Valle de Mirídia, reintegrándose así al ecosistema natural y la cadena alimenticia de todos los seres de carne y sangre, que habitaban aquel mundo de las historias olvidadas y especies extintas, aunque algo raro estaba pasando últimamente, ya que las especies de animales no naturales que habitaban los reinados oscuros como La Cordillera de los Dragones y Lúa Dark.
taban diezmando los rebaños rápidamente, y hasta las distintas especies naturales de depredadores estaban desapareciendo masacrados, por las criaturas infernales hechas de carne y sangre de los reinados del Norte, que salían de su territorio a cazar, matando mucho más de lo que podían comer, rompiendo por alguna extraña razón el balance en la cadena alimenticia de aquel mundo de historias olvidadas.