Eskatia y Ábriga.
Mientras se dirigían al Templo de la Naturaleza; Raiza se fijó al fin en el nuevo atuendo de su ángel compañero.
-Pero… ¿Qué es esto, qué le ha hecho a su ropa?
-Nada pues, nada más la arreglé.
Le contesta mientras se sujetaba el cabello con el listón rojo.
-No creo que no te hayas dado cuenta de que mis ropas parecían las de un indigente, aunque son resistentes, de materiales anti flama y de extrema calidad, no fueron hechas a prueba de tornados, así que me tomé la libertad de agarrar un poco de hilo y aguja de tu tocador y lo arreglé.
-Pero; ¡Yo ya le tenía su nueva ropa lista!
Le dice la chica un tanto enojada y el hombre le contesta, un tanto sarcástico.
-¿Ah sí? Pues nada me dijiste y si lo hiciste, perdóname pues por no ponerte atención.
La chica, levitando giraba alrededor de él, observando los detalles de su overol, mientras continuaba caminando.
-¿Y esos bordados?
-Son nombres pequeña, recuerdos que aparecieron de repente y que tal vez estén relacionados con mi vida de antes de que llegara yo aquí, son recuerdos, los puse ahí para disimular las costuras de las desgarraduras de mi ropa.
-Pues aunque estén muy bonitos usted debería de estar usando su traje de guerrero del viento, así que ahora mismo iremos por él.
Y tomándolo de la mano cambiaron el rumbo con dirección a Mirídia; Yurik quiso replicar pero ante el temor de que Raiza se enterara de que ya había visto el traje, y además había estado hurgando entre sus cosas, decidió callarse y dejarse llevar, aunque ni idea tenía de cómo decirle que le daba pena el jersey entallado, por lo del bulto en la entrepierna.
-Oye princesa; ¿No podría conservar mi ropa? Es que me gusta mucho. –le pregunta compungido y la chica airada le contesta:
-¡De ninguna manera señor! Vos sos ahora uno de los nuestros, es el comandante supremo de nuestros ejércitos, y como tal debe de usar su traje de guerrero.
-¿Qué soy yo el qué? –le pregunta consternado. -¿Desde cuándo me nombraron y por qué no me lo habían dicho?
-Desde que fue nombrado caballero del viento. –le contesta la chica auto convencida. -A su vez asumió el cargo de jefe de nuestras fuerzas armadas, antes de llegar lo era mi padre en ausencia de Júpiter Fidius, ahora lo es vos aún por encima de nuestro dios padre.
-Así que mi lindo señor, vos se quitará la ropa de guerrero de los humanos y se colocará su atuendo de guerrero de los miridianos, que de ahora en adelante ese será vuestro propósito en la vida.
-¿Mi qué?
Le pregunta una vez más dispuesto a defender su ideología.
-En primera yo no vine aquí a liderar ejércitos, yo vine aquí por ti, aunque no tengo en claro el por qué fui traído a tu mundo, seguro estoy que no fue para eso, me dijo la estrella de Belén de que fui elegido para entregar un mensaje, que aún no se ni quién me lo va a dar, ni a quién se lo he de entregar, así que no puedo perder mi tiempo liderando ejércitos y esperar una batalla que no sé cuándo llegará.
-Entonces; ¿No nos ayudará a defender el Templo de los Olvidados, faltará a su promesa? –le pregunta la chica un tanto inquisitiva mirándolo a los ojos. -Recuerde que juró defendernos de nuestros enemigos con los poderes de su espada, y con su vida si era preciso.
-Eso sí, promesas son promesas y las mías son sagradas, juré todo eso pero jamás prometí liderar ejércitos, ni ser comandante, ni mucho menos quedarme para siempre en Mirídia, si alguna vez alguien quiere atacar a su gente o a tu reino, y si todavía me encuentro en tu mundo, ten por seguro que ahí estaré, y haré todo lo que tenga que hacer por su pueblo.
Mientras Raiza lo miraba consternada sin saber que decirle, Yurik se quedó mirando hacia arriba.
Detuvo su marcha y fijó su vista, en algún punto del azul del cielo y sin decir nada siguió así, como buscando algo.
-¿Qué pasa caballero porque se ha detenido?
Y éste tomándola por un brazo se colocó enfrente de ella dándole la espalda, diciéndole: