—¿Entonces estos dibujos son letras? —pregunté apartando el papel áspero y frágil tratando de entender.
Eric suspiro.
—Son jeroglíficos, sí.
—No los entiendo.
—Ya veo.
—¿Por qué existen diferentes idiomas si con uno solo sería más sencillo comprender lo que quieren decir?
El historiador me miró fijo, como si no entendiera la pregunta o simplemente quisiera golpearme, parecía cansado y las ojeras bajo sus ojos delataban que además no había dormido en los últimos días.
—¿Sabes, a veces no sé si tomarme en serio esos comentarios o es que todos los piratas son iguales?
Parpadeé.
—¿A qué te refieres?
—Nada, no importa —bufó tomando el libro y las hojas desperdigadas por el escritorio sin cuidado. Las guardó dentro de la bolsa murmurando por lo bajo y se levantó—. Volveré luego.
Sonreí y asentí viendo cómo caminaba hacia la puerta haciendo malabares con los libros y las hojas. Había llegado hace al menos una hora a revisar el estado de Tajo y se sentó detrás del escritorio a esperar. Pero si de algo me había hecho cargo era de ahuyentar a todo quien quiera entrar a molestar. Eric comentó que la única persona que podía leer esos tontos dibujos era Tajo y que esperaba hablar con él, así que usé todo de mí para generarle fastidio. No costó mucho, prácticamente huyó, pero volvería al día siguiente, siempre lo hacía. Todos lo hacían.
Me senté en el sillón junto a la cama y volví a mirar su rostro. Parecía estar dormido, descansando, pero hace días que no despertaba y la razón… bien, nadie sabía la razón. Al llegar a Rosewood se encargaron de curar a los heridos de gravedad tan rápido que por un instante entré en pánico por perderlo de vista. Pero luego lo encontré, rodeado de personas que lo curaban, lo cosían, lo vendaban y hacían lo posible para que la sangre no saliera. Desde ese momento me quedé a su lado.
Lo llevamos a su habitación, lo recostaron en la cama y arrastraron un sillón a su lado. Allí dormía yo con una manta liviana y un almohadón.
Tomé la pila de cartas y abrí la primera, era larga y tenía mi inicial al frente. Ya me había acostumbrado a verla, las ligeras curvas de la B, el negro de la tinta. Me preguntaba a veces si lo hizo con la pluma que le dí, pero no le daba muchas vueltas a eso. La desdoblé leyendo mi nombre en la cima y el suyo al pie, quería leer un “tuyo”, quería que fuera tan personal como la que hizo April, quería… Oí un roce, un ruido nuevo.
Tajo se movía, apretaba los ojos y sacudía la cabeza. Me incliné para revisar sus vendas, su almohada, la manta que había puesto las noches que hacía frío. Quizás tenía calor y lo mejor sería quitarla. La tomé por las esquinas y al mirar su rostro vi sus ojos abiertos de par en par.
—Tajo…—dije con un suspiró corto y el corazón acelerado.
Él me miró un momento, parpadeando, giró la cabeza y soltó una mueca.
—Me duele…—gimió y el corazón se me aceleró aún más.
—¿Qué? ¿Qué duele? —pregunté desesperado.
—Todo… Mierda, me duele todo.
—Espera, iré por alguien…—Corrí a la puerta y me asomé hacia el guardia de la derecha para indicarle que busque a alguien. Asintió, inclinó la cabeza hacia el guardia de la izquierda y salió corriendo. Era protocolo no dejarlo solo, al menos eso dijo Raven cuando insistí que yo lo protegería. Pero en ese momento no me importó. Volví junto a Tajo y me detuve asombrado al ver cómo se quitaba las mantas de encima—. Estarás bien, es…
—Me apuñalaron, lo sé —bufó apretados los ojos cuando las vendas que cubrían todo su pecho quedaron a plena vista. Gruñó—. Ahora lo recuerdo. Mierda. —Tomó una respiración profunda y me miró—. ¿Tú estás bien? —Asentí y tomé el vaso con agua junto a la mesa para ofrecerselo. Bebió con calma, intentando no moverse demasiado, y se dejó caer—. ¿Y Jet? ¿Cómo…?
—Está bien —murmuré. Dejé el vaso, arrimé el sillón y me senté tan cerca de él que mis rodillas rozaban la cama—. Aún no despertó pero está vivo, los sanadores hicieron cuando pudieron y dicen que depende de él curarse…
Apretó los ojos, había algo extraño en su mirada, algo inquietante, y cuando volvió a mirarme el horror se reflejó en ellos. Tomó una respiración y comenzó a temblar.
—Baker, asesinaron a Raven —soltó con voz quebrada y por un momento un nudo se formó en mi estómago cuando me tomó de la muñeca y enterró los dedos en mi piel—. Le dispararon en el pecho tres veces… él no se movía, no podía reaccionar. —Contuvo la respiración—. No pude protegerlo… Tristan… Tristan dijo que le costarían la cabeza y…
—Tajo —llamé con voz tranquila, como cuando mi padre hablaba con alguien que tenía miedo. Quizás que me vea, que esté allí conmigo, porque sus ojos parecían estar viviendo todo de nuevo, y cuando lo volví a llamar tomando su mano con suavidad y él me miró, murmuré—. Raven está bien.
Sus ojos brillaron, estaban enrojecidos. Parpadeó.
—¿Qué?
—Lo encontré en el castillo cuando íbamos por ustedes, me dijo lo que sucedió y George nos llevó hasta los túneles.
Sacudió la cabeza.
—George nos traicionó, él…
Asentí y volví a apretarle la mano.
—Raven ordenó que lo encerraran en los calabozos hasta saber qué hacer con él…
Sus ojos se volvieron grandes, brillantes, soltó lágrimas que intentó ocultar girando el rostro, y vi su mentón temblar mientras intentaba contenerse. Tragó saliva. Apretaba los dientes con fuerza. Sujetaba su mano y podía sentir cómo intentaba no temblar.
—Lo siento…
—¿Qué sientes? —pregunté con el mismo tono suave que antes y él me miró.
—Baker yo…
La puerta se abrió con tanta fuerza que los libros detrás cayeron desmoronados. Raven entró con el brazo vendado y sujeto al hombro, sonriendo de oreja a oreja a pesar de las vendas que aún cubrían su cuello y su pecho, y Layla le siguió con un grito de alegría y los brazos alzados. Ambos se detuvieron a verlo, parpadearon conteniendo lo que todos pensábamos, el horror que por días no nos dejó respirar, y se lanzaron sobre él.