el tiempo robado al amor

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

 

  Guillermo resultó ser, además de atractivo, un chico muy sencillo y amigable. Enseguida hicimos amistad y a pesar de que cuando le tenía a mi lado, sentado en el pupitre, todas las células de  mi cuerpo estaban alteradas, con una simple sonrisa conseguía calmarme y hacerme sentir la chica más dichosa de la clase e incluso de todo el colegio.

 

  Además de tener la fortuna de poder compartir pupitre con Guillermo, también compartía la mayoría de los días, el camino de ida y de vuelta a casa porque él vivía en la misma calle que yo y, aunque nuestras conversaciones sólo se basaban en los contenidos que habíamos tratado ese día en el colegio, yo me dormía todas las noches, repasando todas y cada una de las palabras que me había dicho Guillermo, intentando encontrar una señal de que yo le gustaba de la misma manera en que él me gustaba a mí, aunque con tener su amistad me conformaba y deseaba que ese curso no acabara jamás.

 

  Así transcurrieron los primeros meses, flotando en una nube. Deseando que sonara el despertador para ir a clase cada mañana y odiando que llegara el fin de semana. Incluso me olvidé de Julia, que para mi asombro, estaba muy tranquila y no me había hecho ninguna de las suyas desde que comenzara el curso.

 

  Siempre se ha dicho que después de la tempestad, llega la calma, pero en ese caso, fue al revés, después de los meses en que Julia parecía haber cedido en su empeño de hacerme la vida, mucho más difícil de lo que en realidad ya era para un adolescente, llegó su estocada final. Una estocada en la que me hundió en la más profunda de las tristezas. Puede parecer muy trágico, pero a día de hoy sé que ese incidente que voy a narrar, marcó mi vida y todo lo que soy y lo que he hecho  hasta hoy en día ha sido condicionado por lo que ocurrió, o mejor dicho, por lo que Julia provocó que ocurriera.

 

  Como ya he comentado, en los años de primaria, cuando Julia me hacía alguna de sus gamberradas o intentaba que ninguna de las niñas del colegio me hablara, yo no hacía nada para evitarlo, pensaba que si no la seguía el juego, se cansaría de mí. Así que en esa ocasión, a pesar de haber dejado ya la niñez y ser una adolescente, volví a comportarme como una niña pequeña y me di la media vuelta, sin luchar por la única persona que me ha importado algo y a la que he querido, aparte de mis padres.

 

  Llegaba la Navidad y con ella las vacaciones, aunque yo estaba pensando en cuantos días faltaban para que llegara enero y volver a las clases. Todos los años, el colegio habilitaba las instalaciones del polideportivo para que se celebrara allí la fiesta de fin de año y los alumnos del último curso, es decir, nuestra clase, eran los encargados de prepararla y organizarla, basada en una temática. No sé por qué no me resultó sospechoso que Julia propusiera que el tema de la fiesta fueran los carnavales, quizás porque como experta mentirosa y calculadora, puso de excusa que en la fiesta de carnaval, del curso anterior estuvo enferma con gripe, no pudo asistir y era su fiesta favorita, pidió que fuera ese el tema para la de ese año.

 

  Ninguno de mis compañeros puso inconveniente, si no todo lo contrario, todos acogieron la idea de Julia con efusividad y lógicamente, ella fue la encargada de dirigir a todos para su preparación. Cuando algún profesor mandaba formar equipos en clase para realizar alguna tarea, yo siempre me quedaba quieta en mi pupitre, a la espera de que fuese el mismo profesor quien me asignara a un grupo, en esta ocasión, ningún profesor me iba a ayudar, estaba sola ante Julia y sus seguidores. Fui rechazada en todos y cada uno de los grupos que se formaron, en el de organizar los disfraces, en el que se encargaba de las bebidas y de la comida, en el que se encargaba de recoger donativos, en todos. A Guillermo no le pasó desapercibida la actitud de mis compañeros hacia mí.

  -“¿Por qué te odia tanto Julia?”- Me preguntó un día mientras regresábamos del colegio, después de ver cómo todas las niñas se habían quedado en clase para preparar los disfraces.

  -“No estaría mal que se lo preguntaras a ella y así nos enteraríamos los dos. Desde preescolar sufro su odio y jamás he logrado saber por qué”- Le contesté encogiéndome de hombros e intentando que me creyera porque le había visto poco antes de salir de clase, riéndose a carcajadas de algo que Julia le estaba contando, muy compenetrados los dos.

 

  Yo nunca le nombraba a Julia en nuestras conversaciones, aunque la mayoría de las veces sólo hacían referencia a lo que acabara de explicar el profesor en la clase, pero sabía que al poco de comenzar el curso, él y Julia habían hecho buenas migas. Ella siempre se acercaba a él para ofrecerle golosinas y hacerse la simpática. Él siempre tenía unas palabras para agradecerle su interés por agasajarle, pensando que era por ser el chico nuevo y no porque sabía que cada vez que veía que Guillermo le dedicaba una de sus sonrisas, era como si me clavasen en puñal en las entrañas.




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