Rurouni Kenshin
El Tigre y El Dragón
Wingzemon X
Capitulo 5
Sólo un Baile
Shanghái, China
15 de Octubre de 1877 (4574 del Calendario Chino)
Magdalia acababa de dar un sorbo de su bebida, la cual para su sorpresa era una bebida dulce, a pesar de estar hecha de agua y limón. Shouzo, sentado a su lado, intentaba expresarle de la mejor forma lo que le preocupaba de estar en ese sitio, en ese salón de fiestas, en esa enorme mansión, rodeada de todas esas personas. Habían ido hasta ese lugar para cumplir el deseo de Kaioh, el hombre de confianza de su hermano, de hablar con los líderes del Feng Long, y ahora estaban ahí, sentados en una mesa posiblemente rodeados de puro hombres pertenecientes a esa Mafia, o al menso leales a ella. Su preocupación era justificada, pero ella no le tenía miedo a la situación. Era ciertamente una mujer fuerte; su historia la había hecho así.
Estaba por intentar decirle algo a Shouzo para calmar sus preocupaciones, pero calló de golpe al desviar su mirada hacia un lado, y divisar a una persona en particular entre la multitud: un joven de cabello entre azul y blanco, largo sujeto con una cola de caballo, armado visiblemente con dos sables en su espalda. Magdalia pareció reconocerlo, y su mayor pista fueron las dos armas que portaba detrás de él...
Rápidamente comenzó a mirar a todas direcciones con insistencia, y aparentemente algo nerviosa. Esa persona era uno de los sujetos que había visto el día anterior, uno de los guardias de aquel hombre... ese desagradable hombre... No se tenía que ser un genio para adivinar que aquel individuo de atuendo blanco y gafas oscuras debía de ser alguien de dinero, y evidente un delincuente al mismo tiempo. Y ahora estaban en una fiesta, donde prácticamente todos sus invitados encajaban en esa descripción. Si uno de sus guardias estaba en esa fiesta, ¿eso significaba que él también lo estaba? La idea pareció incomodarla demasiado. Ciertamente el conocerlo no fue una experiencia agradable, y lo que menos deseaba era repetirla, en especial con su hermano ahí.
- ¿Sucede algo, Santa Magdalia? – Escuchó como Shouzo le preguntaba al notar como miraba a todos lados con insistencia.
- ¿Eh? No, nada. – Contestó rápidamente, sonriendo y agitando sus manos, justo antes de pararse de su silla prácticamente de un salto. – Creo que Kaioh-san y mi hermano ya se tardaron. ¿Qué tal si les pasó algo?
- No ha pasado tanto tiempo. – Agregó el chico de cabello negro, parándose también; Magdalia se veía más ansiosa. – Además, Shougo-sama dijo que no nos fuéramos de aquí.
- No, él dijo que no hablarnos con nadie, y no necesitamos hablar con alguien para ir a buscarlos. Anda, vamos. – Insistió jalándolo de brazo, y sin poder oponer mucha resistencia, el joven tuvo que obedecer y seguirla. Después de todo parecía renuente a irse, y no podía dejarla sola.
Magdalia caminó sin rumbo fijo por el salón por casi un minuto antes de darse cuenta de que no estaba pensando bien en lo que hacía. Su hermano claramente les había dicho que iba a salir, y sin embargo ella había avanzado por el salón como si esperara verlo ahí. Tampoco había señales de Kaioh por ningún lado. Era de esperarse, considerando que ese salón estaba a reventar, y no sería fácil encontrar a alguien.
Shouzo sólo se limitaba a seguirla sin protestar ni decir nada. Era evidente que algo la había perturbado, ¿pero qué era? ¿Habrá visto u oído algo? De pronto, por estar atento únicamente de Magdalia, y por estar caminando entre el tumulto de personas con pasos apresurados, no pudo evitar chocar con alguien que caminaba en su dirección contraria. Pero no fue un choque ligero, ya que del impacto, la otra persona terminó en el suelo, mientras que Shouzo apenas y pudo evitar tener su misma suerte.
La ojos verdes se detuvo al escuchar a sus espaldas el golpe. Al girarse, lo primero que vio fue aquel molesto hombre que se sentaba y volteaba a ver a Shouzo con notorio enojo.
- Oye, ¡¿qué te pasa idiota?! – Le gritó molestó aún en el suelo.
Era un hombre de un poco menos de treinta años, cuerpo delgado, muy delgado; casi parecía un muñeco de trapo. Tenía el cabello negro, corto con peinado de hongo, nariz puntiaguda y rostro alargado. Su ceño fruncido no le ayudaba mucho a su no muy agraciado rostro. A Shouzo no pareció gustarle la forma en que ese tipo le hablaba, y se notaba en cómo le regresaba las mismas miradas.
- Shouzo. – Escuchó que Magdalia le pronunciaba en ese momento, amortiguando su molestia.
Al voltear a verla por encima de su hombro izquierdo, la joven lo miraba fijamente con seriedad, y negaba con su cabeza, indicándole con ese sólo gesto que no valía la pena causar problemas. Ese hombre vestía ropas elegantes, muy ostentosas y decoradas; obviamente era alguno de los personajes "importantes" invitados a esa fiesta. Además, iba acompañado de dos hombres corpulentos y con trajes abultados, mismos que lo estaban ayudando a pararse. Por dónde lo veía, no era recomendable empezar una pelea. Desconocía que tan armados podrían estar esos dos sujetos, o si cualquier otro hombre a su alrededor podría saltar interviniendo en la pelea. Nuevamente, Magdalia parecía tener razón.