El Tigre y el Dragón

Capitulo 19. Verdadero Contrincante

Rurouni Kenshin

El Tigre y El Dragón

Wingzemon X

Capítulo 19
Verdadero Contrincante

Shanghái, China
21 de Octubre de 1877 (4574 del Calendario Chino)

La tela verde de su kimono se había tornado oscura en la parte del torso. Su herida aún sangraba, pero ya era mucho menos abundante que en un inicio. Se avergonzaba de lo deteriorada que se encontraba su tolerancia al dolor. Todos esos años, se había desacostumbrado tanto a ser herido, que esa pequeña cortada horizontal a la altura de su pecho, le era realmente incomoda; como una comezón que no era capaz de rascar.

Esos pequeños segundos de pausa le habían servido para recuperar su aliento, y también la claridad de su mente. Tras lo que llevaba de combate, ya tenía al menos una cosa segura: ese hombre lo había retado a pelear, no por su hermana, ni siquiera por su soberbia. Todo eso tenía que ver con el Hiten Mitsurugi Ryu. Lo que ese extraño de cabellos albinos y gafas oscuras realmente deseaba, era blandir su espada contra el Hiten Mitsurugi, sin importar quién fuera su contrincante. ¿Pero por qué? ¿Qué era lo que realmente lo empujaba a hacer todo eso?

Una brisa ligera comenzó a soplar, meciendo ligeramente las ramas de los árboles. Seguía parado a una larga distancia de Enishi, quien lo miraba de lejos, al parecer orgulloso de su último ataque. Esa sonrisa desquiciada no se había mutado ni un sólo milímetro desde que comenzaron a pelear. Era una expresión totalmente distinta a la que había visto esos días que llevaban ahí en Shanghái. ¿Era esa su verdadera cara?, ¿era ese el verdadero Yukishiro Enishi? O, cómo su hermana decía, ¿era acaso una máscara más?

- No te irás a rendir sólo por esa pequeña herida, ¿o sí? – Escuchó que le decía con fuerza. – No, no lo permitiré. Aún no estoy satisfecho. He esperado muchos años por este momento, ¡y no pienso retroceder por nada!

Jaló su espada hacia atrás y entonces se impulsó al frente con sus fuertes piernas.

De nuevo hablaba como si lo conociera de hace mucho, como si esa pelea tuviera algo que ver con algún encuentro previo hace años atrás. Pero ese no era el caso, ni en lo más mínimo.

A medio camino hacia Amakusa, Enishi comenzó a girar su cuerpo en el aire con rapidez, haciendo que su espada hiciera el mismo movimiento. Shougo alzó la suya al frente para detener el inminente choque. Cando ambos filos chocaron, se escuchó un gran estruendo, y de la fuerza el cuerpo de Shougo fue empujado hacia atrás, casi como si hubiera sido la patada de un caballo.

Era obvio que sus estrategias de siempre no funcionarían con este enemigo. Debía pensar en otra salida. Amakusa empezó a usar su velocidad para moverse por el patio y mantener la mayor distancia entre ellos, mientras intentaba encontrarle algo de sentido a todo eso. Enishi no aguardó ni un segundo, antes de seguirlo y no dejar de atacarlo ni un instante.

Shouzo, seguía aun casi pasmado por todo lo que había ocurrido. Aún le era difícil creer que estuviera viendo a un enemigo que pudiera darle tal pelea a Shougo Amakusa, hasta incluso llegar a herirlo. Empezó a reconsiderar seriamente la posibilidad de llegar hasta Magdalia, tomarla y salir de ahí. El riesgo era tan alto, con todos esos hombres armados, y en especial con ese sujeto albino y su técnica. Si el Señor Shougo no era aún capaz de derrotarlo, ¿qué podría hacer él si intentara encararlo? Se sentía tan impotente, tan incapaz de hacer cualquier cosa...

Alzó su mirada hacia el pórtico, deseando ver algo en Magdalia que le inspirara confianza, quizás esperanza; sin embargo, lo que vio le causó exactamente lo contrario. Desde su perspectiva, podía ver como la mujer cristiana se apoyaba con su mano derecha en el barandal del pórtico, mientras tenía la izquierda aferrada a su boca. Tenía los ojos cerrados, y su cuerpo se agitaba un poco.

Shouzo se alarmó enormemente al ver esto. Él sabía qué era lo que pasaba: estaba teniendo uno de sus ataques.

- ¡Santa Magdalia!

Sin pensarlo dos veces, y tal vez olvidando un poco en qué lugar y situación se encontraba, Shouzo comenzó a apresurarse hacia el pórtico. Los dos guardias en la puerta principal no tardaron en apuntarlo con sus armas, y dos más a sus espaldas los imitaron, por lo que no tuvo más remedio que quedarse inmóvil a medio camino.

- Aléjate, cristiano. – Escuchó como ordenaba el que al parecer era el hombre de confianza de Yukishiro Enishi, el hombre de los dos sables en su espalda, parándose a la cabeza de los escalones del pórtico. – No des ni un paso más. Aunque el Maestro Enishi esté dispuesto a perdonarles la vida, no toleraré que hagas algo para entorpecer este encuentro.




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