El Tigre y el Dragón

Capítulo 24. Expiación

El Tigre y El Dragón

Wingzemon X

Capítulo 24
Expiación

En Algún punto entre Kyoto y Otsu, Japón
06 de Julio de (Año 11 de la Era Meiji)

Habían pasado ya muchos años desde la última vez vio un atardecer. Aún recordaba vívidamente en su cabeza los colores anaranjados y rojos en el horizonte, a veces combinados con destellos rosados. Recordaba como poco a poco las estrellas iban apareciendo en el firmamento, creando un hermoso y brillante tapiz sobre su cabeza. Recordaba la luna, redonda y pura en el cielo nocturno, como el ojo protector y vigilante de Dios. Recordaba... Sólo recordaba. Al final, eso era lo único que le quedaba en su vida: los recuerdos; y aún pese a todo, podía estar agradecido de que su mente, aún en esos momentos finales, siguiera tan lucida y clara, y le permitiera seguir recordando.

Pero si tuviera que elegir alguna cosa que en especial que le gustaría haber podido ver por última vez antes de morir, eso sería sin duda las luciérnagas, danzando como pequeños destellos de luz entre las sombras de los árboles. Cuando era niño, a su hermana y a él les gustaba salir en las noches de verano a admirarlas; sólo recostarse pecho a tierra, y admirarlas a lo lejos en silencio. Le hubiera gustado tanto poder estar una última vez con su hermana como en aquel entonces, cuando todo era más sencillo, más simple.

Pero no sucedería.

No volvería a ver un atardecer, ni las estrellas, ni la luna, y mucho menos las luciérnagas... o a su hermana Tsuruyo.

Pero no podía sentir remordimiento alguno; eso sería muy hipócrita de su parte. Todo ello debía de ser de cierta forma, el pago que merecía por sus actos, por todo el sufrimiento que había provocado, aunque fuera de manera indirecta, y aunque en el fondo deseaba hacer el bien. ¿Podría ser todo ello un castigo de Dios, realmente? ¿Dios lo estaría castigando por su arrogancia?, ¿quizás por su debilidad?, ¿su cobardía?

En esos momentos ya no era ni la sombra de lo que alguna vez fue. Su cuerpo estaba extremadamente delgado, prácticamente en sus huesos. Su rostro estaba cubierto de arrugas, y se le veía demacrado, sin el menor rastro de color. Su cabello era escaso, y ya sólo una madeja grisácea y desalineada. Sus parpados permanecían cerrados plácidamente, como si los de un cadáver se trataran; pero no aún, era claro que aún le quedaba un pequeño respiro por delante.

Era ya el atardecer. La única forma en la que podría darse cuenta de ello, era por el sonido del reloj de pared, y el sentir que la temperatura comenzaba a disminuir aunque fuera un poco. Podía además escuchar el canto de las cigarras, entrando por la ventana abierta. Se encontraba de rodillas frente a su mesa para escribir, con una libreta abierta, pincel y tinta. Pese a todos sus problemas y achaques, su pulso se mantenía aún firme, y lograba deslizar el pincel grácilmente por el papel. Aun así, ¿cómo podía un hombre que se encontraba ahora ciego escribir? Eso sería difícil de entender para muchos, pero en realidad sencillamente esto era gracias a las habilidades que había obtenido mucho antes. Había, sin embargo, algunas hojas hechas bola en el suelo, señal de que lo que fuera que escribía no le estaba resultando precisamente sencillo.

- Anciano, ya estoy aquí. – Escuchó pronunciar en la puerta a una voz más que conocida para él.

Escuchó sus pasos avanzando por el pasillo, y luego su respiración agitada en la puerta de su habitación. Era una joven, de no más de veinte años, de cabello castaño y corto, y de grandes ojos cafés. Usaba un hakama blanco, y un hakamashita color beige. Como seña muy distintiva, tenía un notorio lunar justo debajo del ojo izquierdo. En sus manos cargaba una canasta, repleta de varios vivires.

- Buenas tardes, Shiori. – Saludó el hombre mayor con voz ronca.

- Oh, está fuera de la cama. – Exclamó la mujer joven, entre sorprendida y animada por lo que veía. – Creo que está de buen humor hoy.

- No es un mal día...

Shiori se dirigió entonces a la alacena, para guardar todo lo que había traído, y después pasar a preparar la cena.

- Vienes muy tarde esta vez. – Comentó el hombre, mientras seguía trazando sobre el papel ante él.

- Lo lamento, hubo una gran conmoción en el centro de Kyoto. Al parecer encontraron un cuerpo flotando en el río esta mañana. Uno creería que ya no deberían de pasar estas cosas en esta nueva era, pero últimamente han pasado demasiados incidentes en la ciudad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.