El Tormento De Natalia.

Capítulo 4.

   Natalia dejó la humeante taza de té en el marco de la ventana, fijo su vista en el reloj de la pared, el cual marcaba las tres de la mañana.

   Se sentó en el suelo frente a la ventana, a tan escasa altura lo único que podía ver a traves de ella eran las copas de los árboles moverse con el viento; era una noche tormentoza.

   Por alguna razón no era capaz de conciliar el sueño, una sensación abrumadora de que algo malo pasaría no la dejaba dormir. Cerca de las dos de la mañana se resignó, se vistió como de costumbre y simplemente se quedo sentada mirando la pared. Más tarde se le dió por hacerse un té, lo hizo, y ahora esta tal y como se describió; sentada en el suelo frente a la ventana, mirando hacia afuera.

   Se inclinó y tomó su taza del marco de la ventana, le dio un escaso sorbo y lo dejo a un lado.

   Se levantó y fue a la habitación de Yaiza, estaba aterrada y con ese sentimiento contínuo de que algo malo le pasaría a ella. Abrió lentamente la puerta y la observó, ahí estaba, durmiendo como un tronco; nada perturba sus sueños, y por esta vez, dormía como una bebé... Pero eso no la tranquilizó para nada.

   Fue en busca de la taza que habia dejado frente a la ventana y volvió con Yaiza, se sentó en la silla al lado de su cama, como cinco minutos antes de las ocho hacía cada día... Pero esta vez con cinco horas de antemano. Se recostó, respiró ondo y allí se quedo por el resto de la noche.

   Quien la viera creería que es un maniquí, puesto que al terminar su tan nombrada taza de té y dejarla en el suelo, apoyo sus brazos sobre su regazo, recostó la espalda en el respaldo de la silla y echó la cabeza hacia atrás... Sin dejar de vigilar a Yaiza en ningún momento. Más allá de eso no se atrevió a moverse en toda la noche, aún con ese sentimiento de que algo malo le pasaría a Yaiza. Las horas pasaban, y ella no se movia.

   Finalmente las ocho de la mañana.

   Yaiza se levantó como un reloj ni bien se hizo la hora, primero se movió un poco y luego se sentó en la cama. Observó a Natalia como todos los dias, con una enorme sonrisa, y, también como cada mañana, volvió a decir;

   ─ ¡Natalia..! ¡Quiero ver a mi bebé! ─ Natalia cerró sus ojos y apretó su mandíbula.

   Todo había sido una jugarreta más de su insencible inconsciente. Yaiza durmió como un bebé, en cambio ella se quedo en vela cuidándola de algo que nunca pasaría.

   Esto es sú culpa, se repetía Natalia una y otra vez.

   No dormí en toda la noche velando por ella, gracias a un presentimiento estúpido. Me caeré del sueño y ella seguirá tan feliz como de costumbre... Es sú culpa. Natalia guardaba tanto rencor dentro de sí hacia Yaiza, que no podia evitar echarle la culpa de todos sus males.

   Porque, ¿Qué culpa tenía la pobre Yaiza de los males que atormentaban a la pobre Natalia?

   En su búsqueda por encontrar un culpable a todos sus males, Yaiza fue la primera en la lista... Y la única también. En su mente cada vez más retorcida, sólo había una culpable... Una culpable más que inosente.

 



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En el texto hay: locura, rencor, muerte

Editado: 14.03.2020

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