—Tres días. No esperen un segundo más. Llegaré antes del crepúsculo o en su apogeo —aclaró Radimir con sus ojos puestos en sus alumnos y amigos, emprendido viaje y perdido en la vista de aquellos que le esperaban en casa, orgullosos.
—Regresará —declaró Dolores—. Yo sé que volverá triunfante. —Las palabras de la chica sembraron mucha confianza en los presentes, cuyas sonrisas apuntaron al cielo, en dirección del mago, del horizonte.
De todas las personas que se encontraban en casa, sólo Dolores se quedó en la puerta con la mirada clavada en la lejanía, mortificada.
Nadie quería molestara, mas estaban preocupados por ella, así que Erick tomó la decisión de tener la iniciativa en nombre de los demás.
—Dol, no tienes por qué esperarlo en la entrada los tres días, ¿sabes? Mejor ven con nosotros, preparemos algo de cenar juntos. Platiquemos, hagamos algo para pasar el tiempo. Más que nadie, estás segura: es lo que Radimir hubiera querido. —Las palabras del joven hicieron suspirar a la aprendiz. Ésta que se limpió las lágrimas y volteó hacia su amigo, sonriente.
—Sí, vamos. —Sin más, la chica abrazó a Erick y pasó a la cocina con él tomado de su mano, apoyados por Ángeles en la preparación de la comida, acompañados de Sarutobi y Tomás, mismos que no hacían otra cosa más que sacarles plática.
—Es gracioso. Han pasado ya casi año y medio desde que todo esto inicio. Es increíble cómo pasa el tiempo, ¿no es así? —comentó el moreno, cosa que provocó una sonrisa en Dolores.
—Parece que fue ayer cuando conocí al maestro, justo en este lugar —aseguró la chica al ver hacia la sala en donde Radimir estaba colocado el día que ella entró a su casa.
—¡Oye! Nunca me has dicho cómo conociste al maestro. ¿Puedes contarnos? —preguntó Tomás a su novio, conseguido hacerlo sonreír, mas luego hizo una mueca de extrañez.
—Ahora que lo pienso. Jamás te he preguntado cómo conociste a Radimir, Dol. —Aquello hizo que la chica plasmara una ligera sonrisa, para luego suspirar profundo, nostálgica, y relatar lo sucedido.
—Fue hace mucho tiempo. Cursaba el segundo semestre del bachillerato. Noeh, mi ex novia y ex verdugo, solía molestarme mucho. Bueno, desde hace tiempo que lo hacía. Creo que es menester que hable de mi historia desde el inicio. Sería un buen ejercicio mientras esperamos —explicó la chica, aceptado por lo presentes, procedido a iniciar con la historia—. Cuando era niña, todo mundo me decía que era la más bonita entre las pequeñas de mi generación. Los adultos se la pasaban hablando de lo hermosa que sería algún día, de lo envidiable que mi belleza lograría ser. Las adulaciones eran constantes, y aunque me gustaban mucho, comenzaron a incomodarme pronto. Noeh era una niña de mi edad que iba en mi grupo. Desde que nos conocimos, ella y otras compañeras nos volvimos cercanas, unidas, pero no tanto cómo Noeh y yo. Éramos inseparables y nos gustaba hacer todo juntas, como hermanas —contó Dolores con una plena sonrisa.
—¡Wow! Y pensar que es la misma que conocí hace tiempo —comentó Erick, extrañado—. Sí, cambió mucho al final, pero… Mejor ya no dijo nada. Continua, por favor. —Se interrumpió, dejado de lado los guisos para la cena, pues tenían que cocerse para quedar listos, acomodada Dolores cerca de la barra de la cocina y observando a todos de frente para continuar.
—Ahora que lo pienso, creo saber con exactitud cómo empezó todo. Cómo mi mundo feliz fue desintegrándose hasta volverse el horror que alguna vez fue —comentó antes de proseguir con la historia, aterrada a lo siguiente—. La persona que más repetía lo bonita que era, fue mi tío Luis. Siempre que me veía, acariciaba mi mejilla y decía que era la mujer más bella que haya existido. Sí, no decía que era un infante, sino ya una mujer. A sus ojos, era una adulta, y como a otras personas, como a otras niñas, me llevó a confesar mis pecados a un recinto sagrado donde sólo él y mi padre podrían estar. Ahí, enfrente de su hermano, de mi padre, abusó de mí con la excusa de que mi virtud debería tenerla alguien que la merezca. Al menos eso me dijeron antes de hacerlo. —Hubo un silencio horroroso, sólo escuchado el vapor que salía de las cazuelas en la estufa.
—Dolores…
—Está bien, Tomás. Erick. Esto sucedió hace mucho y, aunque fue un episodio terrible de mi vida, he sabido sobrellevarlo y pasar de ello. He podido eliminar esa mancha de mi pasado y continuar con mi vida, sin olvidar nunca que el mundo está lleno de esos maleficios. —Las palabras de Dolores dejaron a los muchachos sin habla, hasta que Sarutobi se acercó a ambos para que pusieran sus manos sobre él y lo escucharan.
—En este mundo, a diario, violan, violentan y asesinan a un sin número de mujeres. Puede ser cualquiera, desde una amiga o vecina, hasta tu hermana o madre. Ninguna está, en realidad, a salvo. He recorrido muchos mundos al lado de Radimir y esto es algo que se repite para un género. Es muy común que sean las mujeres las violentadas, pero los hombres también pueden a llegar a serlo. Depende de la estructura social en la que los humanos vivan —aclaró el perro, serio y triste.
—Espera… ¿Sólo pasa con los humanos? —cuestionó Erick, cosa que, luego de un suspiro, el can respondió.
—Sí, sólo con los humanos. He estado en muchos planetas, y ninguno tiene sesgos sociales por género, mas que los humanos. Tal vez haya roles con favoritismos, pero no influye en cosas importantes como la mera integridad y seguridad de la persona por simplemente ser hombre o mujer. Es absurdo y las demás razas lo saben —aclaró el perro, soltado por los chicos al escuchar que Dolores continuaría.
—Desde ese día, ya no fui la misma. Ya no sonreía y no me esmeraba en verme linda para los demás. Ya no quería serlo, porque recordaba cuando mi tío abusó de mí y me susurraba lo hermosa que era. Por eso, quería dejar de ser bella. Me descuidaba, me ensuciaba y no quería que mi madre me arreglara. Eso hizo creer a todos que me había vuelto malcriada, por lo que empezaron a golpearme, a gritarme y a tratarme como si fuera un error, una maldición —explicaba la chica, adolorida, justo cuando la comida estaba lista para ser servida.