Me dirige hacia la cafetería que está justo delante del campus de la universidad. Por ese lado me siento tranquila, pues veo como se sientan algunos estudiantes más, y algunas de mis compañeras con sus respectivos tutores. Incluso veo a Celia con un chico que imagino sea Nori, aunque ella no deja de mirar hacia mi mesa.
El chico que está sentado frente a mí no es el típico japonés delgado, con su pelo teñido de marrón anaranjado, largo y que le tapa medio rostro, y delgado como un espagueti. Debo admitir que me sorprende eso, aunque sigo pensando que está lejos de mi prototipo. Su cara es más ancha de lo normal; su mandíbula es un poco cuadrada y afilada; su pelo es negro y liso y no lo lleva largo; sus ojos son negros también, y su nariz es perfilada y pequeña. Es corpulento si lo comparo con Nori.
-Me llamo Takeshi y ¿tú?
-Violeta
-¿Cuántos años tienes, Violeta? –me pregunta.
-Veinte.
-Yo veinticinco –me indica sin preguntar.
-¿Por qué hablas tan bien español? –intento averiguar.
-Me gustan los idiomas…
-Nos has oído, ¿verdad?
-Lo suficiente para saber que no te gustan los hombres japoneses… –dice con una cara que no sé descifrar.
-No es eso… –digo a modo de disculpa- Los rasgos asiáticos en general no me llaman la atención, pero no tengo nada en vuestra contra, eh?
-Bueno es saberlo –dice sonriendo- ¿Qué nivel de japonés tienes?
-Menos de cero.
Viene una camarera y le pregunta a Takeshi qué vamos a tomar. No es que los entienda, pero el lenguaje universal de cafetería lo tengo bastante dominado, ya que he trabajado en una en Oviedo, sin embargo él en ningún momento me pregunta que prefiero de la carta, con lo que me hace dudar si será eso o no de lo que hablan. Al rato regresa con dos cafés.
-Bien, Violeta –dice mientras moja sus labios en el café- Te propongo un trato que no podrás rechazar. Únicamente seré tu tutor si es en horario ininterrumpido.
-No entiendo…
-Yo te enseñaré japonés y toda mi cultura, tanto cocina, tradiciones, ortografía, ocio, fiestas, templos… Todo lo que te interese y todo lo que se te ocurra en el tiempo que estés aquí, pero tendrás que dejar la residencia de estudiantes…
Siento unas terribles ganas de tomarme el café de golpe, cosa que hago justo al darme cuenta que es un café hawaiano, es decir, café con leche de coco. Nunca lo había probado pero la leche de coco la conozco y me encanta, y la mezcla me resulta explosiva dentro de mi paladar.
-¿Quieres que deje la residencia de estudiantes? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Dónde voy a vivir?
-Conmigo.
-¿Qué? No te conozco de nada… ¿Por qué querrías que viviese contigo? ¿Qué ganarías tú? Creo que los tutores sólo dedican una hora al día y lo único que ganan es el café gratis, ¿no? –digo recordando las palabras de Celia.
-Si no le dedicas tiempo no podrás aprender japonés… ¿Crees que con una hora al día podrías?
-No… -digo en voz alta y sabiendo que soy malísima para los idiomas.
-Pues te ofrezco un curso intensivo.
-¿A cambio de qué?
-Nada, una bobada… Sólo que te hagas pasar por mi novia frente a la “hosuto” de mi “geshukuya” o cuando venga mi familia a visitarme.
Me detengo a pensar y a respirar.
-¿Qué es “hosuto” y “geshukuya”? ¿Cuándo viene tu familia y de dónde?
-“Hosuto” podría traducirse como anfitrión y “geshukuya” es una pensión tradicional japonesa donde vivo. Mi familia no tiene porqué venir en el tiempo que tú estés aquí, pero ya sabes cómo son los padres… a veces se presentan sin avisar. Ellos viven en Kushiro, una aldea próxima a Sapporo.
Como si me hubiese dicho en la cara oculta de la Luna o en la capital de Marte. Ni idea.
-¿Eres gay? –le pregunto.
-¿Qué? –dice escupiendo parte de su café- ¿Por qué preguntas algo así a un extraño?
-Hombre… Si voy a vivir contigo… Estaría bien saber porque tienes que mentir a cerca de nuestra relación, ¿no? Y además, me quedaría mucho más tranquila si lo fueses…
-Pues lo siento por ti, pero me gustan las mujeres. Las razones por las que tenemos que mentir son privadas y no entran dentro de nuestro acuerdo. Digamos que son idiosincrasias japonesas que una occidental como tú no entendería…
Creo que sé por dónde van los tiros. No sé mucho de costumbres japonesas pero supongo que con veinticinco años, o están casados o tienen un compromiso. Bueno, si es eso no me importa. Yo aprendo un montón de cosas y él si quiere mentir a su familia el tiempo que yo esté aquí… pues no es mi problema.
-¿Por qué yo?
-Porque te irás en cuatro meses.
-¿Por qué no Celia, mi compañera, o cualquier otra?
- Porque no te gustan los hombres japoneses.
-No quieres compromiso, ¿eh?
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Editado: 31.05.2022