Ando distraída tras Takeshi, o más bien tras la imagen que ve mi cerebro de él. Está totalmente difuminado para mí, sólo veo luces y sombras y el relieve de un dibujo de manga. ¿Qué ha pasado exactamente hace un momento? ¿Por qué no me ha dejado contestar a Jairo? ¿Por qué no me ha dejado quedar con Jairo? ¿Por qué se ha enfadado hoy en el comedor cuando estaba con Jairo? ¿Y por qué me ha llamado Sumire? ¿Qué es Sumire? O ¿Quién es Sumire?
Cuando mi consciencia vuelve a estar presente, veo frente a mí las arrugas del rostro de Aneko, que está en el jardín con las manos entre tierra, esquejes y flores. Hoy de repente me parece hasta entrañable está extraña mujer, y me siento cerca de ella a ver qué hace, mientras Takeshi sube las escaleras hasta su apartamento. Me gustaría preguntarle tantas cosas… Pero el idioma es un problema para ambas; yo no sé japonés y ella no sabe ni español ni inglés, así que nos quedamos quietas; juntas, cada una haciendo lo que le apetece. Ella trabajando con las plantas y yo embriagándome del aroma que se respira en este lado del mundo. La tierra y las plantas huelen igual, pero hay un extraño olor que no identifico y que es dulce y fresco a la vez.
Mi alma está más tranquila cuando subo al piso superior. Voy a preguntar a Takeshi todas mis dudas. Deslizo la puerta de papel y madera y le veo allí sentado, esperándome; con sus brazos cruzados y su rostro serio.
-¿Qué pasa? –pregunto.
-Nada.
Pero intuyo que no es verdad.
-¿Quién es Sumire?
-¿Sumire? Tú eres Sumire.
-¿Yo?
-La flor de la Violeta en japonés se dice Sumire.
Me quedo un poco sorprendida de su delicadeza y en el fondo me gusta, pero no quiero que lo note.
-Voy a conocer más a Jairo –suelto de repente-. No sé si eso te gusta o te incomoda, pero este viaje para mí es más que un intercambio universitario. Necesito hacer cosas que nunca he hecho y Jairo es una de ellas.
- No puedes hacerte pasar por mi novia y tontear con él.
- Lo de hacerme pasar por tu novia se limitaba a la pensión y si venía tu familia, ¿no?
-Aunque Tokio es una ciudad muy grande, todos nos conocemos y sabemos qué hacemos y con quién. No puede ser así como tú dices…
-¿No? ¿Quieres decir que vamos a decir en la Universidad que somos novios? Llegué a Japón el domingo y hoy es martes, ¿Quieres que digamos que estamos comprometidos? ¡Santo Dios! ¿Cómo va a ser posible? ¡Si me voy en cuatro meses!
Takeshi se levanta del cojín, me sonríe y se acerca a mí sibilinamente.
-¿Qué cosas son las que nunca has hecho y quieres hacer con Jairo?
-¡No tengo porqué contarte mi vida! –digo inmensamente ruborizada y avergonzada, mientras intento alejarme de él, caminando de un lado a otro del salón.
Creo que me ha leído como un libro abierto y eso me incomoda en sobremanera.
-Hay que replantearse nuestro trato –dice Takeshi- Mañana diré que estamos juntos y actuaremos como novios en todo momento que estemos con alguien.
-Eso no me parece bien. No puedes cambiar el trato cuando te venga en gana.
-Lo que no puedo es arriesgarme a que no crean que eres mi novia.
-Dime el motivo verdadero porque debemos fingir e igual te presto mi ayuda –le digo.
-No lo entenderías.
-Inténtalo.
Takeshi pasa unos minutos pensando mientras nos miramos directamente a los ojos. Aunque sean rasgados suelo notar cuando alguien me miente.
-Mi familia es muy tradicional y me han arreglado un compromiso con la hija de unos amigos. Hasta ahora no he querido relacionarme con nadie porque no me ha surgido ningún interés, pero ahora que se acerca la fecha… Acabo de cumplir los veinticinco años y en Japón es la edad máxima para casarse.
-¿Y tú crees que una occidental que va a estar en Japón durante cuatro meses te va a librar del matrimonio tradicional ese?
-Si somos un poco convincentes… -me dice otra vez con esa sonrisa juguetona- También podemos inventarnos un embarazo si la cosa no funciona…
-¡Ni lo sueñes! ¡Yo me largo de aquí en cuatro meses y no quiero saber nada ni de tu familia ni de tu novia! ¡Bastante tengo con la mía como para involucrarme en una historia que ni me va ni me viene!
-Está bien, tranquila. Sólo era una broma. Nos haremos pasar por novios en estos cuatro meses y luego te irás y nunca más volveremos a vernos.
-Bien. ¿Y qué pasa con Jairo? –pregunto.
-Olvídate de Jairo y de cualquier otro mientras estés aquí. Es de tu país, ¿no? Pues cuando regreséis a España podéis hacer todas esas cosas nuevas que nunca has hecho. ¿Entendido?
-No puede ser… Tiene que haber alguna forma. ¿Yo no saco nada de esto?
-Sacas un profesor de japonés veinticuatro horas, siete días a la semana. ¿Sabes cuánto cuesta eso? Y hablando de japonés… Deberíamos ponernos ya.
Después de la charla las cosas me han quedado tan claras como estaban y no estoy segura si me ha mentido o no. Lo único que me ha frustrado ha sido lo de Jairo. Yo quería vivir esta experiencia a todo tren, pero las circunstancias siempre me lo impiden.
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Editado: 31.05.2022