Un año y medio después…
Hoy he recibido llamada desde Japón. Ya hablo y escribo japonés, y el presidente de “Editoriarukomikku”, la editorial donde realicé mis prácticas, quiere contratarme para el departamento de creación artística. ¡Estoy tan contenta! Aunque tenga que volver a ese país, del que me llevé buenos y malos recuerdos… He llamado a Celia para contárselo y me ha animado a volver.
-¡Ni te plantees siquiera el no ir! –Me ha dicho por teléfono- Tú sueño está a punto de cumplirse, así que no les des más vueltas. Seguro que no te encuentras con ningún indeseable…
Y por indeseable se refiere a Takeshi, claro. Pero no sé nada de él desde el día de nuestra boda. Parece de chiste, pero así es. Después vino el rapto y el intento de asesinato, pero gracias a la intervención divina de Aiko y Haru, pude librarme del destino que había escogido para mí, mi querido marido. Cuando lo recuerdo mi cuerpo se llena de nuevo de rabia. ¡No quiero ni pensarlo! ¡Se acabó!
Cuando Aiko me salvó la vida en aquel enorme buque, sabía que iba a estarle agradecida de por vida, y aunque Haru quiso que me quedara con él a jugar para siempre, su padre, un hombre más sabio, me liberó. Volví a la residencia de estudiantes del Campus de Geidai dos días después de haber desaparecido, y pude acabar el cuatrimestre y comenzar mis prácticas de empresa, donde conocí a muchísima gente que hoy puedo considerar buenos amigos. Únicamente Celia supo lo que pasó de verdad, a los demás les dije que una horrible migraña me había tenido postrada en la cama durante ese tiempo. Le pedí a mi amiga que no dijera nada, porque uno, no quería volver a ver a Takeshi, y dos, no quería involucrar en un caso de rapto internacional al padre de Aiko, ya que la policía estaba tras su rastro.
De Jairo me distancié tanto como él hizo de mí. Él no me preguntó dónde había estado y yo no me atreví a dar por cierta la versión de Takeshi, sopesando la cantidad de mentiras que me había dicho. Además el verle tonteando con Silvia, una de mis compañeras de Madrid, dos días después, hizo darme cuenta del tipo de persona que era. Cuando consiguió con ella lo que quería, fue a por otra, y así hasta que acabó el curso.
Al volver a España y encontrarme a mi padre y a Ana, esperándome en el aeropuerto, tras lo cerca que había estado de no volver a verlos, y valorar la ridícula dimensión del problema que me habían generado, corrí a abrazarlos y a besarlos; a decirles que lo sentía; que podían estar juntos; que yo no iba a causarles ningún contratiempo, pero que no me ocultasen nunca nada más. Tras la reconciliación pude contarle a mi amiga Ana todo lo que había vivido en Japón, pero le pedí que me guardara el secreto de algunos datos que a mi padre le iban a cabrear.
Tras el verano me fui a Madrid a acabar el último año de mi carrera. Era un requisito de mi escuela y este año lo he vivido a tope. Ya no soy una persona solitaria; me apunto a todas las fiestas y ahora hago amigos con facilidad, pero me he vuelto desconfiada con los chicos… No he podido encontrar uno en el que confiar… Daños colaterales, supongo. Y ahora con 22 añitos recién cumplidos y con mi título universitario en la mano, la primera oferta de trabajo que recibo es de Japón.
Entramos en el mes Julio cuando el avión se posa sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto de Narita. Volver a transitar por los mismos medios de transporte; caminos; calles… me trae a mi mente un montón de recuerdos. He reservado una habitación en el Hotel Hatchobori Eki Minami, de tres estrellas, en el distrito de Chüö. No pienso quedarme en Arakawa ni loca. En cuanto me organice, buscaré un apartamento para mí cerca del trabajo. Esta zona de la ciudad es muy bonita también, llena de parques; centros comerciales; rascacielos; tiendas de alimentación; puentes que atraviesan el rio Kamejima, hasta su unión con el rio Sumida y más próxima a la Bahía de Tokio.
La primera semana de trabajo ha sido espectacular. Volver a encontrarme con mis compañeros de la editorial; mis jefes; mi trabajo…. “Editoriarukomikku” está ubicada en el decimoprimer piso de la torre Park City Chuo Minato, justo enfrente de la unión de los dos ríos. Kumiko me recomendó un apartamento en un condominio llamado “The Residence” que está a dos calles de la torre, limpio y bien de precio, 112.000 yenes al mes, es decir, unos 800 €. Teniendo en cuenta que mi sueldo será de 270.000 yenes… creo que podré permitírmelo. Un salón con cocina americana; una habitación y un baño para mí. Perfecto.
Hoy viernes tengo mi primera fiesta. Parece ser habitual que cuando una empresa contrata a un nuevo miembro, todo el personal lo festeja en una gran celebración. Son muy curiosas las tradiciones japonesas, pero pronto me acostumbraré a ellas, estoy más que segura. Para la velada se ha reservado un salón en un lujoso hotel próximo al palacio imperial, de ahí su nombre, Hotel Imperial, de cinco estrellas, cuyas instalaciones me han dejado boquiabierta. He llegado en un taxi junto a Kumiko, que también vive en mi condominio. La idea es cenar y disfrutar de alguna bebida y de mucha música, así los jefes y los trabajadores se conocen un poco más, y yo entro en ese grupo de personas. No me parece mal la idea, la verdad, sólo que en mi país las cosas se hacen de otra manera, quizá menos ceremoniosa y más natural. Llevo un vestido ligero de gasa, color verde botella, con corte asimétrico y cuello redondo; anudado a la espalda con un precioso cinturón y un lazo trasero, de la misma tela; largo por debajo de las rodillas y con falda-forro por encima, dada su transparencia en las piernas. He dejado mi pelo suelto y ondulado; me he puesto unos pendientes largos y unos zapatos de tacón como de baile, transparentes con pedrería. Mi amiga Kumiko también va muy elegante y es bastante más estilizada que yo.
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Editado: 31.05.2022