El último aleteo de mis mariposas

26

De vuelta en mi isla, decidí que era hora de resetear. Lo necesitaba con urgencia. Las últimas semanas habían sido una montaña rusa emocional, y ahora solo quería estabilizarme, tomar un respiro y dejar que la rutina me devolviera a una versión más tranquila de mí misma. Mi vida necesitaba orden. Y, si algo tenía claro, era que ya no quería distracciones.

Hablé con mi madre y organizamos que trabajaría con ella en los apartamentos por las mañanas, de lunes a viernes. Era una tarea sencilla: limpiar, ordenar, atender a los huéspedes y, de paso, ahorrar un poco más para lo que vendría el próximo curso. Si todo iba bien, sería mi último año de carrera y finalmente me licenciaría en psicología. Pensar en eso me llenaba de orgullo, aunque también sentía un vértigo tremendo. ¿Y después qué? El futuro era una incógnita que prefería no analizar demasiado ahora.

Las primeras semanas de verano transcurrieron con una monotonía que, para mi sorpresa, no me molestaba en absoluto. Era un alivio dejar de analizar cada emoción, cada palabra dicha o no dicha. Trabajar con mi madre tenía algo de reconfortante: su compañía era tranquila, su apoyo incondicional, y aunque a veces nos tirábamos de los pelos, agradecía estar cerca de alguien que siempre estaba ahí para mí, sin juicios ni expectativas imposibles.

Por las tardes, intentaba desconectar del todo. Leía libros que llevaba meses posponiendo, veía películas que me transportaban a otros mundos, dedicaba alguna hora al estudio de las dos asignaturas que me quedaban pendientes para septiembre y a veces salía a pasear sola, sin un destino fijo, simplemente para despejar la mente. También iba a la playa a pegarme un baño, dejando que el agua me limpiara, no solo la piel, sino el alma. Pero, en el fondo, sentía una ausencia enorme. Una parte de mí seguía procesando todo lo que había pasado. A veces me descubría pensando en Javi o en Eva, pero me obligaba a apartar esos pensamientos rápidamente. No quería volver a ese lugar oscuro. Necesitaba empezar de cero. Sin embargo, algo había cambiado en mí. Siempre había sido una persona confiada, abierta, pero ahora desconfiaba de todo el mundo, me sentía recelosa, como si cualquier persona pudiera traicionarme. No me fiaba de nadie. Sentía que solo podía fiarme de Clara.

Andrés me llamó un día.

—¿Cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Yo muy bien, Sofía. Me he enterado de lo que pasó.

—Prefiero no hablar de eso, y prefiero no volver a saber nada de él, Andrés. Sé que es tu amigo, y de verdad, todo tuyo. Pero quiero alejarme de todo lo que tenga que ver con él.

—Por favor, solo te pido un café. Conmigo. Tú y yo solos - Me quedé en silencio unos segundos.

—Claro que sí, Andrés. No me puedo negar.

Quedamos en una terraza frente al mar. La brisa era agradable, pero en mi pecho sentía una opresión que no me dejaba disfrutarla.

—Menuda mierda, ¿eh? —dijo Andrés, rompiendo el silencio.

—Buen comienzo para una conversación tras tanto tiempo —respondí con ironía.

—A ver, Sofía. Quiero que sepas que nada de esto me lo ha contado Javi… El tío se ha cerrado en banda. Pero sé, porque lo conozco, que se le fue la pinza. No sabes lo mal que lo pasó cuando lo dejaste. No te puedes hacer idea.

—Joder, Andrés, lo sé, pero ¿qué hago? ¿Qué hubieras hecho tú? Solo necesitaba tiempo porque su intensidad me agobiaba. Seguramente porque ambos aún somos inmaduros para empezar una relación tan intensa. Ay, no lo sé. Yo solo sé que no quise hacerle daño, es lo último que le haría. Por eso no entiendo…

—Pues explícame por qué ha pasado lo que ha pasado.

Suspiré, sintiendo el peso de las palabras que iban a salir de mi boca.

—Pues porque me vio con un chico besándome… Me pilló de vellón, casi sin esperármelo. Yo ya había estado con ese chico, me había ilusionado, de verdad, pero él no vivía en Mallorca. Cuando vino, habían pasado cosas muy bonitas con Javi y, de verdad, que me estaba planteando intentarlo. Pero el universo se confabuló para que justo cuando ese chico me besa, a traición, porque no me lo esperaba, lo viera Javi…

Hice una pausa para calmar el nudo en mi garganta. Andrés me miraba con empatía, dejándome continuar a mi ritmo.

—Y Andrés, te juro que fue un beso. Pero lo que hizo él, encima por despecho… Porque yo con ese chico al menos sentía ilusión, pero Javi con Eva… y restregarme por la cara que se había acostado con ella…

Andrés negó con la cabeza, pasándose una mano por el pelo.

—Te juro que cuando lo supe, no me lo creía. No parece él. Javi es un tío intenso, sí, pero nunca ha sido cruel.

—Pues lo fue. Y lo peor es que ni siquiera tuvo el valor de hablarlo conmigo. Fue directo al ataque. Como si todo lo que habíamos compartido no hubiera significado nada.

—¿Sigues queriéndolo? —preguntó Andrés con delicadeza.

—No lo sé. Es todo tan reciente que.., si me preguntas ahora le tengo entre rabia y asco. Estoy mentalmente agotada.

Andrés suspiró, apoyándose en la silla.

—Joder, Sofía, qué lío. Solo te digo una cosa: no cierres puertas si aún tienes dudas. Y si alguna vez quieres hablar más de esto, estoy aquí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.