MADDISON.
Meterme en problemas jamás ha sido mi intención y mucho menos aparecer en revistas importantes de chismes que tratan de plasmar lo peor de nosotros, sin embargo, aunque nos esforcemos por pasar desapercibido eso jamás será posible.
Y ahí estamos otra vez, metidos en un nuevo problema.
Conmemorando el primer día de clases con una “travesura” como lo llamaban las personas externas.
Cuatro chicos ricos queriendo llamar la atención de todos. Ese era nuestro nombre, así éramos conocidos entre las personas que hablaban de nosotros.
«Los amantes de Harrison, vuelven a reunirse después de dos meses lejos de su novia»
Al leer la descripción mi respiración comienza a ser irregular, las manos me sudan y el terror de hace un año se comenzó a deslizar por debajo de mi piel. Las fotografías que nos habían tomado eran de hace unos cuantos minutos atrás, y ninguno se dio cuenta de ello. Estábamos tan sumidos en nuestro mundo que no prestamos atención a lo que había a nuestro alrededor.
Presiono con fuerza la mano de Conan mientras mis ojos recorren toda la cafetería con inquietud, pero no estaba nadie ahí, estábamos completamente solos. Pero esas fotos demostraban todo lo contrario.
Recorro la silla mientras tomo mi mochila, los chicos repiten mi acción y una vez que todos estábamos de pie comenzamos a caminar hacia la salida de la cafetería, sin embargo, antes de que pudiéramos siquiera estar a un metro las dobles puertas se abrieron de par en par dejado ver a los alumnos con sus celulares en mano listos para capturar el momento y subirlo a las redes sociales para generar vistas o seguidores. Me doy la vuelta cubriéndome el rostro con mis manos.
—¡Ahí están! —escuche la voz de un hombre mayor, pero me rehusaba a voltearme para ver de quien se trataba.
La mano de Conan que aún seguía entrelazada con mis dedos me tomó con mayor fuerza y me sacó de ahí, no obstante, al salir por la puerta trasera los pocos periodistas que nos seguían a todas partes para sacar exclusivas sobre nosotros ya estaban listos con sus cámaras profesionales que apuntaban directamente en nuestros rostros.
No teníamos otra salida, así que sin importar que tan molestos estuviéramos por la invasión a nuestra privacidad teníamos que optar por esta salida. No quería salir por la puerta principal de la cafetería que estaba inundada de alumnos.
—Ustedes vayan a la camioneta de Conan, nosotros nos encargaremos de distraer a los demás —dice Larry en nuestros oídos—. ¿Quieren una exclusiva? Bueno, les daré una jugosa exclusiva que ni en un millón de años se imaginaron. Les demostrare lo que pueden hacer cuatro niños ricos con su maldito poder —dicho eso dieron vuelta en dirección apuesta a la nuestra.
Conan me dio una mirada antes de que camináramos en el mar de luces que se aproximaba a nosotros.
—¡Largo! ¡Respeten nuestra privacidad de una vez por todas! —exclamó Conan molesto mientras ponía su mochila sobre mi rostro para que me cubriera.
Pero sabía perfectamente que eso no serviría de nada, estaba segura de que en la portada de la revista que fuera a la que íbamos a encabezar estaríamos los cuatro con el rostro expuesto sin ningún tipo de censura. Con mi mirada fija en el piso de cemento nos alejamos de ahí, las personas no seguían y antes de me diera cuenta estábamos corriendo hasta llegar a la Ford Raptor de Conan.
Una vez dentro recargue mi cabeza en el respaldo del asiento, esto se está pasando de la raya. Muevo un poco mi cabeza para ver a Conan que al igual que yo tiene la respiración echa un desastre y me da gracia ver cómo su cabello está más rebelde de lo usual, paso mi mano por su cabello para acomodarlo un poco mientras que Conan solo sonríe ante mi acto, una vez que está un poco más decente me acomodo en mi lugar de nuevo alejando mi mano de su cabello.
—Ya sé porque te veo diferente, ya no traes lentes —me dice, dándose cuenta al fin de que cambie, aunque sea un poco, pero lo hice.
—Oye, es cierto —dije sarcásticamente.
Conan rodó sus ojos con diversión y me atrajo hacia él, abrí mis ojos tanto como pude por la sorpresa. Rodeó sus brazos en mi cintura y yo pase los míos por su cuello inundándome del rico aroma de su perfume que permanecía en su cuello, nos quedamos unos cuantos minutos así sin que ninguno de los dos hablara, sumidos en nuestros propios pensamientos sobre el otro.
—Te extrañe muchísimo, Patitas Cortas. Me alegro que hayas sobrevivido dos meses sin mí.
Acaricia mi cabello con ternura y delicadeza haciéndome cerrar los ojos perdiéndome en su caricia, como si se tratara de un gato que estaba recibiendo mimos de su dueño, inhale con más fuerza su aroma embriagándome y mi sonrisa volvió a dibujarse en mi rostro. Estaba a salvo, estaba en mi refugio el cual nadie podía acceder.
—Yo también te eché mucho de menos —le aseguré—. Puedo sobrevivir mil años sin ti, Rascacielos —lo abracé con más fuerza.
Mis ojos seguían cerrados y podía sentir como su corazón latía y su respiración volvía poco a poco a la normalidad al igual que la mía.
—Yo no pudiera.
¿En verdad podriría sobrevivir mil años sin él a mi lado o sin los gemelos? Por supuesto que no. No puedo imaginarme mi vida sin ellos a mi lado, protegiéndome y cuidándome de todo, aunque a veces me desesperen por ser tan sobreprotectores conmigo. Cuando estoy con ellos es como si estuviera en un mundo completamente diferente, en una galaxia que solo nos pertenecía a nosotros y a nadie más, que éramos libres de hacer lo que quisiéramos sin miedo de que personas extrañas nos apunten con el dedo o nos juzgaran por nuestras acciones. Ellos eran mi propio libro que cada vez que abría me sentía completa y que pertenecía en un lugar. Así que no, no podriría sobrevivir más de dos meses sin ellos a mi lado.
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Editado: 20.07.2024