Los días parecían deslizarse como la corriente de un río, llevándose consigo las sombras de la noche anterior. Sin embargo, en medio de la aparente calma, Adriel comenzó a mostrar un comportamiento extraño.
Su naturaleza siempre había sido amable, pero ahora se tornaba aún más dócil, irradiando una serenidad que desarmaba cualquier disputa. Su belleza física se intensificaba con cada amanecer, su piel brillaba con un resplandor etéreo, y sus ojos capturaban la luz de manera que dejaba a todos maravillados.
Adriel intervenía en discusiones y conflictos con una autoridad casi celestial. Sus palabras eran como melodías suaves que apaciguaban los ánimos más encendidos, y su sola presencia era suficiente para calmar las tormentas de emociones que a veces surgían entre sus compañeros.
Parecía estar en sintonía con el universo, anticipando peligros y evitando accidentes con una precisión que bordeaba lo sobrenatural.
Una tarde, mientras caminaban por los pasillos del colegio, Adriel se detuvo de repente, sus ojos fijos en un punto invisible en el aire. Leonel, siempre atento a su gemelo, notó la tensión en su postura.
— Adriel, ¿qué sucede?
Adriel no respondió de inmediato. Su percepción agudizada captó una energía oscura y maligna flotando en el ambiente, como un manto de niebla que intentaba ocultar su presencia. Los colores a su alrededor parecían más intensos, las sombras más profundas. Era como si el mundo hubiera cambiado de tono, revelando sus secretos más oscuros.
— Hay algo aquí, algo que no debería estar. Puedo sentirlo Leonel.
Leonel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Mientras miraba a su alrededor, vio lo que Adriel había percibido: una densa niebla oscura se introducía en los cuerpos de tres personas, un profesor y dos estudiantes. La niebla los envolvió, transformando sus expresiones en máscaras de odio y violencia.
El primer ataque vino rápido. Uno de los estudiantes, ahora poseído, se lanzó hacia un compañero con una fuerza inhumana. Pero Adriel, habiendo percibido el peligro antes de que se manifestara, reaccionó con una velocidad sobrenatural. Se interpuso entre el atacante y su objetivo, desviando el golpe con una destreza que dejaba claro que había algo más dentro de él.
— ¡Leonel, cuidado!
Leonel esquivó otro ataque, su mente un torbellino de preguntas sin respuestas. Al observar la situación, entendió que la amenaza era real y que su hermano tenía razón. Sin perder tiempo, decidió contraatacar.
— Adriel, vi cómo la niebla oscura se metía en ellos. ¡Están poseídos!
Adriel sintió un poder celestial emergiendo desde su interior, una luz dorada que lo envolvía, llenando el espacio con su resplandor. Era como si el sol mismo hubiese descendido para iluminar la oscuridad.
— No te preocupes, Leonel. Juntos podemos detener esto.
La batalla se desató en el patio del colegio. Adriel, irradiando luz, se enfrentaba a los poseídos con una gracia y fuerza que dejaban a todos asombrados. Su resplandor dorado era un faro de esperanza, un recordatorio de su verdadera naturaleza.
Leonel, mientras tanto, sintió que alguien despertaba dentro de él. Una voz hermosa y ancestral resonó en su mente, susurrando:
Miguel, así que estás más cerca de mí de lo que imaginé.
Leonel no tuvo tiempo de procesar la revelación. Los otros dos poseídos se lanzaron hacia Adriel, y sin pensarlo dos veces, se interpuso, protegiendo a su hermano.
Luzbel, dentro de Leonel, canalizó su débil poder a través del cuerpo de su receptáculo. La oscuridad que rodeaba a los atacantes se disolvió momentáneamente bajo la luz que emanaba de los gemelos.
— Jamás te dejaría solo en esto, hermano — dijo Leonel.
La batalla fue breve pero intensa. Luzbel, aunque débil, logró detener el ataque enemigo. Los poseídos cayeron al suelo, inconscientes, mientras la niebla oscura se disipaba en el aire.
Justo cuando los gemelos pensaban que la calma había regresado, un portal brillante se abrió ante ellos, y de él emergió una figura envuelta en luz celestial. Era Miguel, el arcángel, con una expresión de preocupación y resolución en su rostro.
Leonel, Adriel, vuestra batalla apenas comienza. Hay fuerzas en juego que desconocéis, y debéis prepararse para lo que viene.
Leonel y Adriel se miraron, sus corazones llenos de una mezcla de temor y determinación. Sabían que Miguel tenía razón. Los desafíos que enfrentaban eran solo el comienzo de una guerra más grande, una guerra que involucraba no solo sus vidas, sino el destino de ambos mundos.
El portal se cerró, y la figura de Miguel desapareció, dejando a los gemelos con la certeza de que su viaje apenas estaba dando inicio. La luz y la sombra estaban destinadas a enfrentarse una vez más, y ellos estaban en el centro de esta batalla.
La revelación final dejó a Leonel y Adriel sorprendidos y llenos de preguntas. ¿Por qué Luzbel había mencionado a Miguel? ¿Qué rol jugarían en esta guerra celestial?
Mientras el sol se ponía, llenando el cielo con colores ardientes, los gemelos se prepararon para enfrentar el futuro incierto, sabiendo que la verdadera batalla entre la luz y la sombra estaba por comenzar.